No se dejan vencer por los bajos salarios ni la asfixia presupuestaria que han tenido las casas de estudios superiores en Venezuela en los últimos ocho años ni por la migración masiva de estudiantes y educadores calificados. La comunidad universitaria que ha quedado se aferra a su ingenio, resiste y sigue realizando investigaciones científicas, convirtiéndose en agentes de cambio en la sociedad.
Ana Uzcátegui | La Prensa de Lara
La Universidad Central de Venezuela (UCV), Universidad Simón Bolívar (USB), Universidad de los Andes (ULA), Universidad del Zulia (LUZ) y la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) se encuentran entre las casas de estudio superior de mayor prestigio del continente, según el Ranking QS Latin American University 2022, que mide una empresa británica.
Mientras que la Universidad Metropolitana (Unimet) en Caracas, y la UCAB sede Montalbán y su extensión en Guayana acaban de ser elegidas como las universidades más sustentables y están entre las 100 primeras de Latinoamérica, según el Ranking UI Green Metric World University. Además, la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) se convirtió en agosto 2019 en la quinta casa de educación superior del país con más alto nivel académico, según el Ranking Web of Universities Webometrics que se mide semestralmente.
¿Pero, cómo logran sobresalir internacionalmente aún con crisis económica y las políticas públicas del Gobierno orientadas a acabar con las universidades autónomas, experimentales y privadas del país? La respuesta que da Carlos Meléndez, docente de la UCLA y director del Observatorio de Universidades (OBU), se resume en una palabra «vocación». Quienes siguen formando lo hacen más que por un salario, por su deseo de aportar a la superación de los jóvenes, para vencer las sombras y lograr el libre pensamiento en Venezuela.
«Tenemos una universidad, como la UCV que hace poco cumplió 300 años y tenemos tres universidades centenarias que son ULA, LUZ y la Universidad de Carabobo. Además de otro grupo de universidades que son experimentales, que hasta el 2010 escogieron a sus autoridades, entre ellos UCLA, Unexpo, UPEL y la Universidad Simón Bolívar que tienen más de 50 años de fundadas. En todo lo que fue la segunda mitad del siglo XX en Venezuela desarrollaron una infraestructura física, tecnológica y organizativa alrededor de la formación y la generación de conocimiento, que llegado al siglo XXI le permitió contar con una plataforma que a pesar de la política de asfixia, hostigamiento que ha existido en los últimos 22 años ha resistido aun con el enorme deterioro que presentan», exclamó.
Asegura que en todos estos años se crearon pequeñas instituciones de integración interna que hoy son oxígeno para estas universidades y que les ha permitido seguir en pie, sobrevivir y cumplir con los criterios internacionales que exigen para una clasificación mundial.
«Las universidades conservan algunas revistas científicas que se mantienen sobre los hombros de profesores, de investigadores, que de manera individual han podido sostener los repositorios que a nivel internacional sirven para calificar una universidad. También el desarrollo de algunas investigaciones a través de recursos externos que han conseguido para seguir el desarrollo tecnológico y humanístico del país. Esto a pesar del Estado, a pesar del Gobierno», resaltó Meléndez.
En el caso del Ranking QS Latin American University, los criterios de evaluación son la reputación que tenga la universidad en el ámbito académico y entre sus empleados, el alto puntaje que logre en la red internacional de investigación y la cantidad de profesores que tienen un doctorado.
«Los académicos no solamente están en las universidades nacionales por un salario, que desde 2018 a la época se ha desmejorado, sino porque valoran de manera positiva lo que ellos generan para la universidad. El plus colectivo que ellos logran para el desarrollo del país, para el bienestar del país o para la sostenibilidad frente a la autocracia, para la generación de libertades o para simplemente darle oportunidades a la vida de los jóvenes», comunicó.
Ese prestigio también se obtiene, porque un tercio de los profesores de universidades públicas han dedicado su vida completa a la formación académica. De acuerdo con OBU, siete de cada 10 profesores universitarios en Venezuela no se dedican a otra cosa para sobrevivir. Esa es la población más vulnerable en la actualidad, castigada por la emergencia humanitaria compleja de Venezuela.
«Los profesores, de su propio salario han contribuido para el funcionamiento institucional. Hasta hace poco, si había que comprar algunos materiales los ponía el propio cuerpo docente. A pesar que el salario era bajo seguían cumpliendo con sus actividades académicas. El problema es que ahora, además del bajo salario se le incorporó la destrucción del sistema de prestaciones sociales. Es decir, buena parte de los profesores se quedaban en la universidad porque tienen un instituto de previsión que los protegía en términos de salud. Si un profesor tenía una catarata en los dos ojos, el seguro HCM le cubría la operación y no pagaba absolutamente nada. En este momento, la cobertura que otorga el Gobierno no alcanza para nada», así lo indicó Víctor Márquez, presidente de la Asociación de Profesores de la UCV.
Destacó que la UCV en conjunto con la UCAB y la USB mantienen investigaciones, como la Encuesta Condiciones de Vida (Encovi), gracias al financiamiento de organizaciones internacionales. Esta investigación multifactorial es de las de mayor credibilidad del país, que vence la opacidad del Instituto Nacional de Estadística, revelando los niveles de pobreza, nutrición, y económicos de Venezuela.
Unimet es una universidad verde
La Universidad Metropolitana (Unimet), en Caracas, es la casa de estudio más sustentable de Venezuela, porque de acuerdo con el UI Green Metric cumple con seis principios de desarrollo sustentable: Entorno e infraestructura verde, energía y cambio climático, desechos, agua, transporte y educación e investigación.
«Esta universidad cumple con los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) de Naciones Unidas, son 17 objetivos para una agenda 2030, y se les dice a los estudiantes que para graduarse deben presentar su proyecto de grado, tomando en consideración los objetivos de ODS, como crear una tesis para erradicar la pobreza, poner fin al hambre, conseguir la seguridad alimentaria y una mejor nutrición, promover la agricultura sostenible. Garantizar una vida saludable y promover el bienestar para todos, entre otros», comunicó el docente de macroeconomía en esta universidad, Hermes Pérez.
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Con información de La prensa de Lara