El próximo miércoles se cumple un año de una de las acciones de represión e injusticias más crueles y descaradas del régimen: el secuestro y encarcelamiento del diputado Juan Carlos Requesens Martínez.
Quizás haya quien olvidó qué fue lo que pasó y cómo pasó, entre tanta basura que inventa el aparato de propaganda del régimen. Así que me parece necesario hacer memoria política y humana, en torno al caso de este amigo que, como muchos otros, hoy no es más que un trofeo para una camarilla de miserables.
El 7 de agosto del año pasado, funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia se llevaron a Juan y a su hermana Rafaela Requesens de la casa de sus padres, en Terrazas del Club Hípico. Lo hicieron de noche, ocultando sus rostros, sin una orden judicial y de forma violenta.
Al margen del estado de derecho, violaron la inmunidad parlamentaria de un diputado, consagrada en la Constitución. Y es que, días antes, el aparato de propaganda y el usurpador Nicolás Maduro se habían encargado de difundir que Juan estaba involucrado en el supuesto atentado que le hicieron en la Av. Bolívar el 4 de agosto de ese mismo año. ¿Recuerdan? Aquella bufonada en la que las tropas salieron a resguardarse en lugar de defenderlo.
A Rafaela la soltaron a las horas del secuestro, pero nadie informó sobre el paradero de Juan. Lo habían trasladado a la sede del SEBIN en El Helicoide, pero ni la familia ni sus abogados estaban al tanto. En una acción miserable, el aparato represor de Maduro había secuestrado a un diputado y lo mantenía desaparecido.
Al día siguiente, los cómplices del Tribunal Supremo de Justicia declararon la procedencia de esta aberración y, con todo el descaro del mundo, dijeron que había flagrancia porque según ellos había “suficientes elementos de convicción para estimar la comisión de delitos de naturaleza permanente”. El remate de la dictadura fue que la inconstitucional ANC «allanara» la inmunidad parlamentaria, completando la vileza y el chanchullo.
Todo este bochornoso espectáculo dictatorial y aún no se sabía nada sobre el paradero de Juan. Incluso al día siguiente allanaron su casa, la de Julio Mora y la de Julio Borges, sin orden judicial y sin haberle dicho a su gente dónde y en qué estado se encontraba un diputado electo por el Pueblo.
Y entonces llegó el 10 de agosto, no olvidaré la fecha, el aparato de propaganda del régimen hizo una de las cosas más deplorables y vomitivas de tantas que han minado este caso: la difusión de unos videos en los cuales mostraban a Juan visiblemente confundido y afectado.
Sus defensores denunciaron que el comportamiento errático de Juan era consecuencia del suministro de sustancias tóxicas y la aplicación de métodos de tortura. Y tanto sus familiares como la Asamblea Nacional en pleno denunciaron que hubo tratos crueles e inhumanos, además de la intención de filtrar esos videos con la intención de humillar a Juan.
Sólo hasta el 12 de agosto se le permitió a Juan Requesenshablar por teléfono con su familia y tener acceso a sus abogados. El tamaño de la aberración legal que hay detrás de cada hecho es enorme. Desde entonces, el diputado Juan Requesens ha sido víctima de la violación de derechos, suspensión de audiencias y retardos procesales con evidente saña política.
No fue sino hasta el 1 de julio de 2019, hace poco más de un mes, que la crueldad de la jueza Carol Padilla tuvo a bien dictar una decisión y declarando sin lugar todas las excepciones opuestas por la defensa, manteniendo la privativa de libertad y ordenando el pase a juicio.
El caso de Juan, como el de muchos otros, pone en evidencia la indolencia y el nivel de sadismo de quienes usurpan Miraflores. Hoy para lo único que sirven es de verdugos y persecutores crueles de quienes pretendan la vuelta de la Democracia y de la Libertad al país.
A unos politiqueros tan cobardes tiene que parecerles increíble que, con todo lo que hemos repasado y más, Juan se mantenga fuerte y de pie. Quienes asisten a las audiencias cuentan que, al salir delante de la jueza y los fiscales, Juan mantiene una sonrisa noble y digna, orgullosa de saber que defiende una causa justa. Esa sonrisa, ese simple gesto, es condenado por esbirros y cómplices de la dictadura.
Quienes tenemos el gusto y el honor de conocer a Juan también conocemos su terquedad y su tozudez. Y por eso sabemos que en esa sonrisa hay un gesto de rebelión enorme, vivo y luchador como es él. Y si él no se rinde, tal como lo dijo en aquella intervención en la Asamblea Nacional, ¿cómo vamos a rendirnos nosotros, quienes todavía podemos seguir la lucha contra la usurpación en todos los terrenos?
El régimen sabe que Juan es inocente. Y sus propios voceros lo han dejado saber en voz alta. El asunto es que forma parte de los trofeos de un usurpador que pudo ver con sus propios ojos cómo es que nadie quiso defenderlo y ha decidido pagar su frustración con líderes que cuentan con el apoyo de un pueblo entero.
Saben que no ganan nada persiguiendo, pero persiguen. Saben que ya el miedo no les resulta, pero intimidan. Saben que el país no está mejor después de esto, pero insisten en su torpeza.
No tienen pruebas que incriminen a Juan Requesens, ni a Édgar Zambrano ni a Roberto Marrero. No tienen pruebas para perseguir a Julio Borges, ni a Miguel Pizarro ni a Carlos Paparoni. No tienen pruebas contra ninguno de los presos políticos. No tienen argumentos, ni ideas ni Pueblo. No tienen nada. Sólo perseguir pero ellos mismos saben que eso no durará siempre ni es garantía de permanencia de nada.
Juan: tú eres un ejemplo de quienes se han resteado con el país. Eres un hermano, un hijo y un padre que motiva e inspira. Pudiste haber huido, pero te mantuviste aquí y ahora eres un poderoso resumen de la rebeldía contra la dictadura. Eres inspiración para tu generación y para las que vienen, porque has aguantado de manera valiente el peor de los atropellos: quitarte tu Libertad.
Tu familia también ha sido ejemplo en esta lucha. A cada uno de ellos, a tu hijo Adriano y a tu hija Sabina, a tu viejo el doctor Juan Guillermo, a la señora Paula y a tu hermana Rafaela, mi abrazo infinito y la palabra puesta en que pueden contar conmigo en lo que humanamente siempre pueda hacer para apoyarles.
Y a ti, hermano, yo que sé lo que es la cárcel por pensar diferente, mi admiración y respeto profundo, porque si tú no te has rendido ninguno de nosotros tiene el derecho a hacerlo.
¡Qué Dios te bendiga y te mantenga firme y con la frente en alto, hasta que recuperes tu Libertad y la de toda Venezuela!