La escasez y elevado costo de alimentos ha hecho mutar la dieta del venezolano en la que ahora predominan los tubérculos.
Manuel Castro tiene 35 años de edad. Vive con su padre, un jubilado de Polimiranda; su madre, ex empleada del IVSS; una hermana de 31 años y dos sobrinos de 18 y 4 años. Todos residen en el sector Tovar, en una zona rural de los Valles del Tuy, estado Miranda. Desde hace dos años ha visto cómo su dieta ha sido modificada radicalmente.
La escasez de alimentos no solo ha reducido la cantidad que consumen, sino que los ha obligado a eliminar por completo las proteínas de productos como granos y carnes.
Para los Castro el desayuno dista mucho de ser equilibrado. Apenas un pedazo de pan con café, cuando consiguen y sin azúcar, es el alimento con el que muchas veces comienzan la jornada.
Manuel Castro denuncia que el Comité Local de Abastecimiento y Producción de su comunidad presenta fallas de distribución. “Al comienzo la entregaban cada tres semanas, ahora es una vez al mes. La bolsa cada vez trae menos, hace dos semanas solo llegó 1 kilo de harina de maíz, 1 kilo de arroz y 1 kilo de azúcar, le quitaron la leche, el aceite que trajo la primera ocasión. Además, antes venían dos kilos de cada producto”, reprochó.
El almuerzo es una prolongación de la escasez, que no se disipa a ninguna hora. “Puede ser yuca sancochada y sardina, que es lo más económico y el único salado que podemos adquirir. En mi casa ya no compramos carne, está muy cara. Nos los comemos sin más nada, sin ensalada; eso no existe. Cuando no tenemos yuca, compramos arroz picado que antes les dábamos a los animales”, contó Manuel, quien trabaja como empleado público.
Con respecto a la cena, confiesa que muchas noches se ha acostado sin comer, con tal de que su sobrino de 4 años de edad pueda dormir con algo de comida en el estómago. Como él, varios vecinos de su comunidad.
Esta situación se repite con regularidad en los hogares más humildes del país, de acuerdo con estudios de campo realizados por la Fundación Bengoa, indicó Rosalía Meza, nutricionista adjunta a la ONG.
“Los padres están dejando de comer para garantizarles el sustento alimenticio a sus hijos”, afirmó.
Meza insistió en la instauración de una cultura de sustitución de alimentos a la que han optado los venezolanos de menos recursos para hacer frente a la crisis alimentaria.
“La gente está complementando su alimentación, desviando su consumo hacia los tubérculos, comen yuca, batata, en vez de harinas y proteínas. Se está registrando un déficit alimenticio en niños, lo que afecta su desarrollo y crecimiento. El estado de salud de nuestros niños ya está comprometido. Esto es irreversible”, aseguró.
Al borde de la desnutrición. Rosalía Meza enfatizó que en el caso de los niños la situación ha escalado a unos niveles alarmantes. “En hospitales se han incrementado los casos de desnutrición leve y moderada y ha reaparecido la desnutrición grave que había sido erradicada desde hace dos décadas”, expresó.
Es lo que pasa en el hospital J. M. de los Ríos, de acuerdo con Ingrid Soto de Sanabria, jefe del Servicio de Nutrición, Crecimiento y Desarrollo del referido centro médico. “De 30 casos con desnutrición en grado cuatro (grave) que veíamos en 2015, hoy hemos atendido 76 y apenas estamos en septiembre”, precisó Soto.
Con relación a la existencia de data oficial sobre el tema, mostró preocupación por la falta de publicación de cifras, pues no existen números a nivel poblacional que permitan conocer la realidad de la situación en el ámbito nacional.
FUENTE: EL NACIONAL
16/09/16