La tragedia económica de Venezuela es tan grande y acelerada que cuando termine 2019 este será el segundo país más pobre de América y el Caribe, después de Haití, según proyecciones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y cálculos de economistas. El desastre se gestó mucho antes de las sanciones de Estados Unidos contra Nicolás Maduro.

Caravanas de vehículos de la Cruz Roja Internacional distribuyendo ayuda humanitaria, centenares de personas haciendo filas en pos de unas pastillas para desinfectar agua de beber; miles de desplazados y refugiados allende las fronteras, ciudades completas hundidas en la oscuridad y el calor, familias comiendo de la basura; campos abandonados; fábricas y centros comerciales enteros cerrados, son hoy la viva estampa de un país que parece fue arrasado por una guerra.

La mala noticia, es que de acuerdo a las evidencias, esto no es un escenario temporal, coyuntural, sino que es apenas la entrada a una nueva fase en el hundimiento del sueño americano del sur, cuyas estructuras  comenzaron a naufragar con el populismo chavista.

“La caída del producto en Venezuela ha sido uno de los más grandes registrados en la historia. Tenemos -18% para el año anterior, -25% quizás más para este año”, señaló recientemente el economista Alejandro Werner, director del Departamento para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional, en una rueda de prensa sobre las perspectivas de la economía global.

“Ha sido una caída tremenda de la producción petrolera, el sector no petrolero también está colapsado”, agregó para observar que aparte del factor de inmigración, no se esperan mayores impactos en la región, “ya que el comercio y todos los demás flujos están ya absolutamente casi a cero”.

Este es un país aislado, con poco intercambio comercial y económico con sus vecinos y antiguos socios tradicionales.

Desde 2018 Venezuela ya está entre las cuatro naciones más pobres del Hemisferio, seguida por Nicaragua, Honduras y Haití. Pero con el nuevo colapso del Producto Interno Bruto (suma total de riqueza generada por una economía cada año) previsto en torno a 30% en 2019, a la fecha es inevitable que continúe el desplome generalizado.

Mucho antes de las sanciones comenzó este desplome de unas bases de barro. Su máximo responsable se llama Nicolás Maduro, pues desde que en 2013 comenzó el mandato, el heredero de Hugo Chávez ha dicho públicamente que él en persona es el responsable del manejo de la economía y del diseño de la reformas que han sido aplicadas.

No hay país en el mundo, en tiempos de paz o de guerra con una caída tan vertical de su economía, de manera sostenida durante tantos años en la historia reciente.

Todos los principales indicadores económicos disponibles a la fecha revelan el deterioro sin freno. Más allá de los números, la brutal realidad es que este colapso está matando a miles de personas por enfermedades que se hubieran podido prevenir y tratar en un país en condiciones normales; por desnutrición crónica, o por el deterioro general de las condiciones de vida.

Ya en 2017 la tasa de muertes de niños menores de cinco años en Venezuela fue de 30,9 por cada mil; casi el doble que en Nicaragua (17,2) y Honduras (18,2). Sólo Haití estaba peor, con 71,7 muertes por cada mil. Son datos del Banco Mundial.

“Las importaciones de alimentos y medicinas de Venezuela, reportadas por sus socios comerciales – habían caído más de 80% antes de las sanciones, causando – esas sí – cientos de miles de muertos y refugiados”, replica el economista Miguel Angel Santos a un informe encabezado por el economista Jeffrey Sachs que pretende culpar en retroactivo a las sanciones por el colapso de Venezuela.

Con información de El Estimulo

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