La conflictividad de baja intensidad marca la vida cotidiana de los venezolanos frente a la virulencia del pasado. En lo que va de 2018 se han contabilizado más de 5.000 manifestaciones, el 80% de ellas para exigir derechos sociales como comida, agua y salarios dignos.

Caracas ha sido un hervidero de descontento en las últimas semanas. Los pensionados protestaron frente a las agencias bancarias en reclamo porque recibieron su remuneración incompleta por la escasez de billetes. La molestia de los ancianos se sumó a los de vecinos que trancaron las calles por las fallas en el suministro de agua en La Vega, El Paraíso y la avenida Andrés Bello. Investigadores del IVIC, trabajadores de las empresas estatales de electricidad y telecomunicaciones y de los hospitales también salieron para exigir salarios dignos. Por lo menos 15 focos complicaron la rutina de la capital venezolana, donde las protestas se cruzaron de una calle a otra.

En los últimos meses la conflictividad se ha multiplicado en todo el país hasta alcanzar una cifra récord: en el primer semestre de 2018 se contabilizaron 5.315 protestas, un número que supera las 4.930 registradas en el mismo período del convulso 2017, cuando el país se encendió en marchas contra los ataques del Supremo, adosado al gobierno de Nicolás Maduro, a la Asamblea Nacional.

El año pasado fue el de más protestas, hubo un poco más de 9.000, pero este 2018 podría romper ese récord tal como se ha visto en el primer semestre. Cada día se producen 30 protestas en Venezuela y 8 de cada 10 tienen que ver con derechos sociales. Aumento de los precios, escasez y desabastecimiento de alimentos, crisis de los servicios y del sistema de salud y ahora los bajos salarios son los principales motivos.

Hemos visto a enfermos crónicos como los pacientes con párkinson que han tenido que salir a la calle a exigir medicinas. Esto habla de un colapso del Estado y de una posición indolente del gobierno frente a la situación de los venezolanos”, explica Marco Antonio Ponce, coordinador del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, que monitorea el malestar del país desde 2011.

Ponce señala que el panorama que se vive en Venezuela es el de una emergencia humanitaria compleja, distinto en sus detonantes al de una crisis humanitaria. “Acá no hemos pasado por un desastre natural o una guerra, sino que las decisiones políticas son las que han llevado a esta situación que va a empeorar porque no vemos que de parte de los responsables haya intención de hacer correctivos.

Que una y otra vez los vecinos, los enfermos y los trabajadores salgan a protestar indica que el gobierno es incapaz de darles respuestas, porque solo está enfocado en mantenerse en el poder. El índice es tan alto porque el Estado no responde y la protesta es la herramienta histórica de lucha que han tenido los pueblos para conquistar derechos. A esta altura de la ruptura democrática, la gente no tiene otra opción”, añade el activista de derechos humanos.

Con información de Descifrado

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