La esperanza se basa en la intención que tenemos los seres humanos y las sociedades cuando decidimos poner nuestra fe en aquello que deseamos que suceda.
La esperanza es, en resumen, una de esas fuerzas poderosas capaces de transformar las sociedades al aglutinar los esfuerzos de todos y ponernos a trabajar en una dirección común.
Sin embargo, en la historia política de nuestro país, cada vez que llegan las navidades o el fin de año, son muchas las veces en las cuales el gobierno se ha atrevido a jugar de manera cruel con la esperanza de nuestra gente.
Hagan un repaso de las navidades de los últimos años, uno a uno, y se darán cuenta de que la crueldad del régimen ha sido feroz. Aprovechándose de que la alegría de nuestro pueblo es inmensa, y aparece hasta en los momentos más duros, quienes hoy ejercen el Poder se burlan de la esperanza del pueblo. En especial de la esperanza de quienes alguna vez creyeron en ellos, creyendo que con poner ropa más barata en algunos mercados y con prometer perniles reparan el daño que han generado, destrozando la calidad de vida de todas las familias venezolanas.
Afortunadamente, desde nuestras profundas convicciones democráticas somos muchos los que seguimos luchando a favor de la Libertad en nuestra Venezuela, construyendo una idea de país en la cual cada venezolano pueda depositar su esperanza.
Pero también hay que decir que la esperanza política de nuestra gente ha sido vulnerada tantas veces que es normal que a muchos les cueste creer de nuevo. Y eso es algo que el régimen sabe y usa a su favor: nos instala la desesperanza a punta de propaganda y violencia. Sin embargo, en cada pueblo y en cada ciudad de Venezuela existe una fuerza indetenible en la gente que quiere progresar. Y es nuestra responsabilidad como líderes políticos y sociales obedecer al mandato de esa fuerza y hacer que la esperanza del cambio sea más sólida cada día.
No es un trabajo fácil. En un país donde todos los días el hambre toca la puerta a quienes menos tienen, en un país sin insumos en los hospitales y donde las instituciones están secuestradas, mantener la esperanza viva no es sencillo. Pero tampoco es imposible.
Mientras el gobierno se gastó un billete, de manera irresponsable, en poner algunos adornos y algunas lucecitas que disimulen el desastre del que son culpables, en muchos hogares de nuestra Venezuela los ciudadanos se están informando y se están activando en torno a un proyecto de país que dejará atrás toda esta pesadilla.
En dos grandes momentos me correspondió recorrer varias veces Venezuela entera, con la intención firme de sembrar la esperanza. Desde mucho antes de esos momentos hasta ahora, no me queda duda de que todo el talento y toda la experiencia que necesitamos para salir adelante cuando esto cambie está allí en cada rincón donde hay un venezolano honesto. Y hoy esos rincones también están en el mundo entero.
La idea de que la Asamblea Nacional, el único legítimo Poder Constituido por el pueblo mediante el voto universal y democrático que queda en Venezuela, haya presentado un Plan País, tiene que ser motivo fiel para que cada uno de nosotros estudie, entienda e incluso complemente las ideas que están expuestas ahí.
¡Que a nadie le tome por sorpresa la idea de que las fuerzas democráticas seremos gobierno en Venezuela! Pero sobre todo, que sabemos lo que hay que hacer y cómo debe hacerse: un país productivo pensado por gente honesta.
La esperanza de nuestra gente merece bases firmes, verosímiles y verdaderas. No más vendedores de humos soltando promesas vacías sin explicar cómo es que pretenden convertir en realidad sus alucinaciones individualistas.
¡Vamos a liderar la esperanza y lo haremos sin prejuicios! Y esa tarea nos involucra a todos: a usted que me lee, a mí y a cada ciudadano que quiera ver llegar el cambio a Venezuela. Incluso a esos detractores, que esperan que alguien suelte una idea llena de esperanza para intentar derrumbarla desde la comodidad de las redes sociales. Ustedes, detractores de oficio, también van a ser testigos del cambio que quiere la mayoría de los venezolanos y que debemos hacer inevitable.
Por eso quiero que juntos hagamos una importante avanzada durante estas festividades: ¡vamos a darle asidero a la esperanza! Y no me refiero a hacerlo en sentido figurado, sino real… con acciones.
Por ejemplo: reúna a la familia, repasen juntos lo difícil que ha sido 2018 sin evadir el tema, pero también repasando aquello que hayamos aprendido y que nos haya hecho fuertes. Hacerlo juntos y en familia nos hará más fuertes, pero también nos permitirá hacer consciencia sobre cuánto queda por hacer. Ha sido muy largo pero no tenemos otra opción que persistir.
Otro ejemplo: invite a hablar a ese familiar, compañero o vecino que aún defienda este desastre y, sin violencia y sin insultos pero con la verdad por delante, revisen lo que ha sido este año. No con la intención de que alguno termine dándole la razón al otro, sino para darse cuenta de los puntos en común que tienen en torno a ese país que TODOS merecemos vivir.
Y una tarea más que debemos hacer todos: revisemos bien el Plan País que han propuesto nuestros diputados, porque no podemos permitir que un proyecto tan importante sea sólo un papel. Es un plan muy serio y que nos involucra a todos, así que revisemos en cuál de los campos de acción podemos ser útiles, cuáles ideas podemos sumar y cuáles son nuestras responsabilidades. La de todos. Es hora de conocer, difundir y construir ese país que merecemos. Sobre todo: es hora de que cada venezolano sepa hacerlo suyo y se convierta en una pieza fuerte de las razones que merecemos para tener esperanza. Esperanza verdadera. Es un trabajo de todos y por todos.
Estamos a unas horas de la Nochebuena, un momento en el cual las emociones se avivan y todos pensamos en cada una de las metas que tenemos por delante, pero también en las fuerzas que tenemos disponibles para conquistarlas. Yo tengo mi esperanza puesta en que conozco de cerca el ímpetu y el coraje de nuestro pueblo que somos: saber que en todas las regiones de nuestra Venezuela se está trabajando por hacer del país que merecemos una realidad es una de las bases firmes de mi esperanza. Ahí tengo puesta mi fe: en que sé que no estoy solo y que no somos pocos quienes estamos comprometidos en esta lucha común, nuestra. Y espero que esta lucha pueda ser parte de las razones que cada uno de los venezolanos tengan para creer, para seguir y para trabajar. Esa es mi esperanza y en eso está puesta. Salgamos, entonces, a darle razones a todos aquellos que crean en nosotros para que su esperanza crezca y haga también crecer la nuestra. ¡Vamos a liderar la esperanza!
¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela! Feliz navidad para cada venezolano en donde se encuentre físicamente!