Después de haber escondido durante tres años las cifras de la debacle económica más feroz que se ha vivido en la historia del país, al parecer alguien del Banco Central de Venezuela (o de más arriba) tuvo que meterse las mentiras en un bolsillo y publicaron datos que ponen en evidencia el rotundo fracaso que ha significado el modelo político y económico que padece nuestra Venezuela desde hace dos décadas y que, durante los últimos seis años, ha tenido consecuencias letales.
Y antes de empezar a analizar algunos de los datos, es bueno dejar bien clarito que estos números terminan de desmentir esa payasada que Nicolás Maduro y el resto de sus cómplices cacarean desde hace tiempo. Ahora, en sus propias cifras, queda claro que la responsabilidad de esta debacle no es del “imperio”, ni de las sanciones, ni de pulsos electromagnéticos.
Aquí los únicos responsables son el grupito de corruptos e indolentes que se dedicaron a destrozar el aparato productivo para forrarse de billete con las importaciones, unos que han preferido dejar morir niños inocentes con tal de no soltar el poder, capaces de matar a PDVSA, su gallina de los huevos de oro, y empujarnos a la ruina con tal de enriquecerse a como diera lugar.
También es necesario aclarar que no hemos visto el panorama completo: esas cifras que el BCV publicó esta semana van desde el tercer trimestre de 2013 hasta el tercer trimestre de 2018, así que ahí no aparecen los verdaderos meses del candelero que significó el cierre del 2018. De modo que ese alarmante retroceso de un 52% en el Producto Interno Bruto es en verdad mucho peor.
Podríamos empezar hablando del petróleo. Durante años, en Miraflores y en el BCV le escondieron al mundo que entre 2013 y 2018 el sector petrolero de un país que llegó a estar entre los primeros exportadores de crudo cayó en más del 47%. Quienes en 2012 y 2013 hablaban de que a estas alturas ya deberíamos haber superado los seis millones de barriles diarios, aparentemente, lo que estaban calculando era la cantidad de billete que iban a robarse.
Súmenle a eso que ellos seguían haciendo negocios con China, con Rusia y con cuanto país estuviera de acuerdo en hacerles el coro en la política internacional, ofreciendo un petróleo que no estaban en capacidad de extraer porque se estaban llevando por el medio a PDVSA, a las instalaciones de extracción, a las refinerías y a todo cuanto caía en sus manos.
¡Y eso que estamos hablando de cifras que seguramente están maquilladas! Saquen esta cuenta: si en los datos que el régimen le mandó a la OPEP dicen que en el mes de abril de este año sólo se produjeron 1,03 millones de barriles diarios, estamos hablando de una caída que supera el 30% en apenas un año, ¡pero que además ha seguido cayendo! Porque cuando cualquiera revisa los análisis más respetados verá que Barclays Capital y Goldman Sachs, por mencionar sólo dos, desde ya auguran que esto va a seguir cayendo en más de un 20%.
Por eso no pudieron seguir ocultando que, por la medida bajita, en el mismo lapso entre 2013 y 2018 la industria cayó en 76,2% y el comercio en 79,4%, pero hay otra cifra que me interesa que revisemos: resulta que la construcción, según estas cifras del BCV, cayó en un 95%.
Si el BCV dice que la construcción cayó en 95%, ¿entonces qué pasó con el embuste de la Gran Misión Vivienda Venezuela o las supuestas “obras en marcha” que tienen regadas por todo el país, en parálisis? Porque si el BCV dice que la construcción cayó en 95%, aquí las explicaciones sólo pueden ser dos: o todas esas fiestas cementeras que transmiten en cadena nacional son un embuste tremendo o se trata de negocios por debajo de cuerda donde hay un gentío guisando.
Hoy en Miraflores no hay sino una cúpula que se dedicó a bailarse toda la plata sin importarle el futuro de la Nación ni mucho menos las consecuencias de su hamponato. Porque me pregunto yo, ahora que les dio por entregar cifras, ¿nadie en el BCV piensa explicarle al Pueblo a dónde carajo se fue todo el billete que entró cuando el barril estuvo por encima de los cien dólares, con un Presupuesto Nacional calculado en base a sesenta dólares por barril? ¿Dónde está la sonrisa de tipos como Merentes que se atrevieron a decirle al país que estas cifras no debían ser públicas? ¿Quién se hace cargo del silencio que, durante cuatro años, sirvió de mampara para la manada salvaje de ladrones que empeñó el futuro de Venezuela?
¿Ustedes saben cuál es el impuesto más cruel que puede imponerle cualquier gobierno a un pueblo? La inflación. Y la razón es muy sencilla: la hiperinflación en Venezuela es una consecuencia de políticas públicas erradas, de emisión de dinero inorgánico, de subsidios absurdos.
Uno de los datos más rotundos que pueden extraerse de estas cifras del BCV es que el Producto Interno Bruto ha estado cayendo durante veinte trimestres seguidos. Y esa caída se sumó a una hiperinflación que dejó al tristemente célebre 103% de inflación de 1996 como una pendejada. Presten atención a esta escalera hacia el infierno: la inflación de 2015 fue de 180,9%, pero la de 2016 superó el 274,4% y la de 2017, ¡según estas cifras oficiales y maquilladas!, fue de 862,6%.
Ahora prepárense para la de 2018: 130.060%. Voy a ponerlo por escrito, porque más de uno de los defensores de Maduro que viven en el exterior puede pensar que es un error de tipeo: según las autoridades del Banco Central de Venezuela y sus cifras oficiales, la inflación de 2018 en Venezuela fue de ciento treinta mil sesenta por ciento. Eso sí: las mismas cifras del BCV también afirman que el precio de alimentos y bebidas aumentó 143.786% y el transporte en 134.238%, ambos casos por encima del promedio inflacionario.
¿Y saben cómo reaccionaron en Miraflores? ¡Mandaron a “crear” nuevos bolívares! Una cantidad de dinero inorgánico que, según análisis profesionales de estas cifras, originó una déficit que prácticamente equivalía al veinte por ciento del Producto Interno Bruto, en medio de la mayor crisis del aparato productivo nacional, el control de cambio más corrupto en la historia de la economía global y una criminal dependencia de unas importaciones que iban en caída libre.
Cuando Nicolás Maduro confesó que habían emitido dinero inorgánico, firmó su sentencia como culpable de esta crisis que, con cuatro años de retraso, el Banco Central de Venezuela ha terminado de poner en evidencia. ¿Y así pretenden escudarse en las sanciones? Aparentemente una de las más importantes consecuencias de esas sanciones económicas ha sido impedirle a esta cuerda de corruptos indolentes que sigan manejando el dinero de los venezolanos.
Fíjense que una investigación del respetado economista Miguel Ángel Santos explica que estas cifras divulgadas por el BCV ponen a Venezuela en una lista negra de esos países que han sufrido impactos económicos, donde el nombre de nuestro país aparece junto a Nigeria, Palestina, Libia, Sudán y Sierra Leona, entre otros. Se trata de países en guerras y bajo totalitarismos crueles y asesinos que vivieron el hundimiento de su economía, del cual muchos no se han podido recuperar después de décadas.
Aparentemente a esto se referían Hugo Chávez y Nicolás Maduro cuando hablaban de una “guerra económica”: quienes estaban a cargo de las finanzas y la riqueza de nuestra Venezuela habían iniciado un proceso de autodestrucción de la Nación, llevándola a unas cifras que solo podrían lograrse en conflictos bélicos y en tragedias autocráticas. Era una guerra de ellos contra el Pueblo, comandada desde las propias filas del gobierno más corrupto de la historia nacional.
Hoy ni siquiera China o Rusia se atreven a prestarles dinero. Incluso: muchos tienen la teoría de que la publicación de estas cifras es una orden dictada a Miraflores desde Moscú y Beijing.
El fracaso de esa mentira que alguna vez llamaron “socialismo del siglo veintiuno” simplemente repitió los más graves errores de los peores gobiernos del siglo veinte. Y con la publicación de estos datos, aquellas fuerzas políticas que tanto se esforzaron en defender al PSUV y sus desmanes, hoy tienen acceso a unos numeritos que sirven de argumento a quienes nos hemos opuesto a esa barbarie desde el primer momento.
Ahora bien: esas mismas fuerzas políticas hoy tienen la oportunidad de levantar su voz y hacerle saber al mundo que esto que nos ha tocado vivir en Venezuela es un error que no debe repetirse. Fueron cómplices de quienes comandaron una guerra que asesinó el futuro de todo un Pueblo desde las decisiones económicas, pero todavía pueden enmendar ese error histórico.
En las calles de nuestra Venezuela hay un Pueblo que reclama el cambio que ya parece inevitable: ha llegado el momento de que todo el planeta, desde la fuerza de la moral pero también desde el pragmatismo de las cifras, entienda que al usurpador se le acabó el tiempo, que es momento de que recoja y se largue, porque ningún país merece la vileza de la que fueron capaces mientras mandaron. Ahí están los números que lo comprueban.
¡Qué Dios bendiga a los venezolanos, hoy víctimas de la peor de las estafas políticas del mundo! ¡Venezuela tiene que renacer, así será!