El 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, fecha en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) busca crear conciencia sobre lo que denomina es una epidemia global y un problema de salud pública.

La OMS denuncia en su página que la prevención del suicidio es una necesidad que no se ha abordado con la urgencia que lo amerita. La falta de sensibilización, la desinformación y el tabú que rodea al tema ha impedido que durante años se hable abiertamente al respecto, hasta el punto en que son muy pocos los países que han incluido la lucha contra esta realidad como una de sus prioridades.

En los últimos años se ha tomado conciencia sobre este problema global  y se trata de forma más seria los temas de salud mental. No obstante, Venezuela está dentro del grupo de naciones que está atrasado en el tema.

El país ha sido fuertemente golpeado por la crisis. El tema económico ha marcado al ciudadano en todas las esferas de su vida pública, social, y mermado su calidad de vida y, por ende, la salud mental.

En mayo de este año, el director del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), Roberto Briceño León, informó que Venezuela ocupa el primer lugar entre los países con más suicidios en el continente. Denunció que antes de 1999, año en el que Hugo Chávez llegó al poder, el suicidio representaba una tasa de mortalidad de entre 4 y 5 personas por cada 100.000 habitantes, pero esta tasa se incrementó drásticamente a partir de 2015.

La OMS presenta un promedio global de 16 suicidios por cada 100.000 habitantes. En 2019 Venezuela superó este índice con una media de 28 personas. En el país con 26 millones de habitantes -si se toma en cuenta la diáspora de más de 4,3 millones de venezolanos-, además de las 23.000 muertes violentas registradas en el año, se debe agregar otra cifra negra más de 7.000 suicidios anuales.

Históricamente, Mérida contaba con la tasa de suicidios más alta del país, puesto que mantiene el día de hoy. “Allí la tasa fue la más alta de los últimos 30 años, ocurren 19 por cada cien mil habitantes”, señaló Briceño.

La media de suicidios del estado andino supera a la de naciones como: Argentina (14,2); Bolivia (18,7); Corea del Norte (15,8) y Francia (16,9).

Hoy en día, Venezuela se ha convertido en un foso de desesperanza que, para algunos, parece no tener salida. Una hiperinflación desacelerada y un salario mínimo que no alcanza para cubrir las necesidades básicas se unen a una crisis sanitaria y de salud sin precedentes, y, desde luego, a la ola migratoria más grande en la historia del país.

Liza Guilbert, psicólogo clínico comunitario y directora del Centro de Asesoramiento y Desarrollo Humano (CADH) de la UCAB, considera que la salud mental de la población ha pasado, en algunos casos, de ser una crisis a tratarse de casos de estrés postraumático.

Indicó que los intentos de suicidios entre los jóvenes han aumentado considerablemente, al igual que los cuadros depresivos y de ansiedad. La comunidad universitaria, que en el pasado no se enfrentaba a esta problemática, cada vez recibe más casos de pacientes con tendencias suicidas.

Guilbert apuntó hacia la crisis de salud como una razón de peso para este flagelo. La escasez de medicinas y el hecho de que cada vez haya menos centros de atención pública atentan directamente contra la estabilidad emocional de la población.

A pesar de los tabúes que rodean a la sociedad venezolana en cuanto a la salud mental, la psicóloga señaló que cada vez son más las personas que acuden a buscar ayuda en centros de salud. “Es positivo que se estén permitiendo acudir a nosotros, pero es lamentable que sea debido a esta situación”.

Por su parte, el psicólogo clínico Héctor Vivas, señaló que hay ciertos factores emocionales que vuelven más vulnerables a los seres humanos. La pérdida de estatus social, la falta de dinero y de posibilidades de vida, son situaciones que ponen en riesgo la salud de las personas y que los venezolanos viven día a día.

La salud mental, indicó, no es una prioridad actual para el venezolano, en el sentido de que se ve tan consumido por  los problemas del día a día que descuida su bienestar emocional.

“Estar expuesto a estas condiciones de estrés, incertidumbre y a la necesidad constante de sobrevivir tiene un claro impacto psicológico en las personas” expresó el psicólogo.

“Cada vez son más frecuentes los cuadros depresivos y de ansiedad como consecuencia de no poder llevar la vida de forma normal”, añadió.

Con información de El Estimulo

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