Próximos a cerrar 2017, aún hay economistas que se resisten a hablar de hiperinflación en Venezuela. Las razones son distintas, pero lo cierto es que el venezolano común percibe cómo, cada vez que sale a comprar, los precios de los productos han cambiado.
El consultor financiero Boris Ackerman, convencido de que el país está inmerso en un proceso hiperinflacionario, explica a continuación sus alcances:
1.- El incremento de los precios es solamente un síntoma. Muchas veces se suelen confundir síntomas con enfermedades. Algunos expertos se jactan opinando que hay hiperinflación porque suben los precios en determinados porcentajes mensuales o anuales y lamentablemente solo están describiendo la punta del iceberg.
El que los precios suban es una consecuencia de la emisión masiva de dinero sin respaldo ni en divisas ni en producción de bienes y servicios. Cuando hay más dinero y la misma cantidad (o menor) de productos disponibles, nadie en su sano juicio querrá entregar sus productos, que en definitiva son el fruto de su esfuerzo, a cambio de la misma cantidad de dinero. Si el incremento en las cantidades de dinero se acelera, la inflación se disparará en consecuencia.
2.- Existen particularidades que hacen que la hiperinflación en Venezuela sea especialmente perniciosa.
En Venezuela, la totalidad de las divisas son generadas por el Estado, esa condición ha puesto en marcha todo un aparato de corrupción cuyo único fin es hacerse de todas las divisas que el Estado produce. En la mayoría de los demás países, las divisas son producidas por particulares, quienes las venden a otros particulares a cambio de bienes y servicios que requieran en mercados internos.
La situación particular del país, que a su vez es consecuencia de muchas décadas de políticas erradas, trae como resultado que toda la sociedad dependa de las divisas que el Estado produce, si hace falta un repuesto, una materia prima, o un producto final, los dólares, euros, libras, yenes o yuanes que hacen falta para comprarlos, vendrán del Estado.
Por otra parte si quienes manejan al Estado han construido redes de corrupción que se han apoderado de todos los flujos de divisas y por otro lado “cumplen” con los pagos y subsidios del gobierno con la población local, mediante la emisión masiva de dinero sin respaldo alguno, es más que una economía hiperinflacionaria tradicional.
La hiperinflación criolla es entonces fácil de explicar, pocos hacendados que reciben morocotas y pagan en fichas a los peones, además ponen cada vez menos productos en la pulpería del latifundio (para quedarse con más morocotas) y luego le siguen dando más y más fichas a los peones, trabajen o no.
3.- Regular precios y establecer controles es contraproducente.
El régimen de Maduro ha inventado el cuento de la guerra económica acusando a los productores locales y a las cadenas de distribución tradicionales de todos los problemas que vive el país. Con esa excusa se establecen leyes como la ley de precios justos, controles de tránsito y regulaciones. Estas medidas terminan por ser absolutamente ineficaces sobre todo si la diferencia entre los precios oficiales de los productos y lo que la gente está dispuesta a pagar es significativa.
Al final, las empresas víctimas de las regulaciones terminan deteriorándose pues su infraestructura se va estropeando, su capital de trabajo merma, se vuelven incapaces de reponer inventarios, su recurso humano de calidad renuncia o emigra por los bajos sueldos que pueden pagar y terminan por ir retirando líneas de producción o de distribución o cerrando completamente, llevando menos bienes y servicios al mercado, causando más incrementos en los precios.
Quienes sí se benefician a costa del empobrecimiento masivo son las redes de distribución informales, amparadas en la corrupción de funcionarios y fuerzas del Estado, es decir, lo que se conoce en Venezuela como bachaqueros y fuera del país como estraperlistas. Quiénes sin construir infraestructura alguna, sin generación de empleo formal y sin añadir valor alguno, se apropian de la riqueza tanto de productores como de consumidores. Sin duda todo este entramado de corrupción y enriquecimiento inmoral está integrado al aparato del Estado, como lo estuvo en la Europa oriental durante la existencia de la Unión Soviética.
4.- Muchos de los que anuncian ahora la hiperinflación, tapaban el sol con un dedo hace un par de años.
La hiperinflación no es un fenómeno que aparece de la nada ni surge en forma intempestiva, se va gestando en forma paulatina hasta que revienta, su formación viene acompañada de desequilibrios macroeconómicos no corregidos, de incrementos de precios, de controles impuestos, de gasto público desbocado, de subsidios indiscriminados, etcétera.
En el caso particular de Venezuela, la hiperinflación era un fenómeno predecible de no corregirse las diversas causas que fueron gestándola, por ejemplo el control cambiario, los controles de precios, los precios de la gasolina y de algunos servicios públicos, y principalmente la corrupción en el manejo de la totalidad de las divisas, además de los incentivos perversos creados por una sobrevaluación del bolívar que hacen que la finalidad de la mayoría de empresas y particulares sea obtener dólares de alguna de las fuentes oficiales como Cadivi, Simadi, Dipro, Dicom, etc. Y no mejorar la productividad.
En palabras sencillas, la hiperinflación estaba cantada y fueron muy pocos los que la avisaron. Hay que hacer especial mención al economista Steve Hanke, del instituto CATO, quien desde hace más de cuatro años lo venía diciendo. Los padecimientos actuales tienen entre otros responsables a muchos economistas criollos que sabían lo que venía y voltearon a otro lado sin hacer las debidas advertencias, quizás porque su clientela de asesorados era beneficiaria de las políticas del Estado.
5.- Hay algunos que se beneficiaron enormemente del modelo económico que llevó a la hiperinflación.
Si bien las grandes mayorías y sobre todo la clase media han sufrido una profunda depauperación, unos pocos se enriquecen y enriquecieron gracias a estas políticas y sus resultados. Cuentan entre otros a los beneficiarios de los dólares del Estado, a los que tienen o han tenido deudas cuantiosas y esa deuda se ha diluido y a los intermediarios de bienes con capacidad, contactos e información para adquirir bienes controlados y venderlos a precio de mercado. Quienes se enriquecen son los corruptos y los que saben pescar en esta tormenta, que además de destruir riqueza en la sociedad, hace que el poco valor que queda se concentre en cada vez menos manos.
6.- Un plan antiinflacionario sería si acaso, el inicio de la solución.
Todos los planes antiinflacionarios con capacidad real de ofrecer resultados se fundamentan en detener la emisión de dinero eliminando el déficit del sector público y poniendo en circulación un nuevo tipo de dinero (por ejemplo el dólar) cuya cantidad no seguirá creciendo en forma desmesurada. Eso estaría muy bien, sin embargo, no podría venir solo, pues muchos servicios públicos y algunos bienes como la gasolina deberían ajustar sus precios enormemente, es decir, un plan antiinflacionario, no aliviaría en forma inmediata los sufrimientos de la población, es más, podría agravar algunos padecimientos.
Un ajuste sería el reconocimiento de que se ha tocado piso y de ahí en adelante comenzaría la reconstrucción sobre bases firmes de un modelo económico que debería ser funcional. De la sinceridad, transparencia y honestidad de quienes lo lideren y de la madurez de los actores políticos del país, dependerá su éxito. En estos momentos el liderazgo no debe ser hipócrita ni populista y debe más bien saber construir las expectativas que más se parezcan a lo que vendrá.
Publicado por: El Estímulo
Fecha: 06/11/2017