Cuando las autoridades políticas gobiernan a espaldas de las necesidades del pueblo, la democracia está en riesgo. Eso es exactamente lo que está pasando en nuestra amada Venezuela.
Y es que como decía Mandela, si no hay comida cuando se tiene hambre, medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia no es más que una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento.
Hace más de 17 años se ofreció un cambio al pueblo. Se habló de participación ciudadana y de un gobierno en manos del pueblo y de una verdadera descentralización.
Sin embargo, ese modelo se agotó y Venezuela grita cambio, porque la mal llamada revolución no cumplió con el estado social de derecho y de justicia que prometió, por el contrario, sus acciones sólo apuntaron a favorecer a unos pocos y a perjudicar a la inmensa mayoría del pueblo.
A lo largo de todo este tiempo, una cúpula corrupta ha utilizado los privilegios del poder en su beneficio, olvidándose por completo de las reivindicaciones que pertenecen al pueblo.
La destrucción del aparato productivo nacional, aunado a una recesión económica provocada por la caída del precio del petróleo, que aporta el 96% de las divisas del país, nos han llevado a ser cifra record a nivel mundial en escasez, ya que más del 80% de los productos básicos ha desaparecido de los supermercados.
Estamos padeciendo la peor crisis de toda nuestra historia, ya que el gobierno no dispone de divisas para comprar suficiente comida y al pueblo se le va la vida haciendo larguísimas colas para intentar llevar algo a su casa. Las colas, sin duda, son una dantesca imagen que habla a las claras del fracaso de un proyecto político que insiste en permanecer en el poder, aunque el 80% de los venezolanos clama por un cambio.
En su afán de mantenerse atornillado, el gobierno arrebató la independencia de las instituciones, las convirtió en brazo ejecutor de políticas erradas y las hizo a todas cómplices de la catástrofe que padecemos, incumpliendo así la normativa legal y afectando gravemente la autonomía.
Allanar casas, detener dirigentes políticos sin seguir los procedimientos legales, entre gallos y medianoche que es como actúan los delincuentes, secuestrar a ciudadanos, reprimir a madres que protestan por la escasez de alimentos y medicinas, confinar presos políticos en centros de reclusión de delincuentes comunes, despedir trabajadores públicos por haber firmado a favor del Referéndum Revocatorio, constituyen violaciones de las garantías constitucionales y de las libertades democráticas consagradas en la Carta Magna.
Con estas acciones, Maduro y su cúpula se apartaron del camino democrático. Su objetivo no es otro que hacer del miedo y de la frustración, instrumentos que les permitan mantenerse en el poder.
En un verdadero estado de derecho, en democracia, cuando el ejercicio de la plena soberanía funciona, debería haber autonomía de poderes, pero eso no sucede en Venezuela.
Nuestro Libertador dijo que sólo la democracia es susceptible de una absoluta libertad y que «Cada pueblo será libre a su modo y disfrutará de soberanía, según la voluntad de su conciencia». Eso es lo que estamos buscando los venezolanos a través del Referendo Revocatorio, porque ¡Revocatorio es democracia!
Lo hemos dicho muchas veces y lo repetimos una vez más: el reto que tenemos los venezolanos es derrotar democráticamente a un gobierno que no es demócrata. Sólo una victoria democrática, electoral, constitucional y pacífica, nos dará la base para emprender un nuevo rumbo a puerto seguro.
Necesitamos una Venezuela distinta y verdaderamente democrática, donde no existan instituciones como el actual CNE, encabezado por 4 señoras que mantienen secuestrada la fase final del Revocatorio al no anunciar la fecha y las condiciones del 20% de manifestaciones de voluntad.
Es condenable que las 4 rectoras sigan jugando con la paciencia del pueblo. Su objetivo lejos de darle viabilidad a los derechos políticos de los venezolanos, es torpedear el Revocatorio. Ellas creen estar por encima de la voluntad popular y por eso tenemos que demostrarles que no nos rendiremos, porque unidos somos poderosos e invencibles.
Señoras del CNE, el país no les acepta que sigan irrespetando la Constitución. El 20% tiene que ser nacional y no por estado. La cantidad de máquinas que se instalen tiene que ser suficiente para atender a todo el registro electoral, que es el universo convocado para la consulta. La ubicación de las máquinas debe corresponder con la densidad electoral y la densidad poblacional. Esas son las condiciones que quiere el pueblo. Queremos expresarnos, digan ya la fecha.
Con Maduro no hay futuro y eso lo sabe el pueblo. Nuestra gente lo aborrece porque permanentemente se burla de las calamidades que estamos pasando los venezolanos, como lo hizo con el hecho de que los venezolanos estén cada vez más delgados por la escasez de alimentos y la imposibilidad de adquirirlos porque no hay salario que alcance.
Maduro la gente está flaca, porque tú solo repartes la escasez. Para ti es más importante lavarte la cara internacionalmente que darle comida a un pueblo que clama por alimentos. Con los recursos derrochados en la Cumbre de los Países No Alineados se habría podido procesar suficiente harina de maíz para que todos los venezolanos comieran arepa durante un año o sembrar un millón más de hectáreas de maíz, o podido alimentar por seis meses a los niños que asisten a los programas de alimentación escolar. La Cumbre que se llevó a cabo en nuestra Margarita fue una burla para el pueblo venezolano. ¡Qué vergüenza!, hablar de un país que no existe.
De lo que no cabe duda es que la Venezuela que todos queremos es una muy distinta a esta, donde la democracia sea verdaderamente plural y participativa. Sigamos soñando que ese país sí es posible y el Revocatorio es la puerta hacia un nuevo camino. ¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!