Comencemos por señalar, porque es relevante, que la visita de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas no es una buena noticia para ningún país. Su llegada a cualquier nación, hecha en el marco de su labor dentro de las Naciones Unidas, es sólo un síntoma de que en ese país hay violaciones a los Derechos Humanos y crisis humanitarias que deben ser evaluadas, confirmadas y, quiera Dios, atendidas.

De modo que esta visita debe ser entendida como la consecuencia de una crisis humanitaria que, durante años, fue negada sistemáticamente por los responsables de este desastre.  Y, duélale a quien le duela, también debe ser analizada como una acción que llegó con meses de retraso en su itinerario, en especial cuando se considera la gravedad del informe que presentó su delegación en marzo pasado.

Así, Michelle Bachelet llevó adelante su breve visita con una agenda que, de manera evidente, tenía detrás la mano del régimen con intención clara de manipular su percepción. Es la manera en la que operan los totalitarismos. Una actitud que revela cuán desconectados de la realidad y cuán peligrosamente disociados están varios personeros de la dictadura, que son capaces de creer que unas manitos de pintura y un recorrido vigilado pueden modificar la visión de este desastre.

Cualquiera que haya estado atento a la visita habrá notado que las primeras imágenes que se hicieron públicas, salidas de las oficinas de prensa del régimen, mostraban una distancia enorme entre Bachelet y el desfile de indolentes que posaron delante de la bandera. Y esa distancia sólo se fue agrandando, metafórica y políticamente, a medida que avanzaba la agenda de la Comisionada.

Es fácil calcular la cantidad de mentiras y el tipo de patrañas que deben haber servido de eje a esas declaraciones. El problema para la dictadura radica en que esa estrategia, trasnochada y soviética, de hacer que la visita comenzara y terminara con el discurso “oficial” sólo podía terminar de hundir a la usurpación. Y eso tenemos que entenderlo como una victoria.

No una victoria de Bachelet, sino nuestra.

No una victoria de los partidos, sino de Venezuela.

No una victoria de la ONU, sino de nuestra ruta política.

¿Por qué es una victoria, se preguntará más de uno, si la dictadura siempre hace lo que le da la gana? Bueno: porque las fuerzas democráticas aprovecharon de manera eficaz la oportunidad que un evento tan penoso y sintomático como la visita de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU para poner en evidencia que la tardía visita de Michelle Bachelet estaba justificada, a pesar de la sistematización de mentira del aparato de propaganda de la usurpación.

Después de hacer de tripas corazón, haga un repaso de los nombres de los personeros que Michelle Bachelet tuvo que soportar en la primera fase de la gira y se dará cuenta de que la indolencia con la que tuvo que enfrentarse debe haber sido enorme. Y aquí no hay que olvidar que, a pesar de las diferencias ideológicas que pueda tener cualquiera con la Alta Comisionada, su historia personal involucra haber padecido el asesinato y la tortura de su familia y de ella misma, bajo las garras de una dictadura militar.

Se trata de una mujer que sabe identificar muy bien el descaro y los simulacros que son capaces de montar las dictaduras con el objetivo de ocultar las violaciones a los Derechos Humanos.

Eso sí: de manera orgánica y casi viral, se hizo del conocimiento de la opinión pública la conmoción de Bachelet y lo afectada que se mostró cuando tuvo que atender, uno tras otro, los casos de violaciones de Derechos Humanos, encarcelamientos, asesinatos y torturas que la ciudadanía expuso en un encuentro que, estoy seguro, pasará a la historia como parte vital de esta lucha.

Eso sí: no confundamos la gimnasia con la magnesia. Esa conmoción y esa capacidad de empatía aparece en una ciudadana latinoamericana que presenció el tamaño de la crueldad de estos déspotas que conducen la usurpación y sus esbirros, pero tenemos que sumarle haberse tenido que reunir con personeros de órganos inconstitucionales como la asamblea constituyente e incluso el propio Nicolás Maduro, en una reunión final que estoy seguro sólo le sirvió para confirmar cuán desfasado y perdido en su locura está el principal responsable de este caos.

Ahora bien, tengamos cuidado con lo que aquí llamamos el Efecto Bachelet. Desde el liderazgo democrático responsable tenemos que vigilar cuáles son las expectativas políticas que esperamos surjan de esta visita y no permitir que el Pueblo salga frustrado. Muchos de los organismos multinacionales tienen una capacidad de acción que resulta demasiado lenta con respecto a las urgencias de nuestra gente, que contrastan de manera evidente con lo que Michelle Bachelet puede hacer a corto plazo por Venezuela.

Y, aun así, esto es una victoria política para esta lucha. Si bien no tendrá efectos inmediatos, es visiblemente potente en la opinión pública internacional. No es poca cosa que hayan decidido instalar una oficina permanente de la Alta Comisión en nuestro país: eso sólo puede tener sentido en una dinámica nacional en la que saben que la dictadura está dispuesta a seguir violando los Derechos Humanos de nuestra gente. Y eso, aunque sintomático y doloros, también es una victoria política.

Aunque a muchos pueda parecerle que la primera declaración de Bachelet se haya quedado corta, no hay manera de que la dictadura salga bien parada de todo esto. Recuerden los hechos de marzo y cuánto se criticó la ruta de la delegación enviada por la Alta Comisionada, pero también cuán fuerte y certero fue el golpe que le dio el informa final a la dictadura.

Pero los tiempos políticos de la ONU son distintos a los nuestros. Y nosotros debemos mantener la fuerza y seguir señalando la crisis social y cotidiana que hace del día a día de nuestra gente un infierno.

Y es que si soltamos la causa vital de esta lucha, por dormirnos en los laureles y creer que desde la ONU ahora sí van a sacar a la dictadura de Miraflores, perderemos el chance de seguir creciendo y avanzando en una lucha que nos ha puesto más cerca que nunca de la Libertad.

Esta es una victoria política de nosotros, de nuestra fuerza. Y la mejor manera de reconocerla es respetando y luchando por defender la dignidad de quienes han sido perseguidos, torturados, asesinados. Son ellos nuestra fuerza y nuestra motivación, el motivador principal para evitar que siga siendo necesario que nos visita una Alta Comisionada que puede estar llegando tarde… pero al menos llegó.

¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!

 

Ir a la barra de herramientas