Los gobiernos responsables acostumbran a amortiguar las caídas de las exportaciones ahorrando dinero en tiempos de bonanza, para luego utilizar esos ahorros en tiempos de vacas flacas. Sin embargo, en Venezuela no se hizo esto debido a una política corrupta e irresponsable que solo aprovechó la bonanza petrolera para enriquecer sus propios bolsillos y sextuplicar la deuda externa.
El derroche en la época de las vacas gordas dejó al país pocos activos y por eso los mercados internacionales no están dispuestos a otorgar créditos a un pagador con tal exceso de deuda. Esta es una de las causas por las que hoy padecemos en Venezuela la peor epidemia de hambre de toda nuestra historia.
Actualmente, Venezuela es el país más endeudado del mundo. No hay otra nación con una deuda pública externa tan alta como proporción de su Producto Interno Bruto (PIB) o de sus exportaciones. Este desastre solo es comparable con lo vivido en Mongolia (1988-1992) y en Nigeria (1982-1986).
Entre 2012 y 2016, los ingresos fiscales no petroleros en Venezuela se desplomaron 70% y la aceleración de la inflación hizo que los pasivos monetarios del sistema bancario cayeran 79%. Esto condujo a una caída drástica de la calidad de vida del venezolano.
Para mantenerse al día con el pago de la deuda externa, el gobierno decidió recortar las importaciones y como consecuencia, los bienes y servicios cayeron 75% en términos reales entre 2012 y 2016, con un desnivel aún mayor en 2017.
La disminución de las importaciones creó una escasez de materias primas y de insumos intermedios, traduciéndose en una crisis sin precedente para la agricultura y la manufactura. Los bienes de consumo de producción local se desplomaron en casi 1.000 dólares per cápita en los últimos 4 años. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional, en 2017 el PIB de Venezuela se encuentra 35% por debajo que en 2013.
Pero hay más, el ingreso real del trabajador venezolano bajó 75% entre mayo de 2012 y mayo de 2017, la reducción del poder adquisitivo medida a través del salario mínimo, que devengan 75% de los venezolanos, fue del 88%, es decir, los venezolanos pasaron de ganar 295 dólares al mes a solo 36 dólares.
Medido en términos de la caloría más barata, el sueldo mínimo cayó de 52.854 calorías diarias a solo 7.005, una disminución del 86,7%. ¿Cómo hace un trabajador para desayunar, almorzar y cenar, si medio cartón de huevos cuesta 13.000 bolívares? Imposible alimentar a una familia de cinco personas con este ingreso. Si hablamos de comparaciones, con el sueldo mínimo, los venezolanos pueden adquirir menos de un quinto de los alimentos que nuestros hermanos colombianos.
Al hablar de la difícil crisis alimentaria que vivimos, tenemos que decir que la expropiación y destrucción de Agropatria fue sin duda un duro golpe a los productores nacionales, ya que se hicieron insuficientes los insumos y se afectaron los ciclos de recolección. La crisis por los alimentos es tal, que solo entre el 1 de abril y 8 de agosto de este año se produjeron 8.500 protestas por escasez. En toda Venezuela hay protestas diariamente por la falta de comida, no solo porque no hay alimentos en abastos sino porque las cajas CLAP no llegan a tiempo.
En esta complicada circunstancia, quienes aún apuestan al país y siguen produciendo solo pueden llamarse héroes, ya que el gobierno arrasó con la inmensa mayoría de las hectáreas de tierras productivas con una política de expropiación y destrucción del aparato productivo nacional, abriendo camino a la corrupción más grande con la importación de alimentos, es decir, se llenaron los bolsillos quitándole el pan de la boca al pueblo.
Producto de la crisis humanitaria, que incluye un incremento casi impensable de la pobreza en un país petrolero, los saqueos han crecido en la Venezuela profunda. Incluso, el gobierno esconde que muchos transportadores de alimentos se niegan a hacer determinadas rutas por temor a ser lesionados y robados. La crisis va subiendo de nivel ante la ansiedad y angustia que genera el hambre y la respuesta de este irresponsable gobierno siempre es la misma, puro gamelote.
El panorama no se presenta nada alentador, más luego de las sanciones financieras contra el gobierno de Maduro por parte de Estados Unidos, que incluyen la prohibición de transacciones en ciertos bonos existentes propiedad del sector público venezolano, así como los pagos de dividendos al gobierno de Venezuela. Además de la prohibición de transar nueva deuda emitida por el gobierno de Venezuela y su empresa petrolera estatal.
El mundo sabe que Maduro intenta mantenerse en pie al precio de un sufrimiento humano sin precedentes y de una radicalización más que marcada y la Comunidad Europea estaría lista para tomar medidas similares a las de EEUU sobre capitales, bonos y negocios venezolanos en sus territorios.
A lo interno, el gobierno se desploma como un castillo de arena. Nunca un gobierno había estado tan severamente cercado por la comunidad internacional. El régimen está amarrado de pies y manos, al no poder seguir operando y comerciando bonos petroleros o deuda pública. Lo que coloca al país al borde del default ya que son miles de millones de dólares en manos de tenedores alrededor del mundo, quedando el Banco Central y Petróleos de Venezuela en condición precaria en el mercado financiero mundial.
Comentábamos esta semana que si el gobierno pagara los compromisos financieros internacionales que debería cancelar entre octubre y noviembre, se agudizará aún más la crisis humanitaria, porque habrá menos divisas para comprar el alimento que el pueblo requiere.
Algo que ni siquiera es el deber ser. Nuestra Venezuela es un país maravilloso que podría estar produciendo todo lo que necesitamos, porque tenemos la tierra y el recurso humano para que todo sea hecho en nuestro país. Pero este es un gobierno irresponsable que prefirió derrochar los recursos de la bonanza petrolera acosta de nuestro campo y ahora somos más dependientes de las importaciones que antes.
Este gobierno destruyó las hectareas productivas, acabó con los cultivos, no hay semillas, se robaron los animales, secuestran a cualquier productor porque creen que por tener terrenos tienen dinero. Estamos a merced del hampa y quienes nos tienen que proveer la seguridad forman parte del delito común.
En esta difícil circunstancia que enfrentamos, producto de las políticas desacertadas y catastróficas de una narco cúpula corrupta, la unión y la esperanza de cambio no nos debe abandonar. Tenemos un país de enormes oportunidades y debemos recuperarlo para el futuro de nuestros hijos. Es momento de seguir firmes en la lucha, sobran las razones para seguir unidos, porque por muy oscuro que se vea el horizonte, detrás siempre hay un sol que seguro despuntará más temprano que tarde, con el brillo de un nuevo amanecer de esperanza que construiremos entre todos y para todos.
Todos los problemas se pueden solucionar, hay que cumplir la Constitución y respetar los derechos humanos de los venezolanos, así tendríamos democracia y, por lo tanto, el respaldo de la comunidad internacional. Lo más barato para todos al final es y será la democracia. No siga el gobierno buscando más pretextos ni excusas, terminan de aceptar que el pueblo quiere un cambio político y punto. Quien manda y debe respetarse es el pueblo venezolano.
¡Dios bendiga a nuestra Venezuela y nos mantenga fortalecido como nunca el espíritu de lucha!