El aire acondicionado de Juan Romero se detiene y con ello anuncia un golpe al bolsillo. Juan se levanta. Intenta encenderlo de nuevo. Insiste dos, tres hasta cuatro veces. No hay resultado. El presagio se vuelve certeza, un aparato más que se daña en su casa. El técnico le explica que la unidad del aparato llegó a su fin. Ante este diagnostico, en otra ocasión Juan hubiese preferido comprar uno nuevo, pero ahora eso es un “lujo” y opta por buscar el dinero para repararlo.
De local en local, el gasto va ascendiendo, lo más barato que consigue el equipo que necesita es en 400 mil bolívares. Aún le falta considerar el costo de la “mano de obra”; sin embargo ya sabe que adquirir otro aire, en el mejor de los casos, le costaría un millón de bolívares, incluso, más.
La inflación coloca muy alta la vara de los precios, mientras hace que los salarios se transformen en “sal y agua” que se diluyen en las manos. Ante este escenario económico, muchos zulianos como Juan, eligen la reparación de electrodomésticos, calzados, hasta bombillos, de esto último cuenta María Chacín, desde La Curva de Molina.
“Un bombillo fluorescente ya cuesta 12 mil bolívares, eso es imposible de pagar y solo por uno. Un amigo me contó que por repararlo cobran Bs. 1.500, hasta 2 mil, y ahora eso es lo que hago”, describió la mujer de 42 años.
Mientras algunos solucionan cómo recuperar las luminarias para su casa, otros buscan la manera de tener qué ponerse en los pies y arreglan los pares de zapatos que todavía conservan.
Esto lo ha notado, sentado en una silla en la calle 76 y con una aguja en los dedos, Manuel Leal, quien lleva 9 años en la reparación de calzado y a sus manos, en el último año, han llegado más zapatos, “gomas”, zapatillas o bolsos que lo habitual.
“Viene mucha gente y lo más común es la reparación de suelas, costuras, y es entendible porque ahorita están por las nubes todos los calzados, en cambio, aquí pueden repararlos y ahorrarse dinero”, describió el joven de 23 años, quien aprendió de sus familiares el oficio con el que mantiene a sus tres hijos.
El tema de arreglar no se limita a un estrato social —asoma— todos igualmente los buscan para darle una “segunda oportunidad” a sus zapatos.
Más adelante del puesto de Manuel, Arturo Vergara releva un dato preciso que expresa la realidad: “Aquí hay mujeres que pueden dejar hasta 15 pares de sandalias o tacones. Eso no lo veía antes”, dice tras 21 años dedicados a pegar suelas o coserlas.
A los bolsos y carteras, los zulianos también les tratan de alargarles el tiempo de vida útil. Desde un local enfocado a este tipo de arreglos, en el casco central de la ciudad, Tony Pedreanis asevera que antes lo solo cambiaba raches, ahora los trabajos son más complejos para “salvar” los artículos.
La vestimenta es otro renglón que no queda atrás en las reparaciones. Los pantalones, jeans, vestidos, pasan por los alfileres de sastres o costureras para ajustarlos, debido a que la persona ha adelgazado, o para coser alguna rasgadura o imperfección.
En la calle Carabobo, Jorge Robles, sastre con un currículo de 33 años, asegura que a veces la personas necesitan reducirles a su ropa hasta dos tallas, arreglos que oscilan, según la dificultad, entre 8 y 12 mil bolívares; una cifra que parece insignificante ante los precios de pantalones que superan los 100 mil bolívares o blusas los 60 mil.
“Hace rato deje de comprar ropa, está muy cara, cuando mucho, mando a arreglar la que me queda y la vuelvo a usar”, expone Julio Chacín, empleado público y residente de La Chamarreta.
Los electrodomésticos son otros de los artículos que se libran de ser arrojados a la basura; y así, unos 20 ventiladores semanales llegan para su refacción a la casa de Rafael Sánchez, en el sector Padilla.
Explica que la reparación de una bobina se ubica entre 40 y 50 mil bolívares, mientras que la adquisición de un nuevo ventilador de mesa tiene un valor de hasta 200 mil. Los microondas también desfilan por su mesón de reparaciones.
“Muchos prefieren invertir en arreglar un equipo que se le dañe, por ejemplo, con apagones, que comprar uno nuevo porque obviamente no le alcanza”, opinó Sánchez.
Aunque para Denni Troconiz, en su oficio de taxista, la prioridad últimamente se ha convertido reparar, pero los cauchos de su vehículo. Solo en lo que va de año, lo ha hecho 15 veces.
“Imagínate —indica señalando un neumático número 17— uno así ya cuesta un millón de bolívares en algunas partes, con lo que gano no puedo darme el lujo de pagarlo, por eso o reparo o compro una ‘chiva’ en 250 mil”.
Este es el mismo dilema que viven otros conductores y choferes de transporte público; exponiéndose a que la refacción o el caucho de “segunda mano” les dure apenas un trimestre.
Es así como “reparar todo” se transforma en el nuevo “salvavidas” cercano a las manos de los zulianos, en un escenario en el que la ola de la inflación llega al cuello y transforma en una utopía comprar artículos o equipos nuevos.
Fuente: Panorama
Fecha: 13 de agosto de 2017