En el país, tres de cada cuatro notas que circulan en las redes sociales no son confiables, un récord mundial solo igualado por Perú.
Las redes sociales son el refugio de los venezolanos que buscan información. Ante el asedio al que están sometidos muchos medios y la absorción oficialista de otros, los ciudadanos acuden a las redes y son entonces presa de otro mal: las noticias falsas que se propagan con más facilidad que el covid-19.
“Hay mucha gente que cree que nunca ha existido el covid-19, que siempre hacen la típica pregunta de que ‘¿acaso tú conoces a alguien que le haya dado?’, como sembrando esa idea, pero como se han regado tantas noticias falsas, no se sabe realmente cuáles son las oficiales”, explica a EFE el venezolano Steven García.
En las calles del país, donde la pandemia es monotema, como en casi cualquier otro lugar del mundo, la combinación de desinformación y covid-19 es el mejor aliado para el caos y la multiplicación de la enfermedad que causa el coronavirus.
Lo ha advertido el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en un reciente informe. En Venezuela, tres de cada cuatro noticias que circulan en las redes sociales no son confiables, un récord mundial solo igualado por Perú, que tiene una especial incidencia en un país en el que acudir a otro medio de comunicación implica una pequeña odisea.
Aquí, con medios de comunicación oficialistas por doquier que son meros altavoces del régimen, periódicos con una larga trayectoria que han salido de circulación por la falta de papel y presiones que atenazan el trabajo de la prensa, son muchos los que acuden a las redes o incluso a los medios internacionales para enterarse de lo que pasa en Venezuela.
Queda un campo abonado, un lugar perfecto para quien entra apenas unas horas al día, las que dispone de Internet o de luz, para informarse en redes y no tiene tiempo o ganas de hacer la labor de revisar si la información que le llega es falsa.
“Me informó más que todo por Twitter, sigo muchas cuentas e intento tener un panorama más amplio”, detalla Franklin Noriega, quien, como excepción en el país, explica que acude a diferentes fuentes noticiosas.
“Pero intento irme más que todo a fuentes internacionales, intento ver una con otra, medios de prestigio, también cuentas de personas que me parecen confiables”, subraya.
Desconfianza en las fuentes oficiales
Con unas autoridades que han pasado años entre la opacidad y los datos crípticos, se ha ido sembrando una desconfianza en la sociedad venezolana que, al llegar el covid-19, ha florecido con un escepticismo hacia todas las cifras que ha difundido el régimen acerca del número de contagios y el estado de la pandemia en el país.
Franklin, como muchos de sus vecinos, lo resume en una frase: “La verdad es que no confiamos mucho en los reportes oficiales”.
Las cifras difundidas por el régimen de Nicolás Maduro muestran un país prácticamente ajeno a la enfermedad, de la que había apenas 4.302 casos activos el 9 de noviembre, siempre según esos datos.
Hasta la fecha, no ha habido ninguna ocasión en la que esas cifras hayan sido sometidas a cuestionamiento en una rueda de prensa. Para evitarlo, el responsable diario del régimen varía la fórmula informativa. Unos días, mediante llamada telefónica al canal del Estado, ofrece los datos, y otros simplemente las publica en Twitter o Instagram.
Ni una rueda de prensa, ni una pregunta, ni una sola ocasión de contrastar los números diarios o consultar sobre la desproporción de tan bajas cifras con el cierre total del país al exterior, que, hace tan solo un par de días, abrió los vuelos comerciales a cuatro países aliados: República Dominicana, México, Turquía e Irán.
Por si fuera poco, los miles de bots que hay en las redes venezolanas sacuden esas cifras a conveniencia pues, tal y como también había alertado el PNUD en 2019, estos se usan en toda América Latina para enconar los debates en la opinión pública y afilar la polarización, el sustantivo favorito de los políticos en el país.
Con información de El Nacional