Enfrentar un cáncer es solo una parte del viacrucis que sufren los pacientes oncológicos en Venezuela. La pandemia agrava aún más el calvario que padecen.

El viacrucis de los enfermos con cáncer apenas se inicia con la solicitud de citas para ser atendidos. Un tramo más arduo de ese difícil camino es la búsqueda de medicamentos.

La gran mayoría no tiene recursos económicos para adquirir los fármacos y tratamientos que alivien el mal que padecen. Un considerable número de pacientes oncológicos va a retirar sus medicinas en el Centro de Medicamentos de Alto Costo del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, en Los Ruices. Las restricciones a la movilidad debido a las medidas por la pandemia dificultan aún más la odisea de acceder a esos productos.

Filas de hasta dos días

Maigualida Quintana vive en Curiepe, Barlovento, estado Miranda. Lleva dos días trasladándose a Caracas de madrugada. Sale de su casa a las 2 a.m. para estar en Los Ruices antes de que amanezca. A causa de las alcabalas que hay en la autopista, lo más temprano que ha podido llegar es bordeando las 6 a.m. Hoy llegó un poco antes, a las 5:40 de la mañana, pero no alcanzó a recibir uno de los 150 números que se están entregando diariamente.

Como ella, son centenares los enfermos con cáncer que se quedan por fuera si no llegan lo suficientemente temprano. A Maigualida se le hace muy difícil llegar antes y no tiene a nadie en Caracas que marqué su puesto en la cola desde la noche. Hoy, la mujer de 65 años se va a quedar todo el día en la acera, para luego pernoctar y asegurar así que, mañana, logrará acceder a la codiciada lista de los 150.

Las lágrimas de Teresa

Teresa no padece cáncer. Pero su hermana Omaira es una paciente que recibió hace 16 años un trasplante de riñón, pero desde hace un año le es difícil conseguir el medicamento para que su cuerpo no rechace el órgano trasplantado. Necesita de forma urgente ese fármaco. No disponer de él le ha causado mucho dolor y complicaciones en su funcionamiento renal.

Teresa, con lágrimas en los ojos, dice que su hermana, Omaira Oropeza, necesita el medicamento o, de lo contrario, morirá antes de que concluya 2020. Ese día Teresa tampoco entró en la lista de los 150 números. No tiene otra opción que permanecer de un día para el otro en la cola, para tratar de llevarle un poco de alivio a su hermana.

“No es una simple gripe”

«Ahora todo es por la covid-19; esa es la excusa. Y a nosotros, los pacientes oncológicos, que nos lleve el diablo». De esta forma protesta Pablo Jiménez, un anciano de 70 años proveniente de Charallave.

Al igual que el resto de los consultados por El Estímulo, él tampoco entró en el grupo de los 150 beneficiados.

«Me cuesta llegar aquí. Yo no vengo a hacer turismo por Caracas. Vengo enfermo a buscar un medicamento y no toman en cuenta a los pacientes que vienen de lejos. Esto es muy doloroso, ya he venido tres días seguidos y nada. Si tuviera dinero, compraría mis medicamentos sin esperar nada de nadie, pero no tengo los recursos y me toca acudir aquí. Pero ni así nos tratan bien. No es una simple gripe: es un cáncer lo que yo tengo».

Ausentismo por covid-19

Una representante de esta dependencia del Seguro Social explicó, delante de los pacientes, que no cuentan con suficiente personal, ya que hay funcionarios que han dado positivo de covid-19 y no pueden ir a trabajar.

Entretanto, un funcionario de la Policía de Miranda les asegura a los pacientes rezagados que, con calma y paciencia, se pueden quedar en la acera del local para hacer la cola desde hoy, a fin de asegurar su puesto entre los 150 números de la jornada siguiente.

El uniformado es empático y trata de ofrecer lo único que puede, así que se hace responsable por la seguridad.

Lo que no puede garantizar es que les den las medicinas. Esas solo las entregan si las hay. Se proveen en las dosis que indica cada informe médico. Pero los pacientes no tienen cómo consultar si los medicamentos están disponibles o no. Hacer la cola es un acto de fe.

Una noche perdida

A Gloria no le sirvió de nada pasar la noche en la acera de la farmacia de alto costo. Cuando por fin le dieron uno de los 150 números de atención, le dijeron que la medicina oncológica que estaba buscando no la tenían.

La opción fue comprarlo en Fundación Badan cuya sede está a unas cuadras de la farmacia de alto costo. Es una fundación privada, autogestionada y sin fines de lucro que ofrece medicamentos antineoplásicos y de otras patologías. Aunque ellos venden sin ganancias, solo para cubrir costos, el producto que Gloria necesita cuesta 50 dólares.

Gloria decidió gastar el dinero que tenía destinado a la compra de alimentos y adquirir la medicina. Lo hizo porque no se quiere morir. De cáncer ya fallecieron su hermana menor y un sobrino y sabe lo agresiva que es la enfermedad.

El poco dinero del que dispone se lo manda su hijo desde España. El año pasado se la quiso llevar pero Gloria no pudo sacar a tiempo su pasaporte que, de paso, es muy costoso. Un pasaporte nuevo cuesta 200 dólares, demasiado dinero en un país donde el salario mínimo mensual es menor a dos dólares.

«Mi hijo quería que yo me tratara el cáncer en España pero no pude irme. Ahora no sé qué va a pasar conmigo. Es que ni siquiera sé qué voy a hacer estos días porque me quedé sin dinero para comer», dice, con la medicina en la mano y el corazón desolado.

Con información de El Estimulo

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