Desde la época de la colonia hasta nuestros días la parroquia San Bernardino ha experimentado diversas transformaciones, desde grandes haciendas cafetaleras hasta convertirse en una de las urbanizaciones más modernas de la urbe. En 1940 comenzó la construcción de edificios residenciales y centros de salud, acogiendo a buena parte de la comunidad judía emigrante de europa después de la Segunda Guerra Mundial.
En su área geográfica operan las oficinas centrales de Corpoelec, el Hospital de Clínicas Caracas, el J.M de los Ríos, la Comandancia General de la Armada; el Hotel Ávila, la Unión Israelita, la Quinta Anauco, una de las casas más antiguas que data de 1632; además, de locales comerciales emblemáticos como Crema Paraíso inaugurado a finales de los años 50. Otro de los locales de relevancia es el Bodegón Rey David, el cual mantiene 39 años de servicio ininterrumpido con gran variedad de productos de todas partes del mundo.
Dentro del perímetro de la urbanización se ubican 11 sectores populares, con al menos dos edificaciones de Misión Vivienda. Según datos de los vecinos, en la urbanización habitan actualmente unas 30 mil personas, alberga unas 75 instituciones educativas, así como museos y centros culturales.
Como consecuencia del tiempo y de la inacción de las autoridades el brillo propio que por décadas le caracterizó se ha ido opacando, situación que es constatada por quienes hacen vida en tan importante zona.
Carlos Calderón, con más de 18 años residiendo en el sector, afirma que la inseguridad es el principal problema que afecta la sana convivencia. «Los arrebatones y los robos están a la orden del día sobre todo en la avenida Cajigal, avenida Altamira y Manuel Felipe Tovar. De nada han servido los módulos de Patria Segura porque el hampa no descansa».
La señora María Herrera detalló que las avenidas: Altamira, Peñalver y Anauco son intransitables. «Cráteres y huecos de todos los tamaños afean nuestra urbanización y la alcaldía no atiende la situación».
«La Suiza»
Esta pastelería icónica de la zona fue fundada en San Bernardino por un suizo (de allí su nombre), en 1955, y desde entonces intenta mantenerse con muy pocos cambios, a fin de ser fiel a su historia desde el primer día de su apertura con las recetas que se mantienen desde sus comienzos. Cada dulce y cada especialidad que sale de su cocina es testigo fiel de su tradición. Actualmente pertenece a Luciano Soto, quien trata de mantener los costos pese a las dificultades económicas.
En horas de mediodía ofrece almuerzos con sopa, seco y jugo por un costo de 3.500 Bs, El kilo de torta se despacha a 13.770 Bs; mientras los dulces grandes tienen un costo de 2.000 Bs, y los de copa en 2.500 Bs. Margarita López, cliente de la panadería expresó que lo que más disfruta es la calidad. «Acá puedo venir y disfrutar de una buena comida o un postre de calidad, eso para mi es fundamental. Yo seguiré viniendo siempre para este lugar por su atención esmerada que pocas veces se siente en otros lugares de la ciudad. Para mi no hay un mejor punto que no sea esta panadería», relató.
Fuente: El Universal
Fecha: 20 de enero de 2017