Esta semana conmemoramos el 19 de abril de 1810, fecha trascendental para nuestra independencia. Pero 208 años después de iniciar ese camino los venezolanos seguimos luchando por nuestra libertad y por nuestros derechos más fundamentales.
Hoy vemos a diario cómo se sigue profundizando una crisis que arropa la vida de cada venezolano. Siguen vigentes las razones que hace un año movilizaron masivamente al país y que llevaron a Maduro y su cúpula a sacarse la careta que, de forma precaria, todavía sostenían.
Ya no quedan dudas sobre el talante del Gobierno. Se quitaron la máscara y el rostro de la oscuridad se ha ido mostrando cada vez con más desfachatez.
El desacato a nuestra Carta Magna, a través de la violación de los derechos sociales, políticos y económicos de los venezolanos, se ha convertido en una práctica descarada. Pisotean sin descanso el texto constitucional, al ignorar la ley, pasan por encima de las necesidades del pueblo y lo colocan en una crisis humanitaria que, aunque se empeñan en negar, es reconocida mundialmente.
Los venezolanos le estamos diciendo NO a un gobierno que le declaró la guerra al pueblo. Decimos NO más muertes por la crisis de la salud, NO más muertes por la inseguridad, NO más hambre porque acabaron con la producción y con el salario del venezolano.
Si no detenemos la debacle la canasta básica, que ya supera los 75 millones de bolívares, puede llegar a costar 800 millones a finales de este año. Si hoy vemos hombres, mujeres y niños comiendo de la basura, ¿Cuál será el panorama en 8 meses?.
Nadie puede decir que quienes queremos progreso para Venezuela no hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance, siempre dentro de lo que establece nuestra Constitución, pacífica y electoralmente. Y esa es la ruta que debemos seguir transitando. No podemos pisar el peine y permitir que nos lleven al terreno de la violencia.
Por eso seguimos pidiendo elecciones libres y democráticas, por eso nos mantenemos aferrados a la Constitución y pedimos respeto a la legítima Asamblea Nacional, elegida por el pueblo y reconocida internacionalmente, que ha expuesto la realidad del país y la verdad sobre el gobierno.
Venezuela no se rinde. Las protestas, aunque tratan de silenciarlas, se hacen cada vez más frecuentes. Las conmovedoras imágenes de hombres, mujeres y niños, con tapabocas, muletas y sillas de ruedas, exigiendo la atención que por derecho les corresponde están dando la vuelta al mundo. Venezuela es tema de conversación pero ya no por sus riquezas, por su petróleo, por su cacao, su café, sus playas y sus hermosas mujeres. Lo es por un régimen cobarde que está acabando con su pueblo.
Hoy seguimos luchando por la liberación de los presos políticos y pidiendo un canal humanitario que permita el ingreso de los alimentos, medicinas e insumos para paliar la grave situación que viven los venezolanos.
Ya nadie cree en instituciones que se han convertido en brazo del gobierno para ejecutar sus marramucias: un tribunal y una fiscalía inconstitucionales, un órgano electoral parcializado, una autonombrada e ilegal asamblea constituyente.
No es casual que a menos de un mes de su llamado a un parapeto electoral, la señora Lucena haya emprendido una gira para tratar de lavarle la cara al CNE. Quieren lograr con viajes un reconocimiento que sólo se alcanza respetando las garantías electorales.
Insisten en su discurso gastado de defender la soberanía de potencias extranjeras, pero de lo que se trata, es de proteger a los venezolanos de su propio gobierno. En esa lucha el gran enemigo que tenemos es la resignación. Cada barrera, cada componente de esta crisis que vivimos es una razón para mantenernos en la pelea.
Hoy dependemos hasta para comer de otros países, por un modelo fracasado que quiere mantenerse en contra de la voluntad de los venezolanos, pero nada va a doblegarnos ni robarnos las ganas de luchar y salir adelante.
Para lograrlo hay que tener siempre presente que somos un pueblo grande. Recordemos no sólo aquello contra lo que luchamos sino también aquello que deseamos. No olvidemos que lo malo es transitorio y visualicemos hacia dónde queremos ir para poder caminar hacia allá.
Alcanzar el objetivo de rescatar a Venezuela depende de nuestra capacidad de unirnos. Tenemos que aprender de los errores y entender que no podemos triunfar separados.
Mantengamos vivo el espíritu del 19 de abril para que podamos cambiar este modelo que no nos permite avanzar y así lograr la verdadera independencia.
Le pido Dios que nos dé la fortaleza y la unión para sacar nuestra patria adelante. ¡Venezuela siempre valdrá la pena!