La errada gestión macroeconómica ejecutada en los últimos 20 años basada en gran medida en la política de controles y de intervención, explotó como una bomba de tiempo arrastrando a la economía a graves problemas inéditos en el país: recesión, hiperinflación y dolarización de facto. Esta es la Venezuela hoy, envuelta en un nuevo evento electoral que deja más incertidumbre que certezas

En el contexto de un evento electoral convocado por la administración de Nicolás Maduro este seis de diciembre, la economía de Venezuela muestra las peores condiciones que ningún otro país en el mundo. Recesión económica, hiperinflación, devaluación, caída de los ingresos en divisas, aumento del financiamiento monetario con dinero inorgánico, dolarización de facto, desempleo y deficientes servicios públicos, son las características de una nación empobrecida que para muchos poco mejorará en 2021 dada la incertidumbre política.

El panorama que se observa hoy en una nación como la venezolana, que otrora transitó mejores caminos gracias a la producción de la industria petrolera, es consecuencia de años de erradas políticas macroeconómicas y, especialmente, por la duración de los controles de precios y de cambio por un período de 16 años. Era indudable que ninguna economía podía salir airosa de ello.

Ni algunos esporádicos consensos con el sector privado por parte de los gobiernos chavistas y maduristas, las leyes habilitantes ni los decretos de emergencia solventaron la crisis. La debacle económica también es producto de la crisis política venezolana, en la que el oficialismo luego de haber mantenido el control de la Asamblea Nacional por casi dos décadas y permitirse aprobar acuerdos y recursos públicos sin ningún tipo de fiscalización y contraloría, desestimó un nuevo Parlamento en 2017, esta vez en poder de partidos de oposición y al que la administración de Maduro ató de manos al utilizar al máximo tribunal de justicia en su contra para declararlo en desacato.

¿Cuál es el panorama de la economía venezolana en el contexto de estas elecciones parlamentarias? ¿Cómo fue el financiamiento de las campañas de los candidatos? Esta segunda pregunta se puede responder de inmediato: austera para los aspirantes a diputados inscritos por los partidos de oposición y; a todo dar gracias al dinero inorgánico emitido por el Banco Central de Venezuela (BCV) para los afiliados al oficialismo.

Sin producción

La destrucción del aparato productivo nacional y la ruina de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) han llevado al país a una recesión económica que en 2020 cumple siete años, tiempo en el cual perdió 90% de su tamaño.

De acuerdo a los datos oficiales del BCV, la economía venezolana se contrajo desde el año 2013 cuando mostró un Producto Interno Bruto (PIB) de -3,9%. A partir de ese entonces continuó en bajada hasta llegar a -19,8% en 2018. La última vez que el ente emisor publicó los resultados de este indicador fue en el primer trimestre de 2019 cuando la actividad económica fue de -23,7%.

Cálculos de organismos multilaterales, consultoras privadas y de la Asamblea Nacional dan cuenta de una estrepitosa caída de 35% en 2019 y de 25% para 2020. Con estas estimaciones, Venezuela habría perdido 92,4% de su economía desde la llegada de Maduro en 2013, por lo que el país registra el mayor colapso económico en la historia nacional e internacional, y solo superada por naciones que vivieron guerra civil.

Lo más preocupante de esta situación es Pdvsa, la cual ha pasado su producción petrolera de 2,8 millones de barriles diarios (b/d) en promedio a unos 350.000 b/d. Esto generó un desabastecimiento crónico de gasolina, diésel y gas doméstico, y lo que mantiene en largas colas que duran horas a los venezolanos para lograr abastecerse.

«Nos encontramos en una Venezuela diferente. El país donde crecimos ya no existe (…) Tenemos una contracción acumulada superior al 80%, tercer año en hiperinflación, caída inédita de la producción petrolera, colapso generalizado de los servicios, e incremento de la desigualdad y la pobreza», explicó Asdrúbal Oliveros, socio y director de Ecoanalítica.

Señala que un punto importante para entender la dinámica actual es el tamaño de la economía en Venezuela. «Desde la perspectiva del tamaño de la economía estamos más cercanos al continente africano que al americano (…) Hace cinco años nuestra economía se parecía mucho más a la que ostenta Argentina. En términos per cápita la situación no deja de ser menos dramática. Como la crisis no cesa, entonces nos seguimos reduciendo».

Aunque la economía está ligada más a los comercios y servicios que al área industrial, este sector tampoco escapó de la crisis dado el cierre de miles de negocios; mientras que otros han surgido como una «especie de Frankenstein» en medio de un proceso obligado de adaptación y otros cuyos ingresos iniciales no están claros. «La normalización» se hizo presente, pero no es otra cosa más que «adaptarse» a las circunstancias o el creerse que hay «una sensación de mejora» de la economía al aceptar los lineamientos oficiales.

Pero esto ocurre, cuando el PIB no petrolero que representaba 25%, es decir, una cuarta parte de este importante indicador en 1997; ahora pasó ser menos de 10% en 2020, según recordó Oliveros.

El panorama actual también muestra una industria que trabaja a 20% de su capacidad instalada, y en la cual están en riesgo al menos 1.000 establecimientos comerciales que representan 100.000 puestos de trabajo. Mientras que productores agrícolas manifiestan que 2020 es el año «más catastrófico» para el sector, debido a la caída de la producción de entre 70% a 90% desde 2008 de importantes rubros como el maíz, arroz, sorgo y hortalizas (pimentón, papa, tomate y cebolla).

Hasta la fecha, el sector agrícola no logra satisfacer con producción propia ni 40% de las necesidades de la población, a pesar de la baja de la demanda y la migración.

«El 2020 será el año número 12 de caída sostenida en la producción y el más catastrófico de los últimos 50 años», dijo recientemente Aquiles Hopkins, presidente de Fedeagro.

Nadie quiere al bolívar

Cintillos, anillos, monederos y carteras hechos con bolívares en efectivo de varias denominaciones suelen tener mayor valor que la capacidad de compra de esos billetes. Dado el proceso hiperinflacionario que vive el país, los venezolanos ya no quieren tener ingresos en moneda nacional, sino en dólares, euros o pesos colombianos.

Venezuela suma tres años en hiperinflación, la segunda más prolongada en la historia de América Latina, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). De acuerdo a los cálculos de la Asamblea Nacional, la tasa de inflación acumulada desde noviembre de 2019 a noviembre de este año fue de 4.087%, por lo que la economía aún mantiene variaciones mensuales de dos dígitos y una tasa anual de cuatro dígitos.

La hiperinflación redujo a mínimos los ingresos reales de los trabajadores, que de acuerdo al nuevo salario de 1.200.000 bolívares mensuales, apenas resulta ser de $1,2; cuando el costo de la canasta alimentaria familiar de más de Bs. 150 millones, es decir, $143, aproximadamente.

Mientras, la administración de Maduro se apresura en noviembre a otorgar bonos en bolívares a parte de la población, entre pensionados, jubilados, trabajadores públicos y beneficiarios de las misiones o programas sociales. No obstante, son recursos que se gastan el mismo día por unos venezolanos que tiene más preocupación sobre cómo harán para comer mañana, que por unas elecciones de las que muchos desconocen sus candidatos.

Analistas recuerdan además, que la entrega de beneficios a costa de la emisión de dinero inorgánico por parte del BCV, no solo impulsa la liquidez monetaria y en consecuencia la inflación; sino que también los bonos se convierten en un subsidio improductivo el cual no cumplen su verdadera misión de ayuda social.

Dólar a millón

En noviembre ocurrió un nuevo récord: el tipo de cambio alcanzó más de un millón de bolívares. Durante los 26 días de este mes su cotización se duplicó y superó la estimación que varios analistas esperaban para el cierre de 2020. Este empuje del dólar no oficial hizo prever que noviembre cerraría por encima de la tasa de 50%, luego de una desaceleración del proceso inflacionario en los últimos meses.

Con la hiperinflación y la devaluación de la moneda, se incrementó la dolarización de facto: que no es otra cosa que una mayor actividad en las operaciones de pago con divisas especialmente en efectivo, a un mayor ingreso de remesas y de salarios o bonos en moneda extranjera.

Pedro Palma, director de Ecoanalítica, sostuvo que el bolívar ha perdido su condición de moneda de uso diario en las transacciones, por lo que en promedio, 64% de las transacciones en el país se realizan en divisas.

Dijo que se requiere una enorme cantidad de bolívares para realizar cualquier transacción al detal, lo que ha motivado que la población intente no mantener liquidez en esta moneda. Sin embargo, precisó que «pese a ello el bolívar sigue teniendo una importancia en la economía, ya que 35% de las transacciones se realizan en bolívares a través de puntos de venta».

A juicio de Palma, el proceso de aumento en el precio de la divisa va a continuar en ascenso hasta finales de 2020, por la expansión del gasto público y la oferta monetaria del BCV.

El BCV banquero

Con la pérdida de las exportaciones petroleras, Venezuela se queda sin el sector que le proveía 90% de sus ingresos en divisas. Tras los períodos de boom petrolero mundial con el cual al país le ingresó 1 billón de dólares, quedó pocos años después con unas reservas internacionales del BCV en apenas $6.300 millones, luego de ostentar un máximo de $42.000 millones en 2012; y sin instrumentos de ahorro como el FEM (Fondo de Estabilización Macroeconómica) que llegó a tener un máximo de $7.111 millones y el Fonden (Fondo de Desarrollo Nacional) con recursos manejados por $140.000 millones.

En la actualidad, el FEM apenas cuenta con $3 millones y del Fonden, poco se sabe, pero los últimos estimados hablaban de unos $140 millones en recursos líquidos (efectivo) y $150 millones en títulos.

«La situación general del gobierno no luce menos alentadora si se toma en cuenta que los ingresos totales para 2019 fueron de 27,8 millones de dólares y este año escasamente se acercan a los 8,5 millones de dólares», recalcó Asdrúbal Oliveros.

Agrega que ya el petróleo no representa el grueso de los ingresos ordinarios del Estado. «Nos enfrentamos a un desplome de los ingresos fiscales ordinarios, una reducción inédita del gasto público así como una destrucción del valor del salario y la seguridad social. Además, de una escasa provisión de bienes y servicios públicos; por lo cual nos enfrentamos a la desaparición del Estado empresario», detalló el economista.

Por otra parte, la recaudación tributaria continúa deteriorándose debido al proceso hiperinflacionario. Para la consultora Econométrica, la continua contracción de los ingresos fiscales reales estaría explicado por el proceso hiperinflacionario que ha provocado el efecto Olivera-Tanzi, la dolarización de facto en la economía y la contracción del consumo. Esto último -agrega- se debe no solo a la recesión económica, sino también a las medidas de confinamiento y cuarentena por la pandemia del covid-19 desde el 16 de marzo de este año.

«Esto ha implicado una dilución y reducción de los ingresos fiscales reales en cada tributo que compone la recaudación total bajo la jurisdicción del Seniat», señaló la consultora en un informe.

Dada la pérdida de ingresos, el BCV ha estado financiando al gobierno central y a las empresas del sector público, especialmente a Pdvsa, la cual tiene una deuda trillonaria con el ente emisor y que tan solo en 2020 subió 700%. Y esto ocurre en un contexto en el cual la banca privada no cuenta con capacidad para otorgar créditos, ya que medido en dólares, el sistema venezolano se ha empequeñecido tanto que el total de capitalización es similar a la de una sola institución bancaria en cualquier otro país de la región.

«La deuda de Pdvsa al BCV es de 8,9 trillones de bolívares, en 10 meses del 2020 aumentó 694% (…) mientras que en 2017 cuando nació la hiperinflación la deuda creció 44.000%. Cuando el BCV emite dinero para prestarle a las empresas, es inflacionario y no hay duda al respecto, mientras no  exista voluntad de detenerlo, este proceso será infinito», dijo el economista Hermes Pérez en una entrevista concedida a Fedecámaras Radio.

Una economía endeudada

Venezuela hoy es una nación altamente endeudada, en default y sin posibilidad de recurrir a financiamiento externo para honrar sus compromisos. La administración de Maduro dejó de pagar los intereses y capital de los 27 bonos de deuda externa a finales de 2017, poniendo en peligro un activo tan importante para la nación como Citgo Petroleum Corporation, filial de Pdvsa en EEUU.

De acuerdo a los montos involucrados en las operaciones, el default de Venezuela por sus papeles soberanos y de Pdvsa es de aproximadamente $22.000 millones, mientras que la deuda consolidada asciende a unos $170.000 millones entre títulos de deuda, acuerdos bilaterales (China, Rusia y otros países), multilaterales, pagos pendientes de nacionalizaciones y expropiaciones y acreencias con proveedores.

El pasado 15 de septiembre, Venezuela propuso a los tenedores de bonos de la República y de Pdvsa y Electricidad de Caracas (ahora Corpoelec) acordar la «interrupción» de los pagos de intereses y capitales, aludiendo a problemas para hacer frente a los compromisos por las sanciones de Estados Unidos. Hasta la fecha, ni el Ministerio de Finanzas ni el BCV han dado información al respecto, por lo que se presume que la operación fue un fracaso.

El diputado de la Comisión de Finanzas de la AN, José Guerra, recordó que desde 2016 el oficialismo gobierna bajo un decreto de emergencia económica que le da facultades para tomar decisiones en distintos ámbitos.

«El problema es que no tienen la legitimidad y con la ley antibloqueo procuran abrir las puertas a potenciales inversionistas, básicamente a capitales chinos o rusos, bajo cierto marco de legalidad», dijo en entrevista a Transparencia Venezuela.

A juicio de Guerra, los analistas saben que meter plata en Venezuela es plata perdida. «Los chinos tienen unas acreencias por cobrarle al gobierno de Venezuela de más de 20.000 millones de dólares. Nadie va a invertir los 50 mil millones o 60 mil millones de dólares que requiere el país para renegociar la deuda, aumentar las importaciones, para planes masivos de asistencia social para el pueblo hambriento y necesitado, que no sea por medio de organismos multilaterales de crédito como el Banco Mundial, el FMI o el Banco Interamericano de Desarrollo».

Bolivarianos pobres

La revolución bolivariana no mejoró las condiciones de vida de los venezolanos, al contrario, aumentó la pobreza a 96% y la desigualdad medida en ingresos, al tiempo que disminuyó el empleo formal. Entre 2005 y 2019, la pobreza extrema pasó de 10,7% a 79,3% y casi 80% de los venezolanos no tienen los recursos necesarios para adquirir los alimentos básicos.

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana (Encovi), una investigación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y el Instituto de Estudios de Investigaciones Económicas y Sociales, reveló que durante los años de altos precios del petróleo que conllevó a una bonanza de recursos, no se logró consolidar la producción interna, ni mejorar la competitividad internacional y mucho menos mejorar la calidad de vida de la población con la oferta de mejores servicios públicos.

La encuesta contempló un nuevo indicador llamado pobreza de consumo, en el que 68% de la población consume menos de 2.000 calorías diarias, convirtiendo a la inseguridad alimentaria y la precariedad de los servicios en factores igualadores a la baja en el país, sin que hayan diferencias entre los sectores más pobres y más ricos.

«Todos en general somos pobres, ya no hay riqueza que repartir ni bienestar que disfrutar (…) Nos salimos de contexto, nuestros indicadores sociales de Venezuela están mostrando índices más parecido a la región de África y no de Latinoamérica», dijo el investigador y sociólogo Luis Pedro España al presentar el estudio el pasado julio.

Quizás es muy rudo aceptar que los venezolanos estén viviendo en condiciones similares a la de un país africano, es difícil aceptar que la patria donde nación Simón Bolívar muestre una economía en decadencia, pero de lo que si es cierto es que a casi terminar el año 2020 seguirán siendo unos «bolivarianos pobres».

Con información de Tal Cual

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