Si bien la elección de los representantes del régimen como parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU debe indignarnos y preocuparnos, no tiene por qué sorprendernos.
¿Por qué lo digo? Comencemos por el principio, porque aunque la noticia tergiversada se regó como la pólvora, y el aparato de propaganda del régimen se encargó de que así fuera, muy pocos medios se dedicaron a explicar cómo son electos los países que forman parte de este Consejo.
Para empezar, hay que decir que esta elección se hace por voto secreto. Es decir: ninguna de las Naciones dice por quién votó. A diferencia de las condenas públicas que más de cincuenta países han hecho a la dictadura de Nicolás Maduro, llamando las cosas por su nombre, esos 105 votos que sacaron sus representantes se hacen viendo para otro lado, negociando vayan a saber qué sin explicar los argumentos detrás de cada uno de esos votos.
¡A oscuras y negociando por debajo de la mesa, que es como ellos hacen sus marramucias y estafas!
Cada uno de los 193 países que forman parte de la ONU tienen derecho a votar, pero esos votos están divididos por regiones: África, Asia y el Pacífico, Europa junto a otros países del hemisferio norte, Europa del Este y América Latina y el Caribe.
Ahora, ¿quieren saber cómo terminó siendo electa la representación de Maduro? Pues en parte porque hasta el último momento hubo sólo dos candidatos para los dos puestos sujetos a elección por América Latina y el Caribe: Brasil y la dictadura de Nicolás Maduro. Desde hace rato los analistas habían advertido que sólo el surgimiento de una candidatura de países como República Dominicana, Guyana, Honduras, Jamaica e incluso Colombia, que nunca han formado parte del Consejo, podía permitir que los representantes de la dictadura quedaran por fuera.
Y eso no pasó.
No fue sino a último momento que surgió la candidatura de Costa Rica que, evidentemente, no pudo hacer el lobby propio de estos procesos.
Así fue como esa camarilla de indolentes que representa a Nicolás Maduro, y no a Venezuela, fue electa. A pesar de las graves violaciones a los Derechos Humanos y el Informe Bachelet. A pesar de que no hay un país que no sepa que desde hace más de una década Miraflores ha criminalizado, perseguido y condenado a quienes hacemos oposición política a su dictadura, el mecanismo de la ONU permitió que esa red de criminales ahora tenga una curul ensangrentada en su Consejo de Derechos Humanos.
Tengo tiempo haciendo política como para dejarme encandilar por sucesos como éste. Y mucho menos me van a hacer pasar esta tragedia como una victoria limpia de la dictadura. Aquí hay sangre y billete de por medio. Sin embargo, también hay una lección que tenemos que aprender.
Y esa lección no es otra que una máxima: la diplomacia hay que ejercerla.
Viene bien recordar una entrevista que el canciller de Chile, Teodoro Ribera, dio al Financial Times, días antes de que los resultados de la elección en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU dejara que los representantes del dictador obtuvieran una silla en esa mesa.
Uno de los puntos más destacados de esas declaraciones de Ribera radicaba en definir como “un desprestigio para el sistema universal de los Derechos Humanos» que el régimen madurista se postulara a un cargo de esta naturaleza, después de que la comunidad internacional tuviera noticia de al menos siete mil ejecuciones extrajudiciales y unos cuatrocientos presos políticos, algunos de ellos asesinados incluso mientras una Comisión de la propia ONU estaba en el país.
En esa misma entrevista, Ribera argumenta por qué a Chile no le conviene una intervención militar, como tampoco le conviene al resto de la región: apuestan por una solución pacífica porque, entre otras razones, prevén que una intervención militar generaría una «explosión» en la migración que la región no tiene cómo atender. Así mismo, sugiere que desde las fuerzas democráticas evaluemos con pragmatismo una verdad: «Nadie abandona el Poder para ir voluntariamente al infierno».
Entonces, por elementos de contexto como estas declaraciones del Canciller de Chile, es que repito: hay que ejercer la diplomacia. Y si nos damos cuenta de que los métodos establecidos son cuestionables y ya no funcionan, más aún. Nos guste o no, no podemos conformarnos con comunicados y declaraciones que pasarán al olvido en lo que el aparato de propaganda le monta otra noticia encima.
Por eso, insisto, a mí no me encandila que la dictadura tenga una silla en ese Consejo de la ONU. Me indigna. Me hace ver que el mecanismo de elección tiene muchas fallas y contradicciones. Sí. Pero no somos los primeros y por eso es importante informarse. Hace nada, el año pasado, dos países cono Eritrea y Filipinas también fueron electos. Y hace apenas unos meses Estados Unidos renunció a su puesto en el mismo Consejo argumentando que es usado por las dictaduras para protegerse, así que los cuestionamientos a este tipo de procesos no son nuevos: son parte de un ejercicio de la Política Exterior donde tenemos que entender cómo se bate el cobre.
Así que no podemos obviar la necesidad de evaluar nuestras expectativas políticas sobre la presión internacional. ¿Estamos solos? Nada de eso. Pero la presión internacional es sólo eso: un factor de presión. Quien no lo crea que saque su hemeroteca y revise cómo han sido los cambios de totalitarismos a democracias en la historia política. Pueden meter ahí cada uno de los casos de intervenciones militares extranjeras, pero también cada uno de los escenarios de transformación política gracias a las fuerzas opositoras locales.
En todos los casos de éxito la fuerza transformadora no llegó en avión, sino desde las calles y las acciones políticas concretas. Quien no esté dispuesto a tragar sapos en política, luchando contra criminales, se va a quedar esperando y sólo. Y eso que pasó en la ONU no es otra cosa que la demostración de que una red criminal que tiene veinte años moviendo sus tentáculos sabe cuáles son las teclas que tiene que mover para generar esa percepción.
¡Hay que agarrar al toro por los cachos! Si no asumimos que las acciones deben venir de nosotros, de los venezolanos, dejando por fuera a saboteadores, apaciguadores y criticones de oficio que le hacen el juego a la dictadura, vamos a seguir tropezando con la misma piedra.
Eso sí: ha quedado en evidencia que el mecanismo para elegir a un país miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU tiene que cambiar. Es inaceptable que un país del hambre y la pobreza, que extorsionacon comida y mata a sus ciudadanos con violencia y con desidia, no debería ni siquiera poder candidatearse.
Tenemos que alzar nuestra voz y poner en evidencia que las violaciones a los Derechos Humanos por parte de la dictadura en Venezuela van más allá de las persecuciones políticas y judiciales, de por sí bastante graves.
El salario que perciben los docentes que hoy protestan, las condiciones de trabajo de nuestras enfermeras, el estado deplorable de las escuelas y los liceos públicos, la extorsión con la comida y los servicios, la burla constante y cruel contra la dignidad de los jubilados, familias buscando comida en la basura, todo eso también forma parte de las acciones de un régimen criminal que ha violado los derechos humanos cada segundo desde que están en el Poder.
Y eso es lo que tiene que llenar las calles y lo que tiene que motivar cada una de las acciones políticas de aquí en adelante: esos representantes de la dictadura van a tener que explicar en el mismo Consejo que decidieron infiltrar cada denuncia que hagamos, cada crueldad que pongamos en evidencia, cada causa de lucha que salga a las calles.
Haremos ver que cada uno de esos 105 países que decidió apoyar a un régimen asesino, a escondidas y negociando con un lobby de criminales, se vean obligados a medir el costo político de servirle de cómplices a la última dictadura de América del Sur.
Trabajando juntos, con el apoyo de una comunidad internacional que no se va a echar para atrás, podemos hacer que esta jugada sucia en la ONU se les revierta y termine siendo cuchillo pa’su garganta, pero para eso tenemos que estar cohesionados y trabajar con disciplina política y con objetivos claros.
¡El Pueblo tiene que accionar ese poder que tiene, leer el escenario y hacer lo que sea necesario para seguir debilitando a la dictadura!
¡El poder es del Pueblo y si el Pueblo quiere cambio debe hacerlo valer!
¡Dios bendiga a nuestra Patria hoy y siempre!