Venezuela, el país de la abundancia petrolera, se enfrenta desde hace años a largas colas para conseguir leche, aceite, harina o medicamentos, sufre cortes diarios de electricidad y agua y sus habitantes se lo piensan mucho antes de visitar ciertas zonas por la inseguridad y la escalada del crimen. «El país se enfrenta al empobrecimiento creciente de su población por la aceleración de la inflación, el desabastecimiento, el deterioro de los servicios públicos y la caída sostenida de la actividad productiva», señala un reciente informe de la Academia de Ciencias Económicas venezolana. Pero, más allá de informes y cifras, es el testimonio de los venezolanos el que nos describe la imagen más descarnada de la crisis sufrida por el este país.
Carolina Velásquez es un ama de casa de cuarenta años, vive con su esposo, vendedor de verduras, y sus dos hijos en los alrededores del popular mercado Guaicaipuro. La conocimos en una larga cola donde llevaba más de cinco horas para comprar toallas sanitarias, harina de maíz y jabón para fregar. «Somos gente trabajadora, no somos ricos, pero en toda mi vida solo había hecho cola para pagar y ahora tengo que hacer cola para ver si logro comprar», señala indignada mientras a nuestro lado se oye un grito de indignación: «¡Se acabó la comida!».
Limitación de raciones
Velasquez nos invita a su casa para mostrarnos que lo que se cuenta en la cola no es un invento. En su familia han tenido que reducir sus raciones diarias: «Hoy almorzamos pasta con salsa de tomate y esta noche los niños cenaran pasta otra vez y mi esposo y yo no cenaremos, así hacemos todos los días. Tenemos que estirar la comida». En su nevera apenas hay unas jarras de agua, algunos recipientes vacíos y frutas metidas en bolsas en el congelador. :«No creas que eso es carne», nos advierte.
El estudio Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi), publicado en el mes de marzo y elaborado por las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y la Católica Andrés Bello, revela que un 12% de los encuestados hace dos o menos comidas al día.
Las penosas condiciones de vida no solo son para los nativos venezolanos. Dolores Goris Aller es una española de origen que llegó hace 50 años al país. Está a la espera de que llegue uno de sus hijos de vuelta del supermercado, a ver qué ha podido traer. No tiene pensión venezolana porque la kafkiana burocracia del país extraviaron sus documentos y tampoco cuenta con pensión española porque abandonó el país siendo muy niña. Vive de lo poco que puede traerle su hijo, licenciado en ciencias políticas que hace trabajos eventuales. «Acá teníamos de todo, nunca imagine que llegaríamos a esta situación de miseria. Siempre le dije a mis esposo que no me marcharía de esta tierra y mira: no tenemos nada ahora ni para comer», comenta Dolores
Maduro niega la realidad: «En Venezuela no hay hambre, pasamos un momento difícil pero el pueblo tiene acceso a sus bienes», aseguró. Y es cierto que el proceso bolivariano todavía tiene seguidores, incluso entre quienes soportan infernales colas para casi nada. Roberto Reyes, prejubilado de 52 años, nos asegura que existe una guerra económica de la ultraderecha y justifica el desastre del país: «Están tumbando a Maduro con el hambre».
Los venezolanos están tan afectados por la situación que muchos funcionarios como José Montilla, que trabaja en un ministerio, aprovecha los cinco días de libranza a la semana decretados por el Gobierno para ahorrar energía para vender productos en el mercado negro:«Es la única manera de poder llegar al fin de mes y hacer la compra, este es el socialismo que tenemos y que nos dejó el difunto», nos explica.
En nuestro recorrido nos topamos también con la jefa de una notaria que prefiere no revelar su nombre y que teme que el fatalismo se haya apoderado de parte del pueblo venezolano: «La gente no protesta, no se queja, porque poco a poco le han programado su vida para que no piense más de lo que tiene que pensar».
8.250 cortes de luz
No solo falta comida, falta de todo. María Machado nos cuenta que lleva semanas buscando un repuesto para arreglar su nevera que se averió por los constantes cortes de luz que impuso el gobierno. El Comité de Afectados por los Apagones informa de que en los últimos noventa días ha habido 8.250 cortes de luz en todo el territorio nacional.
En las calles la frase que más se escucha es «Acá tiene que pasar algo, no entendemos por qué el pueblo no reacciona». Y en efecto, aún no ha llegado la gran manifestación masiva que espera la oposición. Pero, aunque a menor escala, las protestas son diarias y extendidas a todo el territorio nacional.
FUENTE: LA PATILLA