El régimen usurpador se atrevió a asomar su cara más cruel durante las más de 120 horas que duró el apagón nacional. Una crisis eléctrica que todavía se mantiene en varias regiones del país, a pesar de las mentiras de los voceros del madurismo. Sólo en las primeras horas se reportaron unas muertes que avergonzarían a cualquier ciudadano responsable, pero no a corruptos e ineptos como estos, que no hacen más que intentar atornillarse más al poder.
Sin embargo, al parecer el apagón no fue suficiente para satisfacer la maldad de quienes usurpan Miraflores. En Caracas, por ejemplo, unos efectivos del FAES, una fuerza policial con denuncias reiteradas de estar puesta al servicio político de la dictadura y de violaciones de los Derechos Humanos, impidió que ingresara la prensa y los médicos que querían ayudar en el Hospital de Niños J. M. de los Ríos. En el estado Lara, otros efectivos del mismo FAES reprimían con armas de calibre homicida en la urbanización José Gil Fortoul, sólo en ese estado se registraron tres asesinatos por la represión. En estados como Apure, Guárico y Barinas, fueron enviadas fuerzas parapoliciales de violentos para que amedrentaran al Pueblo. En Miranda, los cómplices del régimen amedrentaron en comunidades populares como Trapichito, Villa Panamericana y Menca de Leoni. En Caracas sacaron las fuerzas antimotines en zonas como la Av. Fuerzas Armadas. Y en la frontera con Colombia no permitían que los niños que estudian en Cúcuta fueran a seguir recibiendo clases.
No fue todo: hubo más muertos, reprimieron a otros, la tragedia se metió en la vida del Pueblo.
Mientras tanto, el primer jalabolas de Maduro, Vladimir Padrino López declaraba, a través de los medios públicos, que no había nada importante que reportar al país.
Nada importante que declarar. Así de crueles. Así de indolentes. Así de irresponsables. Los últimos ocho días podrían pasar a la historia como La Semana de máxima crueldad en Venezuela.
Atendiendo la crisis, nuestra Asamblea Nacional solicitó la suspensión de los envíos de petróleo y derivados al régimen castrista de Cuba, comprendiendo que en medio de una crisis como ésta era impensable pretender que se siguiera financiando la más dañina de las injerencias en nuestra Fuerza Armada. Y, al mismo tiempo, Estados Unidos sancionó al Evrofinance Mosnarbank tras demostrar que funcionó como mampara para la corrupción y el lavado de dinero robado a nuestra Nación.
Seguía pudriéndose la comida que con esfuerzo habían comprado las familias venezolanas.
Seguía muriendo nuestra gente en los hospitales.
Seguía sin llegar la luz.
Sin luz y sin agua, la protesta convocada por nuestro Presidente encargado Juan Guaidó para el 12 de marzo, en horas de la tarde, se tradujo en una ratificación de cuánto cambió el mapa político de Venezuela. En todos lados, y sin poder reprimir por la poca tropa y los asesinos a sueldo contratados como paramilitares, en el país entero la gente salió a protestar ahí, en su calle, en su avenida, en su parroquia.
Cada quien en su lugar, pero por los derechos de todos.
Y aunque hubo asedio en sitios como el Hospital Pérez Carreño y represión en lugares como Monagas, Terrazas del Ávila o la Autopista Gran Mariscal de Ayacucho, el régimen tuvo que aguantar callado que las protestas y el repudio a Nicolás Maduro y sus cómplices se pusiera en manifiesto en cada una de las zonas populares en las cuales todavía pretenden extorsionar al Pueblo con una caja de comida.
El asunto es que el apagón seguía ahí, convertido en una de las más grandes y más asesinas de las demostraciones de corrupción, inoperancia y maldad del régimen saliente.
Y la gente no sólo estaba sin luz: se había quedado sin comida, sin dinero, sin agua.
Cuando la gente de Caracas amaneció viéndose obligada a recoger agua a las orillas del Guaire, el mundo libre entendió que llegamos a un punto límite que determina que la salida de Nicolás Maduro del poder no tiene retorno. Hasta policías, soldados y guardias nacionales recogieron aguas a la orilla de un río que volvió a convertirse en una metáfora que traduce la crueldad del madurismo.
Entonces, el desespero tomó nuevas formas. Zulia. Bolívar. Carabobo. Anzoátegui. Miranda. Aragua. Mérida. Portuguesa. Monagas. Sucre. Y hasta Delta Amacuro. En todos lados había saqueos o conatos de saqueos o eventos de orden público vinculados con las consecuencias de un régimen que durante cinco días se dedicó a mentirle al Pueblo, para no asumir que durante años se robaron el dinero que debió destinarse a asegurar el bienestar y el progreso de la gente.
Hay que recordar que, con el país así de encendido, llegó a Caracas la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU que la expresidenta Michelle Bachelet ordenó. Con un apagón nacional. Con saqueos. Con personas recogiendo agua a la orilla del Guaire. Y con algo aún más patético: una cadena nacional que se convertía en la primera aparición del irresponsable de Nicolás Maduro, donde llamaba a sus paramilitares violentos a ir en contra de quienes quisieran manifestar su descontento y diciendo que tenía en sus manos a dos presos que, sin ningún tipo de investigación ni juicio, estaban acusados de haber ocasionado el apagón.
Aún con una comisión de la ONU en el país, toda la comunidad periodística estaba denunciando la desaparición del periodista, defensor de Derechos Humanos y activista Luis Carlos Díaz y de un trabajador de Corpoelec de la región de Guayana llamado Geovany Zambrano.
Yo no sé si ellos lo interpretaron así, pero lo que sucedió con Luis Carlos y con Geovany podría haber sido interpretado como un reto de la dictadura a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, al atreverse a cometer esos desmanes. El asunto es que todo esto lo hicieron mientras mandaban a pintar hospitales y le armaban un espejismo sanitario a los visitantes.
La cosa está clarita: en Miraflores están fragmentados, en los pasillos lo que se oyen son voces cansadas de las tropelías de Maduro y su pequeña cúpula. Se oye que cada quien está intentando ver cómo defiende lo suyo y a quién puede llevarse por el medio, que es cómo se comportan las dictaduras cuando ya están agonizando y preparando la huida.
Cada uno por su lado: algunos disimulando y otros quemando las naves, pero sin apoyo a la cadena de mando. Y muchos siguen actuando y aparentando pero andan por su cuenta. Quizás sin medir que con eso están comprometiendo al régimen completo o, quizás, haciéndolo adrede para hundirlo.
Y aunque Luis Carlos Díaz haya sido “liberado”, gracias a la manera en la que el gremio periodístico y la comunidad digital subió el costo político de esta fechoría del régimen, Geovany Zambrano sigue siendo víctima del desmán. Así como el periodista polaco Tomek Surdel fue agredido de manera inhumana por unos efectivos de la FAES. Así como Rafael González hoy está preso, sin que nadie dé cuenta de él y con claras amenazas de funcionarios que defienden la canallada de un régimen usurpador y asesino, que es capaz de matar gente a tiros o dejándola morir en un hospital.
Esa Comisión que vino aquí a revisar los Derechos Humanos fue retada claramente por la dictadura, porque todo lo que he podido recordar en este texto sucedió en menos de una semana. Entre otras cosas, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa denunció que al menos unos cuarenta periodistas han sido apresados, amenazados o impedidos de su trabajo en lo que va de 2019. Y eso se suma a la cantidad de presos políticos que la dictadura mantiene, en una suerte de puerta giratoria por al cual siguen saliendo pocos y entrando más.
Cuando Nicolás Maduro se atrevió a volver a hablarle al país ni siquiera mencionó a los presos que había expuesto, ufanándose de su poder violento, en la cadena anterior. Siguió mintiendo y siguió burlándose de la gente, al ofrecerles tanques de agua y recomendarles que compraran velas y linternas, dejando en claro que no están dispuestos a cuidar al Pueblo y que lo único que quieren es mantenerse atornillados ahí.
El asunto es que para eso necesitan Pueblo, credibilidad y dinero. Y los usurpadores están cada vez más solos, mientras que la Asamblea Nacional sigue acertando en la ruta que han trazado. Sin embargo, no cometamos el error de dejarnos distraer: es urgente pelear por la libertad de todos los Geovany, todos los Rafael, porque la Libertad de ellos también es la nuestra.
Yo confío en que la Comisión de la ONU no se haya dejado engañar por los manipuladores escenógrafos encargados de inventar una normalidad que no existe. Imagino que sabrán que así operan los totalitarismos más crueles, de modo que estaré atento a sus informes. Pero no podemos depender de una carpeta que están armando en una oficina de la ONU: gritemos por la libertad de nuestros presos políticos y por cada una de las conquistas trazadas en la ruta por nuestra Asamblea Nacional.
El cese de la usurpación garantizará la Libertad de nuestra gente. Y sólo será una realidad forjándola en las calles. Hemos estado ahí muchas veces, pero así es este tipo de lucha. No se puede abandonar el reclamo, la exigencia por la solución. El Pueblo que más sufre sigue siendo el que tiene el poder para que la pesadilla termine. ¡Así que no salgamos de las calles en defensa de nuestros derechos constitucionales! Que siga la lucha por lo que nos corresponde. Y hagámoslo juntos, con disciplina política y con la fe puesta en que estamos haciendo lo correcto y lo justo: devolverle la Democracia a Venezuela.
Yo sé que ha sido muy largo, muy doloroso, a veces sentimos que nos falta incluso hasta el aire para continuar, pero este es nuestro país, nuestro futuro y nos toca seguir hasta vencer. Cuando escribo estas líneas ya se ha normalizado bastante el servicio de la electricidad, no sabemos por cuánto. Ahora, la luz todavía no ha llegado, pero llegará. ¡Estoy convencido que esa luz llegará al Pueblo venezolano! ¡Seguimos!
¡Qué Dios bendiga a cada uno de ustedes!