Los datos de desnutrición que ofreció Cáritas en septiembre son respaldados por la Fundación Bengoa que ha encontrado índices incluso más elevados en parroquias pobres de Caracas, Maracaibo, Aragua y Carabobo. En algunas zonas la desnutrición afecta a un tercio de la población infantil
Los 12 kilogramos que rebajaron, en promedio, los venezolanos en 2016 no se recuperaron. Al contrario, durante este año la pérdida de peso se acentuó al menos 2 kilos más, de acuerdo con una encuesta rápida aplicada por la nutricionista de la Fundación Bengoa, Maritza Landaeta, en el municipio Baruta de Caracas, cuyos resultados compartió este miércoles durante el foro Alimentación en emergencia humanitaria organizado por la ONG Amnistía Internacional.
El sondeo informal da indicios de la profundización de la crisis alimentaria que podrá observarse con rigurosidad cuando se totalicen los datos obtenidos en la Encuesta de Condiciones de Vida 2017 que ya es analizada por las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello junto a Bengoa.
Landaeta advirtió que los altos índices de desnutrición, que según el último monitoreo de Cáritas se ubican en 14,5% de los menores de 5 años, no aparecieron repentinamente. De acuerdo con un estudio realizado en 2008 en niños en edad preescolar de una zona periurbana de Maracaibo, la desnutrición leve se presentaba en 14,6% de las personas estudiadas. En los años siguientes los niveles bajaron unos puntos hasta volver a repuntar en 2016.
En otro sondeo realizado El Hatillo y Chapellín, en Caracas; Cagua, en Aragua; y Guacara, en Carabobo, la Fundación Bengoa encontró una incidencia de malnutrición muy similar a la que ha revelado Cáritas durante este año: la desnutrición aguda (pérdida de peso) va del 3,3% al 14% según la localidad, y la crónica (pérdida de talla) alcanza hasta 27,7% en zonas como El Hatillo.
Landaeta cree que la explicación a las consecuencias de la precariedad en la alimentación se vincula a la “caída aparatosa de la producción nacional, al caos nacional producto de expropiaciones y controles excesivos, a la inflación, la escasez y el desabastecimiento, y a la utilización de los alimentos como comprador de votos”.
Las Encovi registran un aumento exponencial de la pobreza. En los últimos 2 años, la pobreza por ingresos pasó de 48% de la población a 81,8%.
“El consumo de todos los alimentos cayó en dos años, excepto los tubérculos y las hortalizas. Los venezolanos perdieron la posibilidad de aunque sea comer un huevo. Los pediatras lo recomendamos porque es fuente de proteínas. Los lácteos, las leguminosas, el pollo, las carnes y las grasas cayeron más de 30%”, dijo.
Aquellos en pobreza extrema se llenan con harinas, hortalizas, arroz y tubérculos. “Esto es una tragedia y hay que detenerla”.
Landaeta recordó que la desnutrición en niños en crecimiento puede causar daños cerebrales irreversibles que afectan el desarrollo hasta de dos generaciones.
Campos secos y producción al mínimo
El privilegio de las importaciones sobre la producción nacional “destruyó el aparato productivo venezolano” y dejó al país en medio de una inseguridad agroalimentaria.
“Hablar de seguridad agroalimentaria pasa porque todos siempre tengamos acceso físico, social, económico a alimentos suficientes e inocuos”, explicó Nhelsyr González, de la organización Acción Campesina.
González aseguró que la producción se desaceleró por falta de semillas e insumos para las cosechas, inseguridad en las fincas y servicios como agua y transporte colapsados.
Publicado por El Estímulo
16 de noviembre de 2017