Desde que esta mal llamada revolución asumió el poder, criticó que las Constituciones en Venezuela se aprobaban siempre en pequeños cenáculos. Se miraban ante el espejo, porque desde hace años un pequeño cenáculo ha ido limitando paulatinamente la soberanía del pueblo venezolano.
En 2007, ante la mirada escéptica de algunos y la suspicacia de otros, el gobierno intentó hacer una reforma a la Constitución de 1999, que ya buscaba migrar hacia un modelo en el que la soberanía del pueblo sería limitada.
Entre las 69 reformas propuestas, se contemplaba que el periodo presidencial subiría de seis a siete años a la vez que habría permitido que el Presidente ocupara el cargo durante un número ilimitado de periodos, que consolidara su poder por encima de las fuerzas militares, y que declarara el estado de emergencia y suspendiera los derechos democráticos, pero además se eliminara la universalidad del voto como forma legítima de elegir a las autoridades. El pueblo, con valores democráticos muy marcados, les dijo: ¡No!
Pasado el tiempo y pese a que la reforma constitucional fue rechazada, el gobierno no escuchó la voz del pueblo y buscó poner en práctica los cambios objetados. Un escenario similar es el que vivimos con la Asamblea Nacional, electa por más de 14 millones de venezolanos.
Los hechos están a la vista, la Asamblea Nacional ha sido torpeada en todas sus acciones, valiéndose el gobierno de un TSJ nombrado entre gallos y media noche por el que ahora tiene un programa de chismes chimbos en televisión, para inutilizarla. Esa manera de comportarse define a un gobierno que no sabe asumir ni leer las derrotas y que en su afán por cumplir sus objetivos se alejó por completo del camino de la democracia.
Los mismos nombres y las mismas caras que el pueblo reconoce, ahora más que nunca, porque se han enriquecido con el poder. Ese cenáculo que impúdicamente hasta se candidatea para una Asamblea Constituyente donde, como reza el dicho: ellos mismos se pagan y se dan el vuelto, sin consulta alguna al pueblo.
Los venezolanos tenemos enfrente quizás el capítulo más duro y oscuro que hemos librado. Estamos en una etapa de alerta máxima, golpe tras golpe, los que hoy usurpan Miraflores buscan arrodillarnos a cualquier costa, ahora a través de un proceso constituyente completamente fraudulento.
La última estafa a la soberanía popular. Ya los voceros de la débil e ilegítima narco cúpula han revelado sus verdaderas intenciones. Sencillamente quieren una Constitución hecha a su medida para borrar del mapa venezolano cualquier resto democrático.
La cúpula corrupta busca mantenerse en el poder manipulando la voluntad popular a través de votaciones de segundo grado, evitando consultar a la mayoría, al soberano, en elecciones transparentes, en las que cada voto valga realmente un voto. Todo un entramado para imponer una asamblea con menos del 20% de apoyo que a duras penas tienen.
Como está planteado este fraude, que quieren venderle al mundo para decir que están haciendo elecciones, no está contemplado en nuestra Constitución. La sectorización de los candidatos y la municipalización viola el principio democrático. Con esto quieren desvincular el número de escaños o constituyentistas a elegir en cada municipio del peso poblacional de dicha jurisdicción respecto al país.
Y si quedaba alguna duda de su intención de robar la soberanía, allí está la sentencia 378. Con esa nefasta decisión, violan nuevamente nuestra Constitución al obviar el paso del Referendo Consultivo para aprobar la constituyente comunal propuesta por quien quiere sentarse eternamente en la silla de Miraflores.
Algunos especialistas dicen que lo que está detrás de la constituyente es cambiar la Constitución por una que le garantice al régimen la instauración de un Estado Socialista, limitar el derecho al sufragio y suprimir derechos humanos, civiles, políticos; eliminación de los cargos de elección popular y extensión del periodo presidencial; medios de comunicación secuestrados al poder comunal y eliminación de la empresa privada; entre otros aspectos que son graves y que lo que buscan es tener el control absoluto.
Se trata del avance del régimen hacia una abierta dictadura, y frente a eso debemos, resistir, persistir y nunca desistir, nuestra Venezuela bien vale cada paso que hemos dado.
Sabemos que el dictaduro giró instrucciones para que las calles quedaran libres de manifestaciones y se dio un plazo hasta este próximo miércoles para cumplir su meta.
Ahora más que nunca debemos intensificar la presión constitucional. No podemos desmayar, porque nos estamos jugando el futuro. Por eso la única opción que tenemos es seguir organizándonos en las calles e ir abarcando todo el territorio nacional a través de la conformación de los Comités para el Rescate de la Democracia.
Tenemos que organizar el pueblo para que esté completamente informado de lo que significa el fraude constituyente y sus implicaciones, pero además hay que incrementar el trabajo de protesta ciudadana contra este fraude a nuestros derechos primordiales. Tenemos la responsabilidad de activar a nuestras familias, vecinos y amigos para luchar de manera más organizada por la libertad.
La idea es que lleguemos a los lugares más apartados. Debemos entender que si casi el 90% de los venezolanos queremos cambio, entonces ese 90% se tiene que hacer sentir, hay que salir a las calles a expresar nuestra inconformidad. El rescate de la democracia depende de todos.
¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela e ilumine nuestros pasos, seguimos!