Pobreza y un daño permanente al tejido industrial son muestras de una economía venezolana empequeñecida y cuyo valor medido en términos de dólares se asemeja a la de los países más pobres del mundo. Es tal el deterioro, que tomará años su recuperación, aunque haya una transición política en el país.
La economía venezolana muestra una caída de 92,4% desde el año 2013, lo que se evidencia en los siete años continuos de recesión y en un empequeñecimiento de su tamaño. Pero también su valor medido en dólares refleja un país con una actividad económica similar a la de otros países pobres en América Latina y África.
Cálculos de economistas y de organismos multilaterales señalan que el Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela en términos corrientes se encuentra entre 48.610 millones y 60.000 millones de dólares, un monto que bien puede superar una empresa transnacional con sus ingresos o ventas anuales.
De hecho, en su último año fiscal finalizado en mayo pasado, la estadounidense Cargill, empresa que acaba de vender sus activos en el país, tuvo ventas por 114.600 millones de dólares, prácticamente el doble del valor actual de la economía venezolana.
La desmejora del valor de la actividad económica se hace evidente cuando se compara con años anteriores. Para 2012, por ejemplo, período de altos ingresos petroleros por el alza de los precios en el mercado internacional, el PIB se encontraba en $353.191 millones mientras que en 1999 cuando el chavismo tomó el poder se situaba en $100.000 millones.
¿Pero qué significa que la economía venezolana muestre este valor? Pues evidencia pobreza, desempleo, un daño permanente al tejido económico, es decir, industrias enteras que no volverán a ser lo que fueron, bajos niveles de gasto de los venezolanos y un consumo solo focalizado en los rubros básicos; además de una infraestructura dañada que tomará años en recuperar.
Para el economista Ronald Balza, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), una economía en ese monto significa que la pobreza se incrementó a 97%, que los problemas de desnutrición en niños y en adultos mayores son tan graves para su salud e incluso para su sobrevivencia, que tenemos problemas en la red hospitalaria para atender los casos de covid-19, una migración que supera los 5 millones de venezolanos y que muchos aún siguen abandonando el país.
«Nuestra situación es realmente muy difícil y no se justifica mantenerse en una dirección que implica destrucción», afirmó.
Sostuvo que durante los años del boom petrolero se podía decir que con tanto dinero era muy posible salir de la pobreza y tener una senda de crecimiento, pero que «en lo que cayó Venezuela fue en un agujero de pobreza». Explicó que tener mucho o poco dinero no es garantía para estar mejor en el tiempo, es decir, se puede aumentar o reducir el consumo temporalmente, pero no resuelve los problemas de fondo sino se ejecutan las políticas correctas.
«Que nuestra producción haya caído significa que no estamos viviendo de nuestros ingresos sino de ahorros que en muchos casos provienen de privados, porque el gobierno lo único que tiene son deudas y no se puede vivir permanentemente de ahorros porque éstos se acaban», apuntó Balza.
A juicio del economista y director de la consultora Econométrica, Francisco Ibarra, el país se encuentra en la recesión más larga de la historia, «no ha habido destrucción económica como la que ha vivido Venezuela desde el año 2004». Afirma que esta recesión hizo que la economía sea un cuarto del tamaño de lo que era antes de que comenzara la recesión en 2013.
«Estamos hablando de que si la economía era 10, hoy es 2,5. Esto explica la gran diáspora y la enorme calamidad social que se vive en el país. Una economía de 60.000 millones de dólares nos ubica como los países más pobres del hemisferio, quizás al lado de Haití y del noreste de Brasil, que es una zona muy pobre. Lo fundamental es que entendamos que una recesión tan larga y profunda deja efectos perdurables», dijo.
Agrega que es evidente el colapso petrolero, pero que se puede observar por igual y en la misma medida en los otros sectores productivos del país. «Hoy se produce 16% de lo que se producía en 2015».
Ibarra coincide con Balza en que el daño institucional se pudo esconder en primera instancia por el alza de los precios petroleros que se tuvo hasta 2008. «Vivimos esa bonanza, ese (Hugo) Chávez indetenible en 2006, esa sensación de que hubo populismo para todos. Hicimos una sociedad que cambistas, que ha estado operando y lo han hecho su sustento de vida».
Para el economista, una economía que ha perdido valor y producción significa que cuando el chavismo dejó de endeudarse y «de exprimir a la empresa privada, cabalgó sobre el capital que se había acumulado durante muchos años», y no solo de recursos financieros sino también de infraestructura como la petrolera, la eléctrica, las empresas básicas. «Todo esto ya no está y el chavismo no tiene sobre qué cabalgar para reactivar el sector productivo nacional».
Venezuela muestra a la par de la recesión, una constante devaluación de la moneda y un proceso hiperinflacionario que cumple tres años en 2020, lo que ha causado una grave merma de la capacidad de compra de la población.
Balza resalta que la crisis hizo que los venezolanos comenzaran a utilizar sus ahorros en divisas para sobrevivir, pero ya se perdió la capacidad de seguir ahorrando. «Vemos que hay una interpretación equivocada del proceso de dolarización (transaccional) de solución de problemas, cuando vemos es que grupos que podían tener ahorros, ahora están usando sus divisas para financiar el consumo diario. Hay personas que pudieron ahorrar en dólares y ahora no pueden».
Para Ibarra el proceso de dolarización es indetenible. Por otra parte, la hiperinflación ha sido inusualmente larga y dañina, un proceso como éste deja también profundas cicatrices perdurables en la población y estará en la mente de los venezolanos por generaciones. «Hay una generación de venezolanos que jamás ahorrará en bolívares».
Años y años
El actual tamaño de la economía venezolana y su gran nivel de destrucción en la capacidad para producir de todos los sectores, hace difícil una pronta recuperación del país o salida de la crisis. Los analistas sostienen además que haya o no sanciones de Estados Unidos o se de un cambio en la gestión política, el país continuará por muchos años padeciendo de grandes problemas macroeconómicos, por lo que sacar a millones de venezolanos de la pobreza será una tarea ardua.
Ronald Balza destaca que hay serias dificultades para que lleguen inversiones a Venezuela de forma transparente a diferencia de las que ocurren con China, Rusia, Irán y Turquía; aún hay problemas para solicitar asistencia crediticia al Fondo Monetario Internacional (FMI) y para renegociar la deuda externa, así como para emitir bonos que financien proyectos de asociación pública y privada. Es decir, todos estos financiamientos son necesarios para comenzar un plan de recuperación, pero no se cuenta con ello.
Por otra parte, sostiene que la flexibilización de las sanciones no implica que Venezuela saldrá del atolladero en el cual se encuentra. «Creo que los resultados de las sanciones, que tienen casi tres años, no se obtuvieron. Lamentablemente, lo que hicieron fue que se le atribuyera los problemas del país a las sanciones y a la guerra económica llevada al bloqueo. Sirvieron para crear una ley antibloqueo que hará menos transparente las acciones del gobierno«.
Considera que se debe salir de las sanciones o renegociarlas, pero que esto «no necesariamente implica resolver los problemas en las que estamos y que fueron causadas desde la abundancia».
Francisco Ibarra -por su parte- insiste en que recuperar la industria petrolera tomará años, además de cuantiosas inversiones. «En el contexto actual no va a ocurrir. Pero esa idea de algunos que señalan que la economía rebotará en caso de un cambio político, no va ha ocurrir y eso hay que tenerlo claro, porque para poder enfrentar lo que nos viene es necesario conocer a lo que nos estamos enfrentando».
Observa que a la administración de Nicolás Maduro ahora le interesa que el sector privado que no está sancionado, comience a operar para darle algo de viabilidad económica al país, por lo que cree es posible que suceda y que ya se han visto algunos adelantos. Resalta que aún hay empresarios que hacen una labor encomiable, que están exponiendo su capital en una economía tan complicada como la venezolana. Pero que los recursos que tiene el gobierno son muy pocos, pueden estabilizar la economía y detener su caída, pero es incapaz de generar una dinámica para que la economía crezca con vigor y de pueda revertir los niveles de miseria que vive el país.
«El que ha causado el estropicio en Venezuela no fueron las sanciones, éstas agravaron ciertos problemas, pero el foco que ha destruido la capacidad productiva venezolana es la política económica que avanzó el gobierno, en particular a raíz del control de cambio y de precios en 2003. El principal motor de desarrollo y de prosperidad económica desde el gomecismo hasta que llegaron los gobiernos de Chávez y de Maduro, ese motor petrolero se extinguió y dado el contexto actual es poco probable que sea reactivado», apuntó Ibarra.
Reiteró el economista que solo queda «una economía empobrecida, minúscula» sobre la cual es vital comenzar a reconstruir de la poca manera que se pueda.
«El tamaño de la economía es pequeño, los negocios deben ajustarse a esta nueva escala en lugar de seguirse desgastando anhelando un pasado que no volverá. Las cifras de pobreza, medidas por cualquier indicador que se emplee, son trágicas. Sin crecimiento económico, no será posible revertir esta situación», dijo.
Con información de Tal Cual