En Venezuela comprar gasolina es una tarea titánica. En Valencia, antes una industrializada e importante ciudad del centro del país, las personas hacen dos semanas de cola, a 32 grados centígrados, para comprar algo de combustible. Muchos son taxistas que han perdido su fuente de ingreso.
Conseguir gasolina en Venezuela se ha vuelto una tarea de héroes, especialmente en las provincias. En el estado Carabobo, un estado antes industrializado ubicado en el centro del país, hacen filas de hasta 15 días para comprar un poco.
“Esto es una cosa de locos. No queda más remedio que aguantar hasta que amanezca el día en que pueda uno llenar el tanque, si es que hay suerte. Si no, nos venden 20 litros solamente”, explicó José Morales, que ha recorrido varias estaciones de servicio hasta que decidió permanecer en la fila todo el tiempo que sea en la gasolinera en Guaparo, Valencia.
Cuando conversamos con Morales, soportaba en la cola una temperatura de 32 grados centígrados el viernes 22 de mayo en la zona de La Viña, en Valencia, capital de Carabobo, al mediodía. Mientras tomaba agua a pequeños sorbos agregó que cada dos días atienden a 150 carros, en promedio. Luego marcan con números en el parabrisas para la próxima jornada.
El procedimiento se repite y se repite. En su caso, ya lleva 13 días a la espera del combustible.
“No nos dejan pernoctar aquí”, destacó. “Eso significa que uno se va y regresa al día siguiente. Ya sabemos que nos toca traer bastante agua, nuestra comidita y cerros de paciencia. Esto se ha vuelto un conflicto interno entre querer rebelarme contra la humillación y aceptar que es lo que hay”, dijo con cara de resignación Morales, trabajador independiente de 39 años que es sostén de su familia de cuatro miembros.
Aguantar lluvia y sol
Un poco más adelante en la cola, estaba Orio Caprara: “Los que estamos acá tenemos hasta 15 días o más. Meten entre 100 y 150 carros cada vez que abren la gasolinera. Luego nos remarcan los vehículos (…) No nos quedamos en la cola, cada quien se lleva su vehículo hasta las 4 o 5 de la madrugada, cuando volvemos a formarnos en la fila”.
En el caso de Caprara, su carro está sin nada de gasolina. Consiguió guardarlo en un garaje cercano y tiene tres litros de gasolina para que cuando le llamen, tenga cómo avanzar hasta la redoma de Guaparo.
“Yo tengo una camioneta para trasladar alimentos y me dedico al comercio. Pero ya llevo casi dos meses sin poder trabajar y eso me preocupa. De mí depende mi familia: mi esposa, mis dos hijas y mis padres mayores de 75 y 90 años”, narró mientras se ajustaba el tapabocas que con el calor se vuelve un elemento perturbador.
En los alrededores de la estación hay varias filas. Se desprenden como laberintos, pero se notan un poco más ordenadas que durante las semanas pasadas. También abundan los funcionarios de cuerpos de seguridad. Algunos muestran rostros de cansancio y hastío. A todos la crisis les golpea, en mayor o menor medida. “Avance, por favor”, ordenó un soldado a quienes ya se acercaban a la gasolinera. Es la devastadora realidad que se instaló en la Venezuela del siglo XXI.
Las consecuencias de la destrucción de Pdvsa
“Como tenemos hasta 15 días en la misma cola, uno aquí ya se siente como en familia. Nos damos apoyo y guáramo (valor). No vamos a pagar gasolina en dólares. Si ni siquiera estamos produciendo, cómo vamos a conseguir divisas. Aguantaremos, con lluvia y sol. Y sepa que no creemos en eso de que este rollo es por las sanciones del gobierno gringo. Este gobierno destruyó Pdvsa y estas son las consecuencias”, recalcó Luis Pérez, en la estación de la avenida Paseo Cuatricentenario de Los Nísperos en Valencia, donde también las colas serpentean por varias calles para encontrarse cerca de la bomba.
Unos días atrás, precisamente en los alrededores de esa estación, se produjo una protesta de conductores que denunciaron irregularidades con el suministro de combustible. Allí tenían colgadas hamacas, mantenían almohadas y sábanas en el interior de los carros y cavas con hielo para el agua. Al día siguiente de la manifestación, fueron desalojados con el pretexto de que las 16 estaciones de servicio que mantienen abiertas para surtir de gasolina en Carabobo, son para los sectores considerados priorizados.
“Nosotros queremos que alguien nos de una respuesta concreta. No nos vamos a mover de aquí (…). Esta cola es de más de 1000 carros. Lo que queremos es echar gasolina”, enfatizó Pedro Castro, un taxista que ha intentado por más de un mes llenar el tanque de su pequeño carro, un Chevrolet Aveo 2008. “Sin gasolina no trabajo y tampoco como”.
Para otros, las colas han servido para ganar un dinero extra. Rubí Acosta vende helados caseros y jalea de mango a los que hacen esas enormes filas de hasta 15 días en la estación de La Emboscada en Guacara.
Heladitos a pleno sol
“Tengo dos niños, una de ocho años y el otro de cuatro. Somos cuatro, mis dos niños, mi esposo y yo. Él se queda con los niños para cuidarlos, mientras salgo a vender los heladitos a 20.000 bolívares (0,10 centavos de dólar) cada uno. Me ha resultado. Lo que ocurre es que nunca había trabajado. Mi esposo es taxista y él llevaba el sustento, pero ahora, sin gasolina, se vuelve complicado”, contó Rubí Acosta, mientras entregaba unos helados de frutas a dos personas que le compraron.
“A veces me deprimo, pero confiando siempre en Dios, plenamente, para que nos provea de los alimentos. No es fácil”, añadió la mujer.
Todo «fuera de servicio» en las refinerías
En Venezuela no es nueva la crisis por la escasez de gasolina, especialmente en estados como Táchira o Zulia. Pero con la llegada de la cuarentena por el coronavirus, el problema aumentó.
Las refinerías del país no producen lo requerido por el mercado interno nacional, según han explicado expertos en el área.
Emilio Herrera, ingeniero y exgerente del Centro de Refinación Paraguaná (CRP), dijo que la situación crítica que existe para garantizar el suministro de combustibles líquidos, especialmente gasolina, se veía venir, debido a la paralización de las refinerías en esta nación que pertenece al grupo OPEP.
Recordó que la gasolina se produce con una receta que incluye nafta catalítica, alquilato, butano, pentano y dos aditivos para adecuar el octanaje.
“En la refinería de Amuay, en Falcón, el flexicracking, que es una unidad de conversión media, está fuera de servicio. La Unidad de Alquilación está fuera de servicio. El flexicocking está fuera de servicio, igual que el delaycocking», señaló.
La misma situación, idéntica, se replica en la refinería Cardón. «Actualmente se hacen esfuerzos para ver si pueden poner en servicio en flexicracking allá. Para eso, el gobierno de Nicolás Maduro ha tenido que echar mano de ciertas técnicas de Irán”, refirió el especialista.
Herrera además agregó que debe quedar claro es que el catalizador que utilizan las unidades de flexicracking es uno que se manufactura con exclusividad en California, Estados Unidos, específicamente en Exxon Mobil.
“Por lo tanto cualquier otro catalizador que se importe, podrá poner la unidad en servicio, pero los rendimientos y calidad de los productos va a dejar que desear”, agregó
De igual modo explicó que las gasolinas, al ser recetas, se formulan de acuerdo con las características del parque automotor de cada nación en particular. “En Estados Unidos, las gasolinas que se utilizan en verano son diametralmente opuestas a las que se utilizan en invierno, en primavera o en otoño”.
A su parecer, lo que debió importarse son los componentes para hacer aquí la gasolina, pues las que se producen en Irán o Rusia no reúnen las características propias del parque automotor venezolano.
“Tarde o temprano los motores tendrán que anillarlos, las empacaduras cederán, las partes metálicas que no deben estar en contacto se pondrán en contacto. Habrá problemas de mal funcionamiento”, sostuvo Herrera.
Paupérrimas refinerías
Herrera explicó que el CRP es el centro de refinación por excelencia de la República, porque entre las refinerías de Amuay y Cardón, cuando estaban operativas las unidades, en un solo día podían procesarse hasta un millón de barriles de crudo. Ello garantiza un rendimiento de entre 400.000 a 500.000 de barriles de gasolina por día.
En tanto que la refinería El Palito, en Carabobo, no llega a una capacidad de 300.000 barriles de crudo. “Poniendo operativa por completo la Refinería El Palito, daría combustible para Carabobo y parte de Aragua, no más”.
Mientras que la refinería de Guaraguao, en Puerto La Cruz, está en capacidad de suministrar combustible para Anzoátegui, una parte del estado Sucre y, si queda, puede llegar al sur en Bolívar y Nueva Esparta.
“Si no están en servicio Amuay y Cardón, que forman parte del CRP, Venezuela quedará en minusvalía energética”, concluyó.
Así que, si no están operativas, las colas de hasta 15 días seguirán.
Buques de Irán
El gobierno de Nicolás Maduro anunció que espera la llegada de cinco buques cargados de gasolina desde Irán. El primero de los cuales podría arribar mañana 24 de mayo. Se especula que entrará por la costa de Anzoátegui.
Maduro ordenó a su ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, que escolte a las embarcaciones. Padrino López aseguró que serán custodiados por “naves, buques y aviones de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para darles la bienvenida”.
¿Con esos buques se acabarán las largas colas de hasta 15 días para echarle gasolina a los automóviles? El ciudadano común lo duda.
Con información de El Estímulo