Con los bolsillos «golpeados» debido a la «aguda crisis» económica que atraviesa Venezuela, donde buena parte de la población «sobrevive» con un sueldo mínimo de 97 mil 531 bolívares mensuales, que equivalen a poco más de 11 dólares de acuerdo al mercado paralelo, el salario queda reducido a «poco y nada» si se toma en cuenta que los fármacos llegan a los establecimientos a precios «dolarizados».

Sonia Soto fue diagnosticada a principios de marzo con artritis reumatoide. Desde ese día inició, tanto para ella como para su familia, un «calvario» y una «peregrinación» para conseguir la prednisona, esteroide fundamental para tratar esta enfermedad. Farmacias de San Francisco, Maracaibo, Santa Bárbara e incluso de los estados Táchira, Sucre, Nueva Esparta y Anzoátegui fueron visitadas personalmente por ella o alguno de sus parientes sin suerte.

El «drama» de esta mujer que no consigue los medicamentos que requiere, en medio de una escasez que ronda el 85 por ciento de los fármacos en el país según la Federación Farmacéutica Venezolana (Fefarven), hace que cada decisión que toma sea más «riesgosa» que la anterior.

A falta del fármaco original, las opciones para cumplir con su tratamiento se redujeron al mínimo y se limitaron a comprar la medicina de origen colombiano que llega al país sin registro sanitario venezolano, recurrir a los «bachaqueros» que venden los productos en blíster sin ninguna garantía, importarlo o «pedir» por redes sociales para que alguien se «apiade» y lo done o regale.

Descartes por la crisis

Con los bolsillos «golpeados» debido a la «aguda crisis» económica que atraviesa Venezuela, donde buena parte de la población «sobrevive» con un sueldo mínimo de 97 mil 531 bolívares mensuales, que equivalen a poco más de 11 dólares de acuerdo al mercado paralelo, el salario queda reducido a «poco y nada» si se toma en cuenta que los fármacos llegan a los establecimientos a precios «dolarizados».

La primera opción de esta maestra era ingerir el medicamento colombiano, pero debido a sus altos precios y «poca calidad» fue suprimido. La segunda fue comprarlo por blíster a los comerciantes informales en el centro de la ciudad o en la Curva de Molina, pero también, fue descartada al carecer de garantías como la claridad en la fecha de vencimiento o el origen. La de importarlo ni siquiera fue tomada en cuenta. Su tabla de salvación fueron las redes sociales.

Inicia la historia

En Twitter, Instagram y Facebook es común observar servicios públicos o personas que dejan constancia en sus cuentas personales sobre la necesidad «imperiosa» de conseguir una lista de medicamentos que van desde una sola presentación hasta seis o siete distintas. Los requerimientos no distinguen de enfermedades y en estos espacios pueden apreciarse peticiones de fármacos para la hipertensión, glaucoma, diabetes, cáncer, epilepsias, quemaduras, ataques de pánico e incluso para el tratamiento del VIH.

Tras publicar los casos o necesidades, pueden presentarse distintos escenarios que varían desde conseguir RT, recibir respuestas de algún lugar donde pueda adquirirse, ofrecer venderlos, querer donarlo o simplemente obtener un silencio que «termina de arrebatar cualquier esperanza de mejora».

Los «ángeles» que donan medicinas en medio de la «crisis» abundan en la Venezuela actual, pero cada vez tienen más carencias y limitaciones que los imposibilita de continuar con su «canal humanitario» a falta de una apertura formal por parte del Gobierno nacional. En las redes también hacen vida aquellos que se aprovechan de la situación y ofrecen la mercancía a precios exorbitantes «sin importar» que con ello «expriman» a los enfermos.

Esperanza sin fronteras

Sonia, que no es usuaria de Twitter, Instagram o Facebook. Delegó la tarea de conseguir la prednisona que tanto necesita a su hija, quien gracias a la donación de una «heroína», logró que su mamá cumpliera con el tratamiento al menos 15 días. Luego, la realidad del país y la escasez continúan haciendo estragos en la mujer de 50 años.

Tras escribir en reiteradas ocasiones por las redes sociales y pedir ayuda, las respuestas dan pistas de dónde podría encontrarse la solución de sus problemas. Eso de manera momentánea, no de fondo y estructural, porque mientras tanto, le toca continuar visitando farmacias, escribiendo en Twitter, a medios de comunicación o pedirle a Dios para mitigar el dolor, pero «sin perder la esperanza» que por redes en algún momento consiguió

Fuente: Informe 21/ La Verdad

Fecha: 24 de julio de 2017

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