Una guerra de hambre, eso es lo que ha desatado el gobierno contra nuestro pueblo. Y se han tomado tan en serio su misión que para el 89,4 por ciento de los venezolanos el ingreso familiar ya no alcanza ni para comprar alimentos.
Con el precio de la canasta alimentaria de enero el poder adquisitivo del salario del venezolano cayó al nivel más bajo de los últimos 20 años. El salario mínimo, de 248.510 bolívares, apenas alcanza para adquirir el 2 por ciento de la canasta alimentaria.
Lo único que produce Maduro es destrucción. ¿Alguien lo duda? Él no es capaz de pisar una comunidad para hablar con los venezolanos, mucho menos si se trata de los más humildes, pero sí ha entrado en sus hogares para sembrar pobreza y poner en riesgo la salud, el estado nutricional y la vida de cada familia.
Mientras el gobierno ocupa su tiempo y los recursos de los venezolanos en idear nuevas fórmulas para mantenerse en el poder, la situación del país continúa deteriorándose.
Fantasean y mienten a través de su aparato de propaganda, reciclando conspiraciones ficticias y hablando de un país que sólo existe en sus delirios. Pero la realidad no se puede maquillar, estalla en cada rincón de nuestro territorio y produce tanto ruido que ya es tema de conversación y preocupación en las más diversas instancias del mundo.
La radiografía, por demás dramática, de Venezuela, que recoge la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), desarrollada por nuestras principales universidades, puso en cifras lo que vemos a diario en nuestras calles, en el rostro de los venezolanos, en el llanto de los niños y sus madres.
¡Nunca hubo tanta pobreza en nuestra Venezuela! Hemos llegado a una cifra sin precedentes: pasó de 81,8 por ciento en 2016 a 87 por ciento en 2017 y la pobreza extrema subió de 51,5 a 61,2 por ciento en el mismo período.
Y los responsables de la economía, que quieren seguir conduciendo el destino del país, no hacen nada para revertir la situación. Al contrario, parece que trabajan para profundizarla. La pobreza no se resuelve con una bolsa de comida. Por eso cada día hay más venezolanos pobres. ¡Estamos en emergencia y así hay que asumirlo!
Lo que estamos viendo puede parecer producto de la incompetencia, pero incluso un gobierno inútil que ve sufrir a su pueblo tiene en sus manos la posibilidad de rectificar, de asesorarse y buscar soluciones. Es precisamente la falta de voluntad y el empeño de atornillarse a Miraflores lo que deja al descubierto sus verdaderas intenciones, muy distantes del discurso humanista con el que se llenan la boca.
Lo hemos advertido antes, los países con gobiernos totalitarios recurren a la escasez y al hambre como un mecanismo para el control social, para mantener al pueblo en una situación de dependencia y conformismo. Esto no sólo es macabro, es criminal.
Nuestra Venezuela no se reconoce, no quedan vestigios de lo que llegó a ser la vida de nuestro pueblo. El venezolano ya no trabaja para forjar un futuro para su familia, ahora la mayoría lo hace escasamente para sobrevivir. 9 de cada 10 venezolanos no pueden pagar su alimentación diaria y 80 por ciento de los hogares sufre inseguridad alimentaria.
En 2017, 8 mil 130 millones de personas en Venezuela ingirieron dos o menos comidas al día y en su mayoría de mala calidad. 61,2 por ciento dice que en los últimos tres meses se ha acostado con hambre.
Los resultados de Encovi muestran que la dieta ha perdido variedad, cantidad y es anémica, por el consumo de alimentos bajos en micronutrientes. Como consecuencia, 6 de cada 10 venezolanos reportó haber perdió alrededor de 11 kilos en un año. «La dieta de Maduro» para muchos venezolanos se ha convertido en ayuno.
En apenas dos meses, 18 pequeños fallecieron por desnutrición en el Hospital Universitario «Dr. Manuel Núñez Tovar», en Maturín y cuatro en Trujillo.
Por más que queramos, la realidad es que no hay una cifra en Venezuela que no hable del desastre en el que han convertido a nuestro país. La salud también está en terapia intensiva. Se evidencia en la reaparición de enfermedades que ya estaban erradicadas, en el calvario que sufren los enfermos y sus familias, en la muerte de pacientes que pudieron salvarse de haber tenido acceso a tratamiento.
Codevida, reporta que más de 300 mil personas están teniendo consecuencias devastadoras en su salud porque existe 95 por ciento de escasez de medicamentos de alto costo y 90 por ciento de ausencia de medicinas complementarias.
Esta semana los padres de los niños pacientes del hospital JM de Los Ríos protestaron pidiendo auxilio y exigiendo tratamiento para salvar sus vidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos otorgó medidas cautelares a todos los niños que se evalúan y reciben tratamiento en el Servicio de Nefrología de este centro de salud por el grave riesgo en el que se encuentran.
La ENCOVI aporta información alarmante. Presentamos el peor desempeño en mortalidad materna desde 1998, sólo superado por Cuba. También tenemos la peor desprotección financiera de salud de toda América Latina. Otro logro de quienes quieren gobernar 6 años más a Venezuela.
En toda crisis quienes más sufren son siempre los más vulnerables, en el caso de nuestros niños, 280 mil están en riesgo de morir por desnutrición.
Amnistía Internacional indica que la tasa de muerte infantil aumentó en más de 30 por ciento por enfermedades como la septicemia neonatal, la neumonía y la difteria.
También es crítica la situación de la educación, que es la que da a nuestros niños las herramientas para tener acceso a mejores oportunidades. Entre 2016 y 2017 más de un millón de niños, niñas y adolescentes, de entre 3 y 17 años, estaban fuera del sistema escolar. Casi la mitad de los niños que asiste a la escuela, lo hace de forma irregular fundamentalmente por la falta de comida en el hogar o en el centro educativo.
La situación es tan difícil que muchos venezolanos, desesperados ante la inacción de quienes se supone deben garantizar sus derechos básicos, prefieren buscar oportunidades en otros países. Hoy se estima que entre tres y cuatro millones de venezolanos han emigrado. Estamos hablando de entre el 10 y el 12 por ciento de la población del país, lo que equivale a dejar a Caracas despoblada. Venezuela se desangra, está perdiendo lo más valioso, que es su gente.
Ante la emergencia humanitaria, son muchas las voces que están levantando tanto nacional como internacionalmente exigiendo al gobierno que reconozca el deterioro de la calidad de vida del venezolano y permita la asistencia para aplicar medidas oportunas y garantizar los derechos humanos. Pero su afán de poder y pobreza de espíritu no le permiten al ocupante de Miraflores asumir su responsabilidad.
En el país con las mayores reservas petroleras del mundo lo único que produce el gobierno es pobreza.
Los venezolanos queremos salud, paz y tranquilidad. No queremos perder un solo venezolano más, ni por la crisis de salud, ni por la delincuencia, ni por el hambre, ni por la frontera.
Aquí quienes tienen que irse son ellos para dar paso al cambio que nos permita salir de la oscuridad. Por eso tenemos que seguir luchando por el país que soñamos. Venezuela siempre valdrá la pena y no podemos desfallecer.
¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!