En este momento, justo cuando el país se encuentra en la coyuntura política y social más compleja y dura de nuestra historia, el Pueblo de Venezuela ha demostrado ser  tan valiente que ha decidido cabalgar la crisis unido.

Somos conscientes de que, cuando cese la usurpación de Nicolás Maduro, vamos a necesitar a cada una de las fuerzas democráticas involucradas y el concurso de todos para poder hacer un buen gobierno. El asunto es que sabemos que durante este proceso de presión también ha sido fundamental el consenso, el acierto en las decisiones y el trabajo conjunto.

El tema es que, como sucede en el juego democrático, aquellos liderazgos que deciden quedarse por fuera del objetivo común tienen sus propias estrategias, aunque a veces parezca que olvidan medir los costos políticos creyendo que basta con llevarse todo por el medio para parecer el más fuerte. Y si algo sabemos quienes hacemos política en Venezuela es que eso no es así.

Hoy, no por fortuna sino por coherencia y liderazgo, la mayor parte de la oposición que de verdad está activada políticamente, trabaja unida buscando la salida a una crisis que sólo se solucionará mediante un cambio del modelo político.

Sin embargo, también debemos empezar a entender que en el mundo existen dinámicas políticas contemporáneas que, aunque estén presentes en todas las democracias del mundo, hoy a los venezolanos pueden resultarnos extrañas porque tenemos dos décadas sumergidos en una polarización estéril. Un fenómeno que sólo sirvió para atornillar a la dictadura el tiempo que les duró su mentira.

Por eso, aunque el proyecto del socialismo del siglo veintiuno haya insistido en hundirnos como sociedad, como nación y como el Estado fallido que decidieron gerenciar los artífices del proyecto político más corrupto de la historia venezolana, no podemos perder de vista dos cosas: que el país merece un ejercicio moderno y actualizado de la política y que, mientras lo político se resuelve, hay una crisis social que asesina diariamente a los venezolanos más vulnerables.

Y por eso el aparato de propaganda del régimen insiste en distraernos con las nimiedades de la política baja, ramplona, esa política del “quítate tú pa’ ponerme yo”: porque mientras se mantenga en la palestra ese ejercicio de la política, los usurpadores pueden esconder su responsabilidad en cuanto al hambre, las enfermedades y las condiciones inhumanas de vida que siguen matando a inocentes.

Cuando aparecen declaraciones que, sacadas de contexto o filtradas a conveniencia del régimen, juegan a dividir, usted tiene que saber que detrás de eso hay alguien interesado en que se nos olvide quién tiene la culpa de que haya gente comiendo de la basura, parturientas arriesgando la vida en las maternidades y maestros con sueldos de hambre.

Una información sobre candidatos presidenciables no puede hacer que se nos olviden los niños del J. M. De Los Ríos, ni la presión que hay sobre las enfermeras ni el infierno de la luz, el agua, el gas o las colas inhumanas de la gasolina. Y quien se lo permita es porque simplemente tiene una agenda personal en la cual un rumor completamente estéril le resulta más atractivo que la justicia, porque le da más likes y seguidores. Y el país no está para politiquería de Twitter, mucho menos cuando consideramos que nunca antes estuvimos tan cerca de salir de este régimen que sólo produce pobreza.

No es declarando ni señalando apetitos ajenos que vamos a sacar a la dictadura, mi hermano. Hay que dejarse de pendejadas que sólo sirven para que en Miraflores entre un fresquito: no podemos perder de vista la crisis social y es ahí donde debemos estar trabajando los líderes, en especial aquellos a quienes la prensa y los analistas nos tildan de “presidenciables”.

Hay que entender que en la política seria todo tiene su momento. Hoy existe un claro concierto de fuerzas en torno al cese de la usurpación que nos conducirá a una transición y a unas elecciones libres. Y en este momento las principales fuerzas democráticas del país estamos unidos en torno a Juan Guaidó, cuyo liderazgo además es reconocido por las democracias más importantes del mundo. Y así como estamos quienes agradecemos y valoramos su lucha durante este proceso, no faltará quien esté apostando por su fracaso. La política, lamentablemente, es así.

¿Quieren hablar de política contemporánea? Vamos a darle: ¿cuántos candidatos hubo en el camino para las últimas elecciones en Argentina, por poner un ejemplo de la región? Más de dos al final, a pesar de la polarización, pero allá se tenían claras las competencias y las circunstancias de la elección que sacó al kirchnerismo de la Casa Rosada. ¿Cuántos candidatos de los dos partidos más importantes de Estados Unidos se presentaron como una opción, antes de cada una de sus elecciones internas? Varios, pero a cada uno le tocó exponer sus ideas y sus propuestas, con los riesgos y la exposición que algo así significa.

Por eso es que, aunque entiendo el derecho que tienen aquellos que quieren quitarle el estigma a la posibilidad de que se abran varias opciones como candidaturas posibles, es posible que más de uno lo esté haciendo hasta con buenas intenciones. Pero también sé que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.

Y un consejo para aquellos que se mantienen por fuera de esta coalición: es momento de que evalúen sus intereses e incluso sus estrategias, porque este Pueblo ya demostró que está decidido a acompañar a quienes sepan conectarse con la capacidad de servir y derrotar al régimen madurista, no a quienes sólo pretenden protagonizar páginas de una prensa ajena.

Estos han sido años de una situación inédita. Hasta el punto de haber representado una crisis y un reto para toda la región. Así que esto no es un problema de aspiraciones, sino de acciones en torno a un objetivo común. Aprendamos del pasado: la conducción de las políticas de un país no depende de una lista de nombres, sino de una sensata capacidad para proponer soluciones.

Así que cada vez que usted vea que unas declaraciones han sido divulgadas con la intención de desmoralizarlo, haga un repaso de todo cuanto hemos logrado juntos y cómo hoy el régimen tiene cada vez menos capacidad de maniobra. Aquí nada está perdido y, en los últimos meses, a pesar de algunos traspiés nunca hemos dejado de ir por encima del marcador. Y usted no puede dejarse robar eso porque es una victoria que lo incluye: a usted que ha marchado, ha manifestado, ha debatido, ha captado nuevos seguidores, ha resistido y sigue trabajando porque cree en este país que somos y que nunca más se dejará robar la Democracia.

Somos muchos quienes estamos poniendo todo en esto. Y lo vamos a alcanzar.

¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!

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