A los niños les cuesta entender la explicación de su padre. Él señala los estantes, menciona marcas, habla de variedad de productos y Juan Andrés y Sofía, de dos y cuatro años, solo siguen su camino por los pasillos del supermercado. Ellos no están acostumbrados a detenerse frente a ningún anaquel. Ahí no hay nada que suelan comprar. Francisco insiste entonces con su esposa: “¿Te acuerdas cuando se podía comprar galletas, cereales, queso amarillo, salchicha, tocineta, helado y hasta algo para comer en el carro camino a casa?”, la mujer asiente. No dice nada más. Ella sabe ponerse sus límites. Entiende que el presupuesto familiar, lejos de abultarse con los cuatro incrementos de salario de este año, se hace cada vez más pequeño.

Era domingo en la mañana. Ese siempre es el día escogido por ellos, los Escalona Aponte, para tratar de abastecerse de lo necesario, solo de eso. Después de haber pagado los servicios básicos tenían entre las dos cuentas nóminas 20 mil 500 bolívares en la suma de lo que les quedaba de la quincena. Los dos cobran sueldo mínimo, lo que se ha traducido en hacer grandes sacrificios.

Si compran carne, no pueden pagar por queso, y si logran conseguir harina de maíz, pasta y arroz deben desembolsillar hasta 2700% más de lo que estipula la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde) que tiene precios regulados de productos con una escasez creciente entre 80% y 90%. Lo único que se consigue es a precio internacional, como consecuencia de la importación a una tasa libre. Pero sus salarios, aún con el reciente incremento del 1 de noviembre, se traducen en apenas 18 dólares al mes, el equivalente a una bolsa de 30 caramelos en un país como Estados Unidos.

El anuncio

La tarde del jueves 27 de octubre pocos se sorprendieron con el anuncio. Ya desde hace varios días el rumor sonaba con fuerza y Nicolás Maduro lo confirmó. Lo hizo con el tono que evoca un triunfo bajo el argumento de proteger el ingreso de los trabajadores, pero Francisco Escalona y su familia, y el resto de los seis millones 500 mil venezolanos que, en promedio, reciben ese “beneficio”, no sienten tal protección.

Leonor, la esposa de Francisco, sintonizó el canal del estado cuando su hermana le escribió un mensaje de texto para avisarle del decreto. Ya era oficial. Sonrió al conocer en vivo el monto que devengaría a partir del 1 de noviembre mientras cocinaba la carne molida con más salsa de lo habitual para rendirla. Pero su expresión no era de alegría, sino de sarcasmo. Ella no tiene que ser experta financiera. Como vendedora en una tienda de cosméticos sabe que esos 27 mil 91 bolívares seguirán estando por debajo de lo que requiere.

El Gobierno actual rompió el récord. Se trata de 14 aumentos salariales en tres años y medio. Entre 1984 y 1998 se ajustó el sueldo mínimo en 11 ocasiones –una vez cada dos años–, entre 1999 y mayo de 2016 se han registrado 34 aumentos. Maduro es quien ha registrado mayor número de incrementos por año: tres en 2013 y 2014, y cuatro en 2015 y en 2016.

Durante la IV República los aumentos de sueldo se realizaban con el concurso del Gobierno, la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) y Fedecámaras. Era un acuerdo tripartito. El economista Carlos Ñáñez explicó que esto garantizaba, que el Estado evitara caer en clientelismos partidistas y existía la posibilidad de lograr un incremento real con capacidad de pago tanto del sector público como el privado, mientras que los empresarios garantizaban racionalizar los costos y los trabajadores intervenían en la fijación de un salario que no se encontrase diluido por la inflación. Eso cambió. Ahora el ajuste salarial es una decisión unilateral “como mecanismo perverso por lograr satisfacer, en intentos fallidos, necesidades básicas”.

Más dinero y menos comida

96 billetes de 100 bolívares recibía Francisco cada mes al 1 de noviembre de 2015. Ahora debe contar 270 de la misma denominación. 181,25% más que hace un año. Pero no significa que pueda comprar hoy esa proporción adicional. Por el contrario, cada vez son menos las bolsas con las que llega junto a su esposa cada domingo a casa.

La inflación sigue en ascenso. Es una carrera a la que no se le ha puesto freno. La Canasta Alimentaria Familiar (CAF) que publica cada mes el Centro de Documentación de Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM) es un medidor de esta situación. En septiembre de 2015 para pagar por los productos básicos para la comida de un hogar se necesitaban 90 mil 291 bolívares. 12 meses después la cifra varió 349,05% al pasar a 405 mil 452.

Se requieren 15 salarios mínimos para completar la CAF. Si a ese ingreso se le suma el actual bono de alimentación son 4,46 los sueldos “integrales” los que se necesitan.

Desde el 1 de noviembre el ingreso mínimo diario en el país es de 903 bolívares. Lo que es igual a dos canillas, tres chupetas o un par de medias. También es el equivalente a 0,60 centavos de dólar que representa 7,14% del sueldo diario de Perú, 4,92% del que se paga en Ecuador, 3,46% de el de Costa Rica y 2,67% del panameño. Venezuela está de último en la lista.

La realidad es dura, incluso, para quienes ganan más del sueldo establecido por el Ejecutivo. De acuerdo con declaraciones ofrecidas en enero de 2016 por Ricardo Menéndez, actual Ministro de Planificación, 30% de los trabajadores percibía el salario mínimo y 54% entre el doble y cuatro veces aquella cifra. Si este dato se ha mantenido constante, 54% de los asalariados recibiría mensualmente entre 54 mil 182 y 108 mil 364 bolívares. Esto representa aproximadamente entre 13,36% y 26,73% de la CAF reportada por el Cenda, único dato disponible debido a que la Canasta Alimentaria del Instituto Nacional de Estadística (INE) no ha sido publicada desde noviembre 2014.

La situación es aún más cuesta arriba para los venezolanos con la escasez de alimentos en los anaqueles. Esos mismos que los hijos de los Escalona Aponte ven llenos de utensilios de cocina, frascos de salsas que nunca han probado y paquetes de galletas que cuestan desde 30% de la quincena de su madre, quien si hace cola pierde su empleo y no tiene otra opción que pagar un kilo de harina de maíz en mil 800 bolívares y gastar 13% de su salario en dos kilos de arroz.

Al tipo de cambio libre, o simplemente sometiendo dicho salario a un cartón de huevos como referente, queda en evidencia el pobre poder de compra del salario. El economista Pablo Polo advirtió que en países con condiciones económicas más críticas que Venezuela el sueldo es al menos el doble, es decir unos 35 dólares al mes y “un dólar compra mucho más alimento que aquí”. En Zimbabwe tres huevos cuestan 40 centavos de dólar, en Venezuela cuestan 65 centavos.

Impacto negativo

El Gobierno no la está pasando bien. Aumentar continuamente el sueldo es solo una manera de recuperar parte de la popularidad y aceptación pérdida. Pero sabe que el precio es caro. Cancelar el incremento a los dos millones 527 mil 771 trabajadores del sector público es una tarea cuesta arriba en medio de una crisis económica tan severa. La única manera de hacerlo es que el Banco Central de Venezuela mantenga su política de impresión de dinero inorgánico. El resultado será el mismo: aumento de la inflación.

En el contexto recesivo que atraviesa Venezuela, un aumento del salario mínimo pasa de ser una solución de corto plazo a ser un problema de mediano y largo plazo, según la economista, Anabella Abadi. El sector privado también recibe un impacto negativo derivado de esa decisión de “proteger el ingreso de los trabajadores”. En la medida que los costos se incrementan en una realidad recesiva, se presenta el riesgo de cierre de pequeñas y medianas empresas así como el de líneas de producción de las grandes industrias. Esto se traduce en la pérdida de puestos de empleo de calidad, crecimiento de la actividad informal, y una posible acentuación de los niveles de desabastecimiento.

CON INFORMACIÓN DE: EL CARABOBEÑO

FECHA 13 DE DICIEMBRE DE 2016

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