Cuando la noche se cerraba por completo y restaban minutos para que la jornada electoral finalice, activistas con trajes de combate blandieron sus gargantas para alentar a otros a continuar con la revolución. Una revolución vacía, como los centros de votación que pretendían colmar. Lo hacían buscando casa por casa a aquellos venezolanos que habían decidido no presentarse a votar a ninguno de los candidatos propuestos para componer la nueva Asamblea Nacional. Ni a los representantes chavistas ni a los opositores de los opositores. Un comicio ilegítimo por dónde se lo observe.

Las amenazas de Diosdado Cabello, uno de los máximos líderes de la dictadura no alcanzaron. El presidente de la Asamblea Nacional Constituyente -el organismo ad hoc del régimen para sesionar en paralelo con el auténtico parlamento- había advertido a la población con detener el suministro de comida si no se presentaban a votar. Llamativo: sólo el 18 por ciento de los venezolanos atendieron las urnas, de acuerdo al Observatorio de la Asamblea Nacional que conduce Juan Guaidó. El resto permaneció en sus casas. Dijo Trino Márquez, profesor de Sociología en la Universidad Central de Venezuela: “Como el que no come no vota, hoy vimos la prueba palpable de que en Venezuela nadie come: nadie fue a votar”.

Y aunque sus estadísticas fueron diferentes -e indisimulables-, el régimen quedó de todas formas al desnudo. El Consejo Nacional Electoral (CNE) informó que sólo el 31 por ciento de los venezolanos se presentó a votar. Ni aquellos que reciben los polémicos y cuestionados CLAP -plan alimentario cuyas siglas corresponden a Comité Local de Abastecimiento y Producción- se dejaron arrear pese a las amenazas. Uno de los creadores de esa estafa nutricional fue Alex Saab, el empresario señalado como testaferro de Nicolás Maduro y detenido en Cabo Verde a la espera de ser extraditado a los Estados Unidos.

Las presiones, las amenazas y la coacción puerta por puerta, no fueron suficientes para doblegar al pueblo venezolano. La población no se dejó sobornar por la migajas que cae de los platos de la aristocracia chavista. Tampoco resultó efectiva esa técnica importada de Cuba por la cual es el propio espionaje vecinal el que se encarga de señalar al infiel. La dignidad de los más humildes fue el más duro golpe que recibió el Palacio de Miraflores este domingo.

César Batiz, director del diario El Pitazo, fue claro: “El oficialismo no se esperaba que la gente que recibe bonos y CLAP se quedara en sus casas. Pierde fuerza una herramienta de control social”. Otra vez: quizás ni siquiera se alimenten como para dejarse amedrentar.

Fue tal la desesperación del régimen que se ordenó la extensión del horario cierre de urnas para sumar movimiento en los centros eleccionarios. Se argumentó que se debía a “la permanencia de electores en las colas”. No quedó claro si se trató de una maliciosa ironía de un dirigente desencantado. Tal vez se referían a aquellos actores que trasladaban de un lado a otro para simular alta concurrencia, como quedó documentado en más de un video. La ficción democrática de la Venezuela de Maduro. De todas formas, fue en vano: no se registró un aluvión ciudadano de último momento.

A tal punto se sucedieron las irregularidades que hasta el propio dictador mudó su lugar asignado para sufragar. Del Liceo Bolivariano Miguel Antonio Caro pasó al Fuerte Tiuna, el cuartel más importante del territorio. Una muestra de cómo lo civil y lo militar se confunde en Venezuela. Maduro temía no tener a quien saludar en un centro de votación vacío. En el nuevo destino sonrió ante uniformados. Idéntico enroque ocurrió con la primerísima dama, Cilia Flores.

El domingo por la noche, cuando el fracaso ya era estadísticamente evidente, un dirigente opositor ironizó off the record: “Fueron más los audios de los dirigentes chavistas que los votos que se contaron”. Se refería a la enorme cantidad de grabaciones de referentes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que circularon todo el domingo pidiendo un desesperado esfuerzo a sus lugartenientes para que trasladaran a la población a los centros de votación. Hasta el propio Nicolasito -hijo del dictador y sancionado por Washington- apareció desmoronado por la pobre concurrencia: “No estamos conformes con los resultados”.

El rechazo internacional

Aún antes de la hora programada para el cierre de las urnas, los rechazos internacionales comenzaron a llover sobre Miraflores. Los países con vocación democrática se pronunciaron sobre el fraude y la falta de legitimidad de los comicios amañados por Maduro. No hacía falta ser paladín de la lucidez para entender lo que ocurría en Venezuela y conocer con tiempo la trampa que había diseñado el chavismo.

Colombia, Chile, Brasil, Panamá, Uruguay, Canadá, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Paraguay, Perú, República Dominicana y Estados Unidos -entre otras naciones- fueron las primeras administraciones en manifestarse y repudiar el fraude venezolano. El silencio por parte de algunos países latinoamericanos es estruendoso: quizás confían en los veedores que llegaron desde Irán para cuidar los votos.

Con información de Infobae

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