“Como últimamente escasea el efectivo, muchos clientes solo pueden pagar con tarjeta de débito”. “Pagar con tarjeta es más caro, pero es la solución que se ha instaurado para convivir con la falta de billetes”. “Casi todos los comercios informales tienen ahora la máquina para pagar con tarjeta o a través del teléfono móvil”. “Nos hemos convertido en una economía sin papeles”.
Testimonios que nos hacen pensar inmediatamente en nuestra Venezuela, pero que en realidad son testimonios de Zimbabue. Y es que al igual que en el país africano, en nuestro país tenemos una economía sin papeles.
No tengo la certeza de la efectividad del mecanismo de pago electrónico en Zimbabue, pero en Venezuela tenemos el agravante de que no solo hay escasez de billetes sino que además los puntos de venta han colapsado, generando enormes colas en los comercios para pagar incluso un simple café, por el cual a veces se tiene que pasar la tarjeta de débito hasta 5 veces porque la conexión en el punto se cae. Muchos comercios han optado por ofrecer las transferencias bancarias como una opción de pago para no perder la venta, pero a veces tampoco funciona, pues la velocidad del Internet y la plataforma de las entidades financieras colapsan de la misma manera que los puntos de venta.
Así que a la grave escasez que padecemos, se le sumó el aumento diario de los precios de los productos y servicios, pero también el hecho de que ahora pagar por ellos se ha convertido en un dolor de cabeza.
Si lo que se necesita no es urgente, se podría volver otro día para comprarlo, el problema es que no se sabe cuáles serán los precios al volver por los productos. Y es que al igual que Zimbabue en 2008, en nuestro país los precios crecen sin freno día tras día, y lo que hoy te cuesta 10.000 bolívares en unos días puede costar 25.000 bolívares.
Hago referencia nuevamente a Zimbabue porque uno creería que un país como nuestra Venezuela, que en otra época fue ejemplo de desarrollo y progreso, nunca se vería en situaciones tan críticas, pero hay tantas similitudes con la crisis económica del país africano que es necesario mencionarlas para ubicarnos en la grave situación que estamos viviendo.
Y es que la respuesta del gobierno zimbabuense ante la crisis también fue crear una nueva moneda, que no es real, esto hizo que la crisis se agravara aún más. Un manejo errado de la economía, tal como Maduro y su cúpula están haciendo en nuestra Venezuela.
La gran mayoría de los zimbabuenses, sin importar su carrera profesional, viven ahora del comercio, pero no hay efectivo para comerciar. Se arman largas colas en los bancos, pero a nadie se le asegura poder salir con dinero en efectivo, porque al igual que aquí en Venezuela, no hay.
Nuestra economía está tan desnutrida como la de Zimbabue, y su desnutrición se extiende a nuestro pueblo, presentando un riesgo importante en gran parte de nuestros niños.
En los últimos reportes realizados por Caritas Venezuela, se observa que la desnutrición infantil ya alcanzó al 17% de esa población, sobre todo, en los sectores más pobres, donde además se acrecienta, reflejando no solo disminución del peso y talla, sino también fallos en el crecimiento y afectación de las capacidades cognitivas.
10% de los niños están en desnutrición grave, con extrema delgadez, tanto que no aguantarían un cuadro diarreíco, sus vidas están comprometidas. Todos menores a los 5 años.
Los niños con desnutrición grave han perdido 65% de su peso, se alejan 2 y 3 veces de lo que deberían pesar para su edad, eso significa un retardo en el crecimiento de 2 o 3 centímetros menos. Tal como los casos que hemos visto en algunos de los niños que asisten al comedor Alimenta La Solidaridad que abrimos en Las Minas de Baruta.
33% de la población infantil presenta retrasos en su crecimiento, tanto físico como mental, un daño que si es irreversible, como le gusta decir a la señora del CNE.
Los niños desnutridos son cada vez más jóvenes y las causas más graves. 280.000 niños presentan desnutrición y podrían morir de hambre en los próximos meses. Y es que 9 de cada 10 hogares con niños no pueden cubrir el costo de sus comidas diarias.
Pero la situación aún se torna más grave, ya que los niños están naciendo con desnutrición, un 20% de los recién nacidos, lo que significa que sus madres también están desnutridas. La mortalidad entre el 2015 y 2016 fue contabilizada en 11.000 niños fallecidos sin llegar al primer año de vida, un 34%. Hoy la proyección es 25 veces superior.
“Estamos al filo de la vida”, dijo Susana Rafalli al presentar lo que Caritas encontró en la población, y esa frase me retumba en la mente.
El nivel de desnutrición infantil ha superado el umbral de la emergencia humanitaria en aquellos sectores donde se viven en pobreza extrema y también donde hay una situación de dependencia, personas que tienen alguna discapacidad y dependen del Estado para obtener medicinas o suplementos nutricionales. La ayuda humanitaria es necesaria para salvar vidas. ¿Qué está esperando el gobierno para actuar? ¿Cuántos niños deben morir por desnutrición para que Maduro entienda que debe atenderse el problema?
Venezuela está viviendo a un nivel de reservas mínimas para aguantar un periodo más sin acceso a medicinas y comida que se necesitan para vivir. El gobierno debe tomar medidas inmediatas para frenar esta situación. Una de esas medidas es aceptar que se abra el canal humanitario. ¿Qué puede tener una persona en la cabeza para no aceptar ayuda de otros países con el fin de evitar que más personas mueran?
Venezuela necesita la ayuda internacional para superar esta crisis. Necesitamos un canal humanitario de medicinas y alimentos para atacar el problema de la desnutrición. No es mendigar como dice Maduro. Es aceptar que la ambición fue superior a su capacidad de gobernar y que las consecuencias las están viviendo los venezolanos con menos recursos, esos a los que acuden cuando necesitan los votos.
La protección de los pueblos y la cooperación internacional está en los tratados internacionales y la obligación del Estado es aceptar la ayuda que se le quiere prestar. Es hora de dejar de lado la mezquindad y atender el problema.
Desde nuestra posición nosotros seguiremos trabajando con los recursos que podamos. No estamos en la Gobernación, pero yo no necesito un cargo para trabajar por el noble pueblo venezolano. Por eso esta semana abrimos el segundo comedor de Alimenta La Solidaridad en Catia La Mar, en nuestro estado Vargas; y esta semana seguiremos abriendo nuevos espacios en otras zonas de Miranda.
Aprovecho estas líneas para expresar mi eterno agradecimiento a todos los que están colaborando para el funcionamiento de los comedores. Los venezolanos somos solidarios por naturaleza y eso nadie lo va a cambiar.
Esta es una iniciativa que esperamos sea temporal, mientras solventamos la emergencia que vive nuestra Venezuela. Los niños no deben pagar por los errores de los adultos, mucho menos de los malos gobernantes. Por eso, todo lo que está pasando en Venezuela debe impulsarnos con más fuerza para seguir luchando por ese cambio. Solo el cambio de modelo podrá traer progreso al país.
¡Dios bendiga a nuestra Venezuela! ¡Seguimos!