A pesar de que la crisis política está inundándolo todo, un liderazgo político responsable no debe dejar de prestarle atención a aquello que está lejos de los reflectores de la prensa, de los grandes medios, de “la noticia del momento”. En especial cuando nuestro contrincante, nuestro adversario político, es un régimen que insiste en que cada derecho violado, cada padecimiento, cada sufrimiento de nuestra gente se normalice y empiece a pasar desapercibido.
Digo esto porque cuando los cómplices del aparato de propaganda se encargan de dividir, sapear y sembrar inquina entre las fuerzas que luchan por recuperar la Libertad en nuestra Venezuela, desde Miraflores le suben el volumen a todo aquello que les sirva para ocultar que desde aquel lamentable apagón del 7 de marzo de este año la mayoría de las regiones del país sufren de una crisis eléctrica y de servicios a la que, para más tragedia, hoy se le suma la escasez de combustible.
Mientras tanto, en Caracas, hacen todo lo posible por mantener una ilusión de normalidad que nada tiene que ver con lo que se vive en los estados fronterizos donde poner gasolina se ha transformado en una extorsión inhumana, en los estados pesqueros donde la incapacidad de mantener las embarcaciones y la refrigeración ha acabado con el sustento de centenares de familias, en los estados llaneros donde comer se ha vuelto un lujo a pesar de estar pisando las tierras más fértiles del mundo, en los estados del sur donde la violencia y la muerte se ha apoderado de los espacios cotidianos convirtiendo cada día en una supervivencia.
Y esa es una crueldad del régimen que no podemos permitir, porque eso sí que en verdad les compra tiempo y los acomoda. No debemos olvidar, como una coalición de fuerzas que creen en la democracia, que acompañan a las comunidades que más sufren las consecuencias de las políticas asesinas del usurpador también están peleando por el cese de esa usurpación, pero en unas condiciones que para los periodistas de los medios establecidos en Caracas pueden pasar desapercibidos, como resultado de la mampara de normalidad que Maduro y sus cómplices insisten en llevar adelante para diluir el maltrato inhumano de las regiones en los titulares de una crisis política, tan importante como grave, pero que no es la única.
Sin duda que esa falsa normalidad en Caracas le ha dado rédito político al régimen. A pesar de que tan sólo van cuatro meses desde que el Pueblo decidió acompañar este firme proceso en dirección al cese de la usurpación, las consecuencias de la debacle hacen que parezca mucho más tiempo. Y Maduro y su aparato de propaganda lo saben, de manera que intentan desarticular las fuerzas nacionales.
En más de una oportunidad he dicho, por este medio y por otro, que hasta que no hagamos nuestra la lucha justa del otro no conquistaremos del todo nuestros objetivos políticos. El año pasado, cuando las enfermeras nos dieron esa lección de civismo y protesta, sólo alcanzaron sus objetivos cuando otros sectores decidieron apoyarlas en su causa y la hicieron común, propia, una.
Eso mismo está sucediendo ahora en una dimensión geopolítica. Y esa es la estrategia del régimen, de manera que el liderazgo democrático debe advertirla y afrontarla de manera eficaz.
El infierno que están viviendo los zulianos con la electricidad es un ejemplo claro. Y si permitimos que las protestas solo sean endémicas, regionales, sectorizadas, tendrá éxito esa especie de parque temático de normalidad que quieren mantener en Caracas.
No podemos perder la capacidad de expansión y globalización de la protesta por el simple hecho de que en las otras regiones del país nadie esté haciendo propias las causas y las luchas que llevan adelante, con valentía, nuestros hermanos en Zulia.
Y lo mismo sucede con lo que se está viviendo en el Táchira donde las colas kilométricas para la gasolina y las fronteras cerradas definen una crisis inaudita en este siglo, con lo que se está viviendo en Bolívar y Amazonas con hermanos asesinados y una tierra sin ley donde mandan el billete y la maldad, con el hambre y la mengua de los Llanos donde quienes quieren sembrar y apostar por el país son asediados por paramilitares que cuentan con la complicidad de quienes deberían detenerlos, con el abandono y la crueldad de la vida en nuestro Oriente donde la falta del gas genera movilizaciones populares que no resuenan en Caracas con la misma fuerza con la que allá sí resuenan las mentiras políticas de Maduro y su cúpula.
La nueva dimensión que está adquiriendo la crisis de los servicios en las regiones debe contar con la solidaridad de Caracas, porque en nada el aparato de propaganda del régimen querrá revertir esa posibilidad. Ya en más de una oportunidad han querido fomentar la rencilla que, como es natural, puede sentir alguien del Zulia, en Nueva Esparta o del Táchira al ver que en Caracas no hay apagones, que no se va el agua o que las gandolas de gasolina que salen van derechito a la capital.
Si el usurpador, como el cobarde que es, se esconde en su palacio con el mediano control que han logrado tener en torno a la visibilización de la crisis, ¿se imaginan lo que tendrá que hacer si logramos que Caracas y el resto de las regiones extiendan una clara estrategia política en la que todos los ciudadanos demócratas podamos sentir como nuestras las luchas de nuestros hermanos y, además, ellos hagan suyas nuestras luchas regionales?
Es momento de hacer que el mapa entero de Venezuela suene a favor de un mismo objetivo. No van a alcanzarle los delincuentes para asediarnos, ni van a alcanzarle los cómplices para taponearlos ni van a alcanzarle los medios para ocultar una verdad evidente: no pudieron gobernar el país por haberse dedicado a robar y ha llegado el momento de que abandonen el Poder y la justicia haga lo suyo, porque tarde o temprano pasará y será rotundo.
El régimen está fragmentado es sus poderes más primitivos. Tenemos que aprovecharlo políticamente y hay una oportunidad enorme en el ejercicio de la solidaridad, la suma de fuerzas y la expansión de la protesta como un claro diagnóstico de aquello que hasta ahora ha sido regional pero que puede alcanzar dimensiones globales.
Venezuela entera haciendo suya la causa de sus hijos. Ese es el camino ahora para generar las condiciones que determinen el fin definitivo de esta pesadilla y así empecemos a construir el país que merecemos, desde una transición hacia la Democracia y la Libertad.
¡Dios bendiga a Venezuela!