En diciembre de 2016 se cumplen tres años de la intervención a la institución, decretada por el presidente Nicolás Maduro. La infraestructura fue la principal víctima de la mala gestión del gobierno chavista, con la corrupción medrando por sus pasillos. El prestigio de la principal sala del país quedó en el pasado.
El robo de bombillos en los pasillos se ha vuelto una práctica casi habitual en el Teatro Teresa Carreño los últimos años. Lo saben sus trabajadores, quienes comentan sin sorpresa la desaparición progresiva de las luces en algunas áreas comunes. Ha ocurrido en las galerías que enlazan el sótano 1 con las salas de ensayo, en el paso que conecta el lobby principal con la amplia terraza que colinda con el Parque Los Caobos, y hasta en la antesala de la entrada al balcón de la sala Ríos Reyna.
La oscuridad ha ganado terreno en el principal complejo cultural del país. El deterioro es visible, palpable, en las grietas del piso, en el escaso mantenimiento de las jardineras, en el estado de las butacas de sus dos salas. El baño de la planta principal no debería estar abierto al público, por su estado deplorable. Las escaleras están fracturadas. El aire acondicionado es un territorio incierto, ya que depende del Centro Simón Bolívar. Y la lluvia se ha convertido en una de las mayores angustias para el personal.
Hace tres años Nicolás Maduro ordenó por decreto presidencial la intervención de la Fundación Teatro Teresa Carreño. La decisión fue tomada por el incumplimiento de las metas y por ende de la “realización del objeto para el cual fue constituida dicha fundación”, según quedó establecido en la Gaceta Oficial 40.319, publicada el 19 de diciembre de 2013. La resolución perseguía poner orden en el caos. Los principales directivos fueron destituidos y la institución quedó en manos de una junta interventora, presidida por Gustavo Arreaza, creador del himno del PSUV y hermano del entonces vicepresidente de la República y actual vicepresidente para el Desarrollo Social, Jorge Arreaza. El proceso tendría un lapso de seis meses prorrogables y el diagnóstico sería comunicado por quien se desempeñaba como ministro de Cultura, Fidel Barbarito.
Entre las atribuciones de esta junta interventora estaban la elaboración de un plan de reestructuración, auditoría, denuncia de irregularidades y decisión sobre el personal. El proyecto de rehabilitación tardó un año y seis meses en diseñarse, en levantar las distintas aristas que debían atacar. “Hacerlo de manera desordenada podía llevar a un daño más profundo. Y tuvimos la suerte de contar con la asesoría del arquitecto original, Tomás Lugo. El proyecto está listo y lleva un orden específico, pero tendremos que ir enfrentando la realidad; porque existen dos componentes para una restauración como la que necesita el teatro: los bolívares y las divisas. Lo de las divisas en este momento, a pesar de que comenzó una mejoría, en líneas generales es muy difícil”, declaró el presidente de la institución a El Nacional el 31 de octubre de 2016.
En 2015 comenzó el plan para el “Rescate, ampliación, rehabilitación, repotenciación, actualización y mantenimiento de la infraestructura física del Complejo Cultural Teatro Teresa Carreño”, según indica la Memoria y Cuenta del Ministerio de Cultura presentada en enero de este año ante la Asamblea Nacional. Entre los trabajos que supuestamente se realizaron destacan el “destapado de drenajes en las instalaciones del Complejo Cultural, limpieza y mantenimiento de la sala de máquinas de hidráulicos, cambio de bombillos por ahorradores de energía, para dar continuidad al Plan de ahorro energético que se adelanta en la FTTC, Instalación del equipo compacto del aire acondicionado portátil de 10 toneladas en la Sala José Félix Ribas y Beracasa, además se le instalaron ductos de aire nuevos al equipo, mantenimiento de fachada, limpieza profunda con hidrojet a las vigas, columnas y antepecho del área del estacionamiento en la entrada del Teatro Teresa Carreño y mantenimiento a las UMAS encargadas del buen funcionamiento del aire acondicionado, entre otros”.
El pasado 18 de abril, la lluvia puso de nuevo en aprietos a las autoridades del teatro. A través de un video aficionado que se divulgó en las redes sociales, se conoció de la inundación del proscenio y del foso de orquesta de la sala Ríos Reyna. El agua superó los drenajes, se metió por los laterales de la sala y las taquillas, alcanzando unos diez centímetros de altura. Se mojaron las alfombras, algunas butacas e instrumentos musicales que estaban en el foso.
Las autoridades de la institución se defendieron escudándose en el caudal que bajó por la quebrada Anauco y que siempre ha afectado al teatro. Pero algunos trabajadores de la institución, que prefirieron el anonimato, aseguran que las tres bombas de achique, las cuales deberían sacar el agua inmediatamente, no tenían el mantenimiento adecuado.
La inundación no impidió que continuaran con la programación de la sala. Al día siguiente se estrenó el ballet Coppelia que, entre saltos y piruetas, distrajo al público del olor fétido y a humedad en que estaban sumergidos.
Veto sobre el escenario
El mantenimiento de los 329.338 metros cuadrados que ocupa el Teatro Teresa Carreño siempre ha requerido de una inversión importante. Pero además de los recursos económicos se requiere de voluntad política que trabaje en función de la conservación de los espacios.
“Hace 20 años existían dos gerencias que velaban por la seguridad física del edificio”, comenta el investigador teatral Leonardo Azparren, el último presidente que tuvo el TTC antes de la llegada de Hugo Chávez a Miraflores. “Recuerdo que la mayor parte de los recursos dependían del Estado, pero buscábamos apoyo en instituciones privadas. Un banco financió la renovación de las butacas. La primera fase de este trabajo se realizó con la asesoría de Tomás Lugo, que nos remitió a la fábrica donde se hicieron las originales”.
El mantenimiento, de hecho, fue el tema más importante que abordó Eva Ivanyi durante los cuatro años que estuvo en la presidencia del teatro, entre 1998 y 2003. “En esa época, conseguimos que Pdvsa (Petróleos de Venezuela) nos financiara las obras, que tardaron casi dos años en hacerse. El proyecto se ocupaba desde las impermeabilizaciones del techo hasta la dotación de nuevos equipos para las salas. Llamé al arquitecto Tomás Lugo porque era el que mejor conocía el teatro”.
La opinión de Lugo siempre fue muy importante dentro del teatro, hasta la llegada de José Luis Pacheco a la presidencia de la institución en 2003. Durante siete años el arquitecto original fue vetado de las decisiones que se tomaron en la infraestructura mientras Farruco Sesto se desempeñó como ministro de Cultura. “Él me sacó de varios proyectos. Ese es un resentimiento de vieja data, de cuando nuestro equipo ganó el proyecto del Teresa Carreño por concurso”, declaraba el arquitecto a El Universal el 19 de abril de 2013.
La opacidad del complejo cultural se agudizó durante el largo período de Pacheco. La nueva dirección permitió la transformación del teatro en tribuna política. Los largos mítines de Hugo Chávez les restaron horas a las manifestaciones artísticas. Se dejaron de programar espectáculos con un año de anticipación. La retórica oficialista se mudó a las salas José Félix Ribas y Ríos Reyna.
La corrupción al proscenio
En siete años desalojaron a la compañía Danzahoy de su sede, entraron en conflicto con los trabajadores en varias oportunidades, y se hicieron públicas algunas denuncias de corrupción por parte de los directivos. El deterioro de la infraestructura se agravó en este tiempo, a pesar de que anualmente en el presupuesto se destinaban amplios recursos para su remozamiento. Entre los años 2006 y 2007, por ejemplo, se registraron irregularidades financieras durante la implementación del llamado “Plan de obras extraordinarias”, que contó con un presupuesto de Bs. 20.569.209.997,15 (9.567.073 dólares para la época).
Según consta en el informe de gestión de la Contraloría General de la República de 2010, la Fundación Teatro Teresa Carreño “utilizó recursos provenientes de una rectificación presupuestaria, que debieron utilizarse en la conservación de la infraestructura física del complejo cultural; no ejecutó las obras correspondientes a la construcción de la fase I del edificio anexo, y utilizó en fines distintos los recursos asignados a 4 de 6 contratos destinados a la adquisición de bienes y contratación de obras y servicios, relacionados con la ejecución del Plan”.
No hubo procesados por este caso de desvío de dinero y presunta corrupción. Pacheco renunció a su cargo y le pasó el testigo al ministro Farruco Sesto, quien asumió la presidencia de la institución temporalmente.
En 2011 comenzaron a ejecutarse nuevos trabajos de recuperación y mantenimiento. La nueva administración intentó borrar el pasado inmediato mostrando una serie de trabajos de remozamiento, que incluían la alfombra de la sala Ríos Reyna, los mil metros cuadrados del escenario, la reconstrucción de los baños internos de la tarima, el piso de parqué y la pintura de las paredes. También apuntaron al mantenimiento de los 100 metros cuadrados de las juntas de dilatación de la plazoleta interna, lo que corregiría el problema de las filtraciones en diversas áreas, como el estacionamiento.
Los trabajos fueron anunciados por Joel Tirado, el coordinador general de Gestión Interna de la Fundación Teatro Teresa Carreño para ese momento. El proyecto incluía el mantenimiento al sistema de enfriamiento provisto por agua helada bombeada desde el Centro Simón Bolívar en Parque Central. “Las cúpulas de vidrio que se observan en el jardín interno del área de oficinas y de ensayos, quedarán prácticamente como nuevas. En cuanto al sistema eléctrico e iluminación, se hizo una redotación de bombillos y sistemas eléctricos, especialmente en el área del estacionamiento”, indicó el funcionario en una entrevista que concedió al diario Últimas Noticias en febrero de 2011.
Ese año también se ejecutó la restauración de 1.400 butacas de la sala Ríos Reyna, según consta en el Registro Mercantil de la empresa Naskar Ingeniería, que afirma culminó los trabajos en febrero de 2012.
La triste historia se repite
No han pasado cinco años desde que se ejecutaron estos importantes trabajos y desde la presidencia de la institución vuelve a retomarse el tema de la recuperación de los espacios. “Quizás las butacas han tenido un tráfico superior al que tenían en épocas pasadas, pero ¿qué hay que hacer? Comprar mejores butacas, no cerrarle las puertas a la gente”, se excusaba el presidente del teatro en una reciente entrevista. “Estamos a la espera de sustituir las butacas, tanto de la Sala Ríos Reyna como de la José Félix Ribas”, declaró a El Nacional a finales de octubre de este año cuando limitó la información sobre la restauración al tema de las sillas.
Semanas antes de su fallecimiento, ocurrido el 2 de noviembre, a Tomás Lugo se le vio por los pasillos del teatro aconsejando sobre los trabajos que debían realizarse en los próximos meses. Su prohibición de entrada al teatro se la llevó Farruco Sesto cuando salió del ministerio. Entre los avances que ya se han realizado se encuentra la instalación de una moderna plataforma de sonido, el Sistema de Acústica Variable Electrónica Constellation, que posee 287 cornetas, grandes y pequeñas, que cambió por completo la acústica del teatro.
La infraestructura, sin embargo, sigue adoleciendo el desinterés demostrado por el gobierno por casi dos décadas, que se agrava con la crisis económica. Se quiso conocer más a fondo sobre los proyectos inmediatos que tiene la institución y buscar respuestas a los asuntos pendientes del recinto, a través de una entrevista a su presidente Gustavo Arreaza, pero no hubo respuesta.
La reputación que alguna vez tuvo el Teresa Carreño, como referencia latinoamericana, se ha diluido con el tiempo. Para Eva Ivanyi, el objetivo debe ser uno solo: “El prestigio primero lo tiene que recuperar el país. Y a lo mejor, después, podemos retomar el respeto que tenía el teatro”.
FUENTE: EL ESTÍMULO
17/11/16