Aunque en el último año el Gobierno ha permitido una flexibilización del control de precios, en la utilización del uso del dólar para fijar el valor de los productos y realizar pagos, y además se han abierto bodegones con los anaqueles repletos de alimentos y bebidas importadas en las principales ciudades del país. Economistas y sociólogos aseguran que la población venezolana sigue experimentando un deterioro gradual de su calidad de vida, que la mantiene muy alejada de alcanzar la estabilidad económica de hace 22 años.
Carlos Paredes es jubilado de educación y ahora que debería vivir sus años dorados descansando y sin sobresaltos, pasa más trabajo que cuando estaba activo laboralmente. Relató que una de las mayores mortificaciones que tiene es que debe levantarse todos los días a las siete de la mañana, caminar 15 minutos desde la urbanización Las Mercedes hasta la estación de rebombeo de Hidrolara «El Recreo» en Palavecino, y llenar varios bidones de agua porque a su casa no llega el servicio desde hace dos años. «Intentamos sobrevivir todos los días. Las fallas en los servicios públicos son una constante, no me llega el agua por tubería, pero tampoco tengo gas doméstico desde hace seis meses, y si hablamos del salario me pongo a llorar, porque no gano al mes más de 20 dólares». Así resume el profesor titular universitario las desgracias que padece.
De acuerdo con el último informe del Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos, del 5 de agosto, el 62,6% de la población no recibe agua por tubería regularmente, valorando el servicio negativamente, siendo Barquisimeto la tercera ciudad del país con más fallas. En cuanto al gas doméstico, el 34% de los ciudadanos manifestó que recibe los cilindros de gas una vez cada tres meses, y por eso muchas personas deben recurrir a cocinar con leña, como ocurría a principio del siglo XX. Las fallas en el servicio eléctrico por las fluctuaciones constantes y los cortes de varias horas afectan al 56% de los venezolanos.
Gerardo Álvarez, economista, explicó que uno de los indicadores determinantes para medir la calidad de vida de las personas es el acceso que tienen a los servicios públicos, y en Venezuela son precarios desde el año 2006. «En el caso del acceso al internet que es básico para comunicarnos, el país registra una de las conexiones más lentas del mundo», manifestó.
Una segunda variable que impide el desarrollo de los venezolanos es el acceso a la salud pública que tienen niños, adultos y ancianos. Hospitales y ambulatorios en el país se encuentran colapsados, sin insumos ni medicamentos necesarios, y con un déficit de personal calificado que les impide brindar una atención de calidad.
Álvarez también cuestionó el acceso a la educación pública en Venezuela, haciendo referencia a la reveladora Encuesta del Observatorio de Universidades (Enobu 2021), publicada el 19 de agosto, en el que se señala que el 68% de los profesores y el 62% de los estudiantes han pensado en abandonar las universidades en pandemia. Ese mismo trabajo detalla que «85% de los docentes y 75% de los alumnos manifestaron que la institución de educación superior donde se desenvuelven está estancada o en retroceso».
«Una persona tiene calidad de vida cuando tiene la posibilidad de recrearse, de salir de vacaciones cada año y de tener los recursos para costear esos gastos. Según la Encuesta Condiciones de Vida (Encovi), el 96% de la población venezolana es pobre por ingreso; es decir, no tiene la capacidad de salir a recrearse», apuntó el especialista financiero.
Según el Observatorio Venezolano de Finanzas, el Índice Nacional de Precios al Consumir y la Canasta Básica de julio 2021, registró que el rubro de esparcimiento tuvo una inflación del 13,7% con respecto a mayo, y que una sola persona para ir al cine requería más de 54 millones de bolívares o 13 dólares. Es decir, alrededor de ocho salarios mínimos.
«La misma encuesta Encovi refleja que el 80% del país tan sólo hace dos comidas diarias. Lo que representa que tampoco los ciudadanos tienen acceso a los alimentos, porque al menos un 60% de la población sobrevive con un salario que no supera los cinco dólares, pero más dramático es saber que el 30% de los niños menores de 5 años en Venezuela tiene desnutrición crónica», exclamó Álvarez.
Un país en recesión
Tanto la Unicef, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional, han registrado que Venezuela lleva siete años consecutivos con un decrecimiento de su producción de bienes y servicios, perdiendo el 83% del tamaño de su economía en los últimos siete años.
«Hasta el Banco Central de Venezuela (BCV) ha tenido que admitir que Venezuela sigue en recesión, más cuando la renta petrolera venezolana no cubre las necesidades presupuestarias de la nación, y constantemente el Gobierno tiene que solicitar créditos o ayudas a China, Irán y Rusia para sostenerse financieramente. Eso es un reflejo claro que la economía venezolana ha decaído», indicó Dioni Salas, sociólogo y jefe de la cátedra de Problemáticas Socioeconómica de la Universidad de Oriente, en el estado Sucre.
Pierden la vida
Hasta cinco días en una cola es lo que tardan conductores de Lara para abastecer sus carros de gasolina. Oscar García duerme sobre una colchoneta a la intemperie, ha dejado de trabajar a diario y de pasar tiempo con su hijo de cuatro años por esperar un cisterna de Pdvsa. «Estamos peor que en el año 2002 cuando ocurrió el paro petrolero, para no hacer cola la gente tiene que pagar el combustible hasta en 1,5 dólares a los bachaqueros, esta situación nos está robando tiempo de calidad», alegó.
Con información de La Prensa de Lara