Cuando leí las declaraciones que hizo esta semana el ministro de Política Exterior francés, el señor Jean Yves Le Drian, refiriéndose a lo que llamó «una degradación acelerada” de la situación humanitaria que vive Venezuela, reiterando el apoyo de Francia a Juan Guaidó, confirmé una idea que ya hemos compartido muchas veces en este espacio: es importante que el mundo entienda la magnitud de lo que estamos viviendo desde una perspectiva HUMANA.
No ideológica. Ni politiquera. Ni reactiva.
Una perspectiva histórica y humana, pero al mismo tiempo global y poderosamente conectada con los tiempos.
Saber que Venezuela es un tema importante en la gira por Suramérica del canciller de Francia, una república cuya historia política es vital para entender las ideas contemporáneas de Libertad y de Democracia, tiene que significar algo para cada venezolano, pero también para cada una de las fuerzas políticas de los países de la región.
Aun así, la noticia que uno vio correr como pólvora en las redes sociales fue que un país hermano como Ecuador había anunciado que exigiría visas a los migrantes venezolanos.
¿Qué puede estar sucediendo para que una noticia se imponga encima de otra, replicando y agarrando más fuerza aquellas que se vinculan con la discriminación y no las noticias que evidencian el apoyo político y humano de tantos países que hoy nos acompañan?
Para saberlo, hay que entender y ver mucha data. Por eso quiero compartir aquí algunos datos recientes. Datos de algunos de los países que están sirviendo como nuevo hogar de los venezolanos que, como consecuencia del infierno económico social que se vive en el país por culpa del régimen, han decidido migrar.
En Perú se hizo un estudio importante del Instituto Nacional de Estadística e Informática de ese país con varios puntos sobre el exilio venezolano, entre ellos que el 94,7% de la población venezolana que hace vida ahí tiene deseos de quedarse o mudarse a otros países de la zona, como Chile y Argentina.
El asunto es que esos datos cambian rotundamente cuando se incluye en las preguntas la variable de considerar la posibilidad de un cambio político en Venezuela.
Usemos este ejemplo para entender dos cosas importantes. La primera es que cada una de las naciones involucradas como destino en el proceso migratorio que vive Venezuela tienen realidades distintas y por eso sus políticas públicas reaccionan de manera distinta. La segunda es que estas reacciones no implican necesariamente un mayor o menor apoyo al cambio político por el cual estamos luchando los venezolanos, sino una acción que responde a su realidad.
Es significativo el hecho de que un gigante como Brasil le haya pedido a India, a Sudáfrica, pero sobre todo a Rusia y a China, miembros del llamado BRICS, que consideren la situación de los venezolanos para que dejen de apoyar esta debacle a cuenta de negocios que podrían, incluso, ser más prósperos y eficaces si se llevaran adelante con un nuevo gobierno, honesto y guiado por venezolanos.
Cuando el canciller brasileño, Ernesto Araújo, habla de un «proceso de construcción de una región democrática y de economías abiertas en América Latina», también lo hace teniendo presente el fenómeno migratorio. Quizás uno de los ejemplos más claro es Colombia, la frontera que sin duda se ha visto más afectada por la diáspora y el proceso migratorio. Y para eso uno de los estudios con datos más detallados es el que lleva adelante @migravenezuela, quienes actualizan con frecuencia sus cifras y han seguido de cerca todo este fenómeno humano y social.
Fíjense en esto: hasta ahora el proceso migratorio fronterizo de mayor magnitud en la historia había sido el de Siria hacia Turquía, que ha llegado a promediar hasta 1.000 personas por día. Pues bien: en la frontera colombovenezolana ya se habla de 1.600 personas por día.
¿Vamos entendiendo el tamaño de lo que han originado el régimen y una camarilla de indolentes y corruptos?
Eso sí: cuando se pregunta en Colombia si tienen pensado volver a Venezuela, el 55% de nuestros hermanos responde que sí, que quieren volver. Y esa cifra no es el promedio nacional, porque en ciudades como Medellín ese número alcanza el 73%.
Así que pensemos que ahora, de un momento a otro, en Colombia están recibiendo 1.600 venezolanos a diario, con la esperanza de conseguir un futuro mejor mientras se conquista el cambio político que nos lleve a la democracia.
¿Y qué ha decidido el Estado colombiano, frente a esta realidad? ¿Cerrar las fronteras? ¿Pedirnos visas? ¿Dificultar el proceso?
Nada de eso. Más bien todo lo contrario: han repensado sus políticas de migración e incluso acaban de sancionar una nueva ley histórica en la que Colombia se asume como una Nación receptora de migrantes.
Y así como lograron desmantelar las redes criminales que, en Bucaramanga, estaban usando niños venezolanos para mendigar y explotarlos, también están midiendo el impacto económico positivo que está teniendo el hecho de recibirnos durante esta etapa tan dura para muchos de nuestros paisanos, analizando las mejores estrategias para que esta experiencia resulte beneficiosa para Colombia y orientando a quienes llegan con muy poco mediante ONG’s y voluntariado.
En dos platos: lo que debe hacer un Estado.
Así como en Chile un montón de médicos venezolanos lograron homologar sus títulos y pasaron a formar parte de un sistema público de salud o así como en Estados Unidos el Congreso considera aprobar el Estatus de Protección Temporal, hoy en Colombia han empezado a transformar las condiciones para permitir que las ganas de trabajar de un montón de gente honesta y echada pa’ lante que está dispuesta a que esos países que hoy nos reciben, crezcan.
Eso sí: los países de la región deben mirarse en el espejo de Colombia. Nadie quiere caminar y cruzar tres fronteras con sus hijos en brazos por sinvergüenzura ni por viveza criolla, sino por dolor. Por desesperación. Por hambre y por sentir que no tienen futuro. Desaprovechar el impulso y las ganas de crecer que hay en los pasos de esa gente sería una torpeza. Así como sería una torpeza abandonar el apoyo a esta lucha política y democrática que generará el cambio que les permitirá volver a casa.
Complicar más la situación irregular de nuestros hermanos no aminorará la migración. Más bien aumentará la cantidad de estafadores y vividores que sacan dinero de la desgracia ajena.
Facilitar la integración de los ciudadanos y estimular la comprensión de este fenómeno, en cambio, puede transformar una desgracia en el hecho que transforme nuestra región para bien.
La tragedia que nos obligó a regarnos por todo el planeta debe transformarnos y enseñarnos. No sólo a nosotros: a la región, a los países que van a elecciones, a cada una de las naciones donde se corra el riesgo de que la Democracia sea secuestrada.
La tragedia que nos obligó a regarnos por todo el planeta debe transformarnos y enseñarnos. Eso que ha sucedido en Colombia y en otros países que han formado parte de los destinos de nuestros seres queridos debe ser atendido como algo memorable que Venezuela, como Pueblo y como Estado, no debe olvidar jamás.
Hoy puede ser doloroso saber que mencionar a Venezuela en la política mundial sirve como amenaza y como advertencia. Y por eso cada venezolano tiene que convertirse en un defensor del derecho que tiene todo ciudadano a ejercer su felicidad, tener dueños, trabajar por su futuro.
Somos un pueblo noble del cual debemos estar orgullosos, porque desde cada rincón del mundo estamos peleando por devolverle la Libertad a nuestro país. Y vamos a lograrlo. Estamos dejando la vida en eso. Pero, mientras conquistamos el objetivo mayor, hagamos que cada uno de los países que nos ha recibido sientan que hicieron lo correcto: apoyar la lucha por la Democracia y sumar a nuevos hijos que jamás olvidarán ese país, esa ciudad, esa comunidad que le brindó un lugar para empezar a cumplir sus sueños mientras llega la vuelta a casa.
¡Qué Dios bendiga a los venezolanos donde quiera que se encuentren!