Una de las consecuencias más crueles de las crisis y de las coyunturas políticas radica en cómo pierden lugar las épicas mínimas, en contraste con los asuntos más noticiosos y urgentes.
Aun así, un liderazgo responsable tiene que prestarle atención a cada una de esas instancias que, de una u otra manera, terminará siendo la causa de otras crisis y otras coyunturas.
Es el caso de los datos que arroja el cierre del año escolar 2018-2019.
Podríamos comenzar precisamente por preguntarnos si de verdad se cumplió el período lectivo. En dos platos: ¿hubo o no hubo un verdadero año escolar?
Según los datos del Sindicato Nacional de Maestros, los estudiantes del turno de la mañana recibieron, en promedio, apenas 71 días de clases. Algunos de ustedes recordarán que la Ley estableció hace unos años un calendario de 200 días de clase, en lugar de los 180 de antes, así estamos hablando de al menos un 35% de ausencias motivadas por el desastre que tiene como responsable al Usurpador de Miraflores.
Y en el turno de la tarde el promedio fue peor: apenas de 56 días. Saquen ustedes la cuenta y me dirán cuántos de esos muchachos habrán podido cumplir con los objetivos mínimos de un año escolar.
Consideremos ahora que esto es el promedio nacional, porque en las regiones donde la crisis eléctrica y del agua es más aguda, los datos son todavía más preocupantes.
Se sabe que el afinque criminal que ha tenido el régimen contra el estado Zulia es significativo, así que podemos usar los datos del Secretario General del Sindicato Unitario del Magisterio Zuliano para tener una perspectiva del nivel al cual pueden llegar las consecuencias de un Estado que deja de ocuparse de la educación.
En Zulia, el alumnado promedió un 75% de ausentismo. Es decir: los muchachos van a clases 1 día a la semana y faltan4. Y ahí los motivos no son solamente la falta de electricidad y de agua, sino que debemos sumar la crisis de alimentación, de transporte o de ocupación, cuando a nuestros niños les toca atender la compra y reventa de artículos de primera necesidad o la ayuda obligada en los negocios de la familia.
Y si el muchacho se enferma, metan más ausencias en la cuenta.
Además, los docentes no escapan de esta crisis y se desgastan. Los sindicatos de educadores de varios estados del país reportan que cerca de la mitad de los educadores tienen que dedicarse a un oficio extra. En el peor de los casos, en esos otros trabajos ganan hasta 4 veces más que el sueldo como educadores, así que muchos de quienes se mantienen dando clases lo hacen por compromiso y vocación.
¿Cómo podemos avanzar así? ¿Cuál es el futuro del Zulia? Pues el que tiene el régimen es bastante claro: evitar que nuestro futuro se forme, aprenda y crezca. Evitar que los maestros puedan vivir con dignidad. Hacer de cada escuela y cada liceo una ruina, un fracaso.
Cuando por las fallas eléctricas se ha perdido prácticamente todo el turno vespertino y que el turno matutino pierda horas debería llenarnos de vergüenza, pero la crisis política mantiene a la opinión pública clavada en lo urgente, en lo que el periodismo llama el «top of mind», en los clics.
Y en ese silencio por lo que nos mantiene las manos ocupadas se pierden nuestros muchachos, nuestras muchachas, nuestro futuro.
Un dato más: menos de la mitad de los muchachos cumplieron sus objetivos, porque hay lugares en nuestro país donde la matrícula cae entre 60 y 70% al cierre del año escolar.
Así de duro. Así de cruel. Así de urgente.
Y si quieren saber lo que pasa en las fronteras, para no dejar de dar ejemplos, las consecuencias son todavía más feroces. En Paraguachón parte el corazón ver a muchos niños ir y venir a La Guajira colombiana en busca de una posibilidad que debería brindarle su país: simple y llanamente educación de calidad.
La Gran Caracas no sufre menos: el régimen ha ocasionado un éxodo valioso que hace que entre cuatro y seis docentes de las escuelas del Distrito Capital abandonan sus cargos ¡diariamente!. Hablamos de que cada día, en la capital de Venezuela, media docena de personas que se educaron para formar a los profesionales del mañana deciden irse del país.
Es una herida que este año ya suma más de dos mil educadores.
Además, los usurpadores son tan irresponsables que, con la intención de eclipsar una crisis que ya dejó a más de 18.000 docentes sin trabajo, decidieron finalizar el año escolar antes de lo previsto, dando la orden de que los objetivos que no se cumplieron se resolvieran con dos o tres tareas para la casa. Cuando sólo has cumplido menos del 60% del calendario escolar, esa irresponsabilidad adquiere matices criminales con el futuro del país.
Sé muy bien que al final de estas reflexiones yo acostumbro a dar, desde mi humilde lugar y experiencia, algunas ideas y directrices que puedan ayudarnos a superar los escollos. Esta vez no va a ser así.
Durante años pude trabajar, mano a mano, con un equipo extraordinario de Educación. Y con él pude ser testigo de una verdad: el futuro de un país es un espejo del presente de sus escuelas. ¡Así que debemos hacer que la educación de nuestros muchachos se convierta en una bandera más para el cese definitivo de la usurpación.
Quien haya seguido mi carrera como servidor público sabe el lugar que tiene para mí la Educación. Buenas escuelas, buenos liceos, buenos docentes. Es ahí donde se proyecta una nación. Y acá, ante estas cifras, no hay otra cosa que hacer sino salir del régimen y del modelo político que hoy nos usurpa las posibilidades de cambio.
Es hora de que esta dictadura, enemiga de la inteligencia y del progreso, abandone su empeño en asesinar nuestro futuro. Y si es necesario que pongamos alma, vida y corazón en esto, hay que hacerlo. ¡Nuestros docentes y nuestros niños merecen que hagamos todo cuanto sea necesario!
Que Dios bendiga a Venezuela, pero sobre todo que nos permita transformarla en un territorio donde nuestros muchachos sean educados en Libertad.