La población de  320 comunidades localizadas en los caños del Delta del Orinoco se encuentra totalmente desguarnecida y abandonada ante el aislamiento forzado que tiene lugar por la ausencia de medicinas, alimentos y servicios básicos como la energía eléctrica, agua potable y asistencia primaria. Así lo dio a conocer un grupo de dirigentes indígenas trasladados hasta la capital.

El dirigente Enrique Moraleda, ex concejal por el municipio Antonio Díaz, ha reiterado el impacto de enfermedades en las comunidades de la parroquia Manuel Renauld, lugar donde se encuentra el hospital Luis Gómez de Nabasanuka. “No hay medicinas, no hay ambulancias, los niños mueren de mengua”, afirma Moraleda.

San Francisco de Guayo es otra comunidad con infraestructura hospitalaria, el centro ambulatorio Hermana Isabel López, pero una docena de comunidades de sus adyacencias padecen de enfermedades crónicas como VIH, con alta tasa de mortalidad, y el hospital no cuenta con tratamientos ni medicinas requeridas.

San José de Amacuro es la última población antes de la frontera de Venezuela con Guyana; es zona comprobada por las autoridades sanitarias como  endémica de malaria. Sin embargo, su centro ambulatorio fue abandonado por el Estado venezolano y está cerrado desde hace años.

Organizaciones indígenas e investigadores como el Observatorio de Derechos Indígenas Kapé kapé y el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) han denunciado la muerte de niños indígenas por enfermedades curables como diarrea y desnutrición, y por enfermedades crónicas como tuberculosis, malaria y VIH sida.

Habitantes de San Francisco de Guayo, los waraos son la población vulnerada por VIH sida. De acuerdo con los análisis de las instituciones de investigación, 15 comunidades localizadas en la parroquia Padre Barral, con una población estimada de 10.000 habitantes, son el epicentro de la expansión de esta enfermedad.

Con información de El Pitazo

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