Trabajadores y pacientes del Hospital Dr. José María Vargas deben procurarse sus propias medidas de higiene. La falta de agua y el deterioro de la edificación, consecuencia de la interrupción del mantenimiento, llevaron al colapso de los baños y demás instalaciones sanitarias. Al menos tres veces por semana, el aseo del personal de guardia y de hospitalizados depende del agua que ellos mismos lleven. Por lo que sindicalistas exigieron que se inicien los trabajos de rehabilitación, sobre todo en áreas críticas.
El sistema de almacenamiento, recuperado gracias a la donación de una ONG internacional, resulta insuficiente para la demanda del hospital. Ni por la pandemia del coronavirus, el Gobierno de Nicolás Maduro mejoró el acceso al agua. Por eso, la capacidad de respuesta del centro de salud disminuyó desde hace más de seis meses, cuando la pandemia llegó a su pico más alto. No obstante, la sequía antecede a la actual contingencia sanitaria, según Pablo Zambrano, secretario ejecutivo de la Federación de Trabajadores de la Salud (Fetrasalud).
“Esta es una crisis que se pudo evitar. Hace más de cinco años que no le hacen las reparaciones mínimas a todo el hospital. El mantenimiento preventivo no está en el presupuesto y el correctivo menos. Todo lo que se transfiere es para pagar los sueldos, que como sabemos, son los más bajos del continente. Entonces, prácticamente estamos así por una política de desinversión. Pareciera que el plan fuese desmantelar el hospital y no mantenerlo operativo”, señaló.
Abiertos al riesgo
Mauro Zambrano, dirigente del Sindicato de Clínicas y Hospitales de Caracas, reprochó lo que calificó de desidia, al referirse a la falta de un plan de contingencia que supla los problemas de desabastecimiento. Destacó que pese a las precariedades que enfrentan a diario los trabajadores, los ingresos de pacientes solo se detienen por insuficiencia de cupos. Aunque las operaciones selectivas se reprogramaron o suspendieron, para reducir el riesgo de contagios de coronavirus, la atención en sala de emergencia y cirugías de emergencia se mantienen. Las prácticas de los residentes también continúan.
“Si no fuera por el personal, el hospital ya estuviera cerrado. Realmente no hay garantías para el funcionamiento. Ni siquiera estamos hablando de la óptima operatividad, sino lo mínimo para la dignidad laboral y la de atención al paciente. El agua era necesaria antes del COVID-19, ahora más porque con las fallas en la entrega de los equipos de protección, el lavado de manos es casi la única barrera de protección con la cuentan nuestros compañeros. Eso no puede seguir así”, manifestó.De acuerdo con los sindicalistas, en los baños se ha hecho habitual ver recipientes reciclados como única forma de almacenar agua.
Los espacios, en su mayoría cubiertos de moho, debido a las filtraciones, solo quedaron como depósitos improvisados. Familiares de pacientes en el área de hospitalización se turnan el aseo, pues los encargados de la limpieza no cuentan con implementos ni detergente para cumplir su tarea. Solo entre abril y junio se logró una dotación regular de suministros como jabón y cloro, pero por el protocolo implementado para prevenir la propagación del coronavirus estos resultaron escasos.
Con información de El PItazo