La falta de servicios públicos ha modificado los hábitos de los tachirenses. No solo están sin gasolina, sin luz, ni gas doméstico. Ahora también se ven sin suministro de agua potable. En sectores de la entidad, sobre todo en las áreas de la frontera, es severa la escasez de agua y a veces se almacena en condiciones insalubres.
Esto ha generado una serie de enfermedades no solo gástricas, sino cutáneas. Los casos de escabiosis —también conocida como sarna— son alarmantes. La médico dermatólogo, Vilma Bracamonte, afirmó que es muy difícil contabilizar el número de personas que llegan con esta patología a las consultas. Explicó que cuando un paciente presenta un cuadro de escabiosis es común que alguien más del grupo familiar padezca la enfermedad. “Por lo general, son cuatro o seis pacientes en cada consulta”.
Bracamonte aseguró que es muy importante que quienes almacenen agua lo hagan bajo condiciones salubres y mantengan hábitos de higiene, en especial cuando se trate del uso diario y el lavado de la ropa. Asimismo, recomienda no se compartan prendas de vestir, ya que el intercambio de artículos personales es una manera de propagar la enfermedad.
Exhortó a los pacientes que presentan escozor desesperante en la piel que eviten la automedicación y acudan al médico.
Si bien es difícil encontrar el Benzoato de Bencilo, medicamento para la escabiosis, existe la alternativa del Ivermectina que es vendido en tiendas agropecuarias, pues en las farmacias tampoco se consigue.
Relató que el tratamiento para la sarna se entregaba en los ambulatorios de la red pública, cosa que dejó de hacerse. Sin embargo, en los Centros de Diagnóstico Integral sí se consigue y lo entregan a quienes padecen la enfermedad. “Algunas farmacias lo tienen y si no, está el de uso veterinario que también es bueno”.
Con hierbas
Solo quienes han padecido un cuadro de escabiosis saben lo desesperante que es el escozor o piquiña. Los ácaros van excavando túneles en la piel y ponen huevos en ellos.
Sandra Ochoa padeció esta enfermedad luego de que visitara a una amiga en San Antonio y pernoctara en su casa. “Fui a Cúcuta y ella me dio posada en su humilde vivienda. No tienen casi agua. Yo dormí en una cama que no tenía buen aspecto, pero el cansancio me ganó. Cuando llegué a San Cristóbal quería era rascarme con un cepillo de alambre”.
Ochoa agregó que su esposo también se contagió. “Dormimos juntos y parecíamos perritos rascándonos (risas). Hubo que echarle agua hirviendo a la ropa para matar a esos bichos”.
Como no encontraba el medicamento, fue al mercado y las yerbateras del lugar, donde les recomendaron la Rabo de Ratón. Lo mezclaron con el agua y luego de usar jabón de azufre procedieron a bañarse con eso durante varios días.
Había que cambiar todo todos los días. Ropa de cama, toallas, pijamas. Todo lavarlo con agua hirviendo porque al mínimo descuido nos volvía a dar la picazón. Así duramos 15 días hasta que conseguimos la Ivermectina”, comentó.
Con información de Crónica Uno