Nuestra patria está en un luto permanente. A nuestro pueblo lo invade la tristeza por la muerte de cada venezolano. Y el llanto se mezcla con indignación cuando alguien fallece porque no pudo medicarse o diagnosticarse a tiempo.
Los venezolanos estamos estremecidos, los pacientes sufren por su enfermedad y por la angustia de no poder tratarse y cada vez son más quienes expresan el temor que les produce la posibilidad de enfermarse y no tener cómo acceder a lo necesario para curarse.
Pero la peor enfermedad que enfrenta nuestro pueblo es la indolencia y la desidia del gobierno. Lo que está ocurriendo en Venezuela no tiene precedentes y el responsable se da el lujo de pedir 6 años más en el poder.
Mientras Maduro se burla del dolor de los venezolanos, al menos seis personas perdieron la vida el fin de semana pasado por no poder dializarse. A él lo único que le preocupa es el carnaval y declara, con una irresponsabilidad absoluta, que los venezolanos también tienen derecho a la rumba. ¡Por favor!
Le niega a nuestro pueblo el derecho a la alimentación, a la salud, a la vida, a expresarse, a decidir su futuro, pero defiende el derecho a la rumba. Desvían para propaganda y parranda el dinero que necesita nuestro pueblo para sobrevivir.
Las prioridades del régimen están claras. Son totalmente contrarias a las de los venezolanos y son las que han llevado a nuestro país a esta crisis humanitaria que vivimos hoy, que se ha ido agravando año a año.
Las señales de alarma del deterioro de la salud y la calidad de vida de los venezolanos comenzaron a producirse hace muchos años. El retroceso se fue acelerando gradualmente pero no hubo voluntad para buscar correctivos.
Un ministro de salud tras otro, un plan tras otro, fueron dejando cifras cada vez más preocupantes, no sólo en cuanto a la destrucción de la infraestructura hospitalaria, a la diáspora de los profesionales de la salud, a la escasez de medicinas e insumos, sino, cada vez más, en cuanto al número de venezolanos valiosos que murieron por sus políticas equivocadas.
Mientras piden seis años más para seguir su campaña de destrucción, en lo que va de 2018 han muerto en Carabobo 43 personas que padecían VIH por falta de tratamiento, y ni siquiera hay reactivos en los laboratorios para detectar esta enfermedad.
La crisis ha hecho resurgir enfermedades como la malaria, la difteria, y el sarampión, erradicadas décadas atrás. De 2015 a 2017 los casos de malaria pasaron de 120 mil a 400 mil, cuando en los años 80 se registraron mil 200.
El sarampión, que fue erradicado hace 15 años reapareció en 2017 y desde entonces se han confirmado 952 casos, convirtiéndonos en el país con mayor incidencia de los seis que notificaron la presencia de la enfermedad.
Nuestros niños, que son el futuro, son las principales víctimas de la crisis. Hoy, la desnutrición severa pone en riesgo la vida de 280 mil pequeños; la imposibilidad de acceder a una intervención quirúrgica expone también a 3 mil 100 niños cardiópatas.
Según los médicos del hospital J. M. de los Ríos, para finales de enero ya hacía tres semanas que no se podían realizar quimioterapias, lo que pone en peligro la vida de cientos de niños.
La situación es tan crítica que esta semana cientos de enfermos tomaron las calles para elevar su voz y reclamar atención y respuesta. La salud es su derecho y no puede depender de un carnet ni de una forma de pensar.
Vimos con dolor, cómo en su protesta, los pacientes renales denunciaron que 32, de los 129 centros de hemodiálisis del país, dejaron de prestar servicio en 13 estados por la falta de inventario. El gobierno anunció como todo un logro la llegada de materiales para dializar pero estos fueron insuficientes. Alcanzaban tan solo para 4 días de diálisis de 15 mil pacientes renales en todo el país. Pero además, 48% de los equipos de diálisis a nivel nacional no están operativos.
Los testimonios de los pacientes y sus familiares son impactantes, además de las horas que deben esperar para recibir tratamiento, cuando logran ser atendidos no lo reciben completo, lo que lleva a muchos a descompensarse. Escuchamos la historia de una muchacha transplantada que decía que estaba «estirando» lo que le quedaba de tratamiento para poder sobrevivir. ¡Qué impotencia!
¿Y la situación de las medicinas? La escasez de los medicamentos de alto costo para tratar enfermedades como el cáncer, que es la segunda causa de muerte en Venezuela, es de 90%.
Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte; en Venezuela hay 18 millones de hipertensos pero 90% no tiene acceso a los anti hipertensivos. En el caso de los antibióticos la escasez es de 75%. Los insumos médicos no se quedan atrás, su desabastecimiento ronda el 85%.
La pasividad del gobierno frente al horror de nuestros enfermos, al dolor y desesperación de las familias es también un acto de violencia, cruel por demás. Y aún así pretenden la reelección.
¿Cuántos venezolanos más morirán de mengua mientras Maduro sigue de rumba por 6 años más?
Lo he dicho antes y lo reitero, este régimen quedará marcado como el más destructivo e indolente de toda nuestra historia. Quienes hoy quieren mantenerse como sea en el poder, cargan con la muerte de cada niño que nos deja por desnutrición, de cada enfermo que perdemos por la crisis de la salud, de cada víctima de la delincuencia. Los venezolanos y el mundo lo saben.
La comunidad internacional se ha volteado a mirar hacia Venezuela ante las aterradoras noticias que llegan desde nuestra tierra. El mundo ve a Maduro y a su cúpula tratando de atornillarse indefinidamente en Miraflores, sin dar las soluciones que nuestro pueblo reclama y necesita.
A quienes, a pesar de este panorama dantesco, todavía tienen la voluntad de defenderlos, los llamo a la reflexión. ¿El futuro de Venezuela es una caja con alimentos que ni siquiera puede seleccionar? ¿Imagina seis años más de este caos, de escasez, de colas, de hiperinflación?
Venezuela reclama medidas urgentes. La política es precisamente para eso, para ofrecer soluciones al pueblo. Quienes queremos cambio tenemos que trabajar juntos y elegir un rumbo que nos conduzca por el camino hacia el cambio.
La continuidad de este gobierno es lo peor que le puede pasar a los venezolanos y lo que no podemos hacer ante eso es quedarnos de brazos cruzados.
Tenemos que seguir luchando por unas elecciones verdaderamente libres y democráticas porque cualquier otra opción conduciría a nuestra Venezuela a una desgracia de dimensiones aún mayores que las que estamos viviendo.
Yo, al igual que la mayoría de los venezolanos, sigo teniendo esperanza en mi país y en su gente y le pido a Dios que nos dé la fuerza y la sabiduría para salir de la oscuridad que pretende apoderarse del país.
¡Que Dios bendiga a nuestra Venezuela!