El salario mínimo mensual en Venezuela cubre el 1,1 por ciento de la canasta básica alimentaria, según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores, una asociación civil que analiza el universo sociolaboral del país desde hace 43 años.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reportó en julio pasado que la subalimentación en Venezuela aumentó casi cuatro veces entre 2012 y 2018 y advirtió que 6,8 millones de venezolanos no pueden alimentarse.
En ciudades como Maracaibo, en el occidente del país, fronteriza con Colombia, es común que ciudadanos pongan a la venta sus pertenencias en urbanizaciones de clases media y baja, cazando clientes que transitan a pie o en sus vehículos.
Las ventas de garaje en Venezuela no son un fenómeno nuevo.
El país, rico en hidrocarburos, atrajo a miles de trabajadores estadounidenses de compañías petroleras durante décadas. Gracias a ellos, se pusieron de moda costumbres como las ventas de garaje para renovar mobiliarios o financiar mudanzas.
Ellas tomaron auge desde 2015 con un tono diferente, sin embargo, desde que inició la ola migratoria de centenares de miles de venezolanos hacia otros países.
La mayoría vendía ropas, maquillajes, antigüedades y todo tipo de herencias familiares, como joyas, para cubrir los gastos de viajes y mudanzas al exterior.
En los últimos tiempos, a medida que la crisis económica arreció, el propósito de esos comercios caseros dio su enésimo giro: es vender para poder comer.
Gustavo Machado, economista y profesor de la Universidad del Zulia, explica que es una práctica comercial que busca paliar la crisis financiera que atraviesa el país.
“Dada la insuficiencia de sus ingresos, los ciudadanos se ven obligados a liquidar sus activos para tener recursos para satisfacer sus necesidades”, detalla.
En la ciudad, operan desde hace años mercados en avenidas principales, como El Milagro y La Limpia, donde centenares de personas alquilan entre viernes y domingos un puesto para ofrecer sus productos, generalmente usados.
Lo curioso de los últimos tres años es que centenares de venezolanos decidieron abrir de manera permanente las puertas de sus casas para vender lo que tengan a mano.
Esas ventas de garaje están disponibles la mayoría de los días de la semana. La mayoría de los pagos se realizan con monedas extranjeras, especialmente con dólares en efectivo. Las transacciones en bolívares son poco apetecibles.
“La devaluación de nuestra moneda es triste. La cara de Bolívar da lástima”, ironiza Ricardo, de 55 años, quien desde 2016 vende todo tipo de artículos en el frente de su casa en el sector 18 de Octubre.
Su exhibición es quizá la más variopinta de la zona norte de la ciudad: tiene una jaula de pájaros; una guitarra acústica; una carretilla para construcciones; dos raquetas de tenis; un carrito de juguete a control remoto; y salvavidas para transportes lacustres.
Con información de La Voz de América